Lo que vemos en la foto es el extremo del mango de una
cuchara de plata. La inscripción grabada dice: eleverne fra Sneisens
skole 20-5-17 (alumnos de la escuela Sneisens). Antiguamente, en Noruega,
los padres tenían la costumbre de regalar al profesor o profesora de sus hijos un cubierto de plata cuando los niños
terminaban su último año en la escuela. Era una sencilla y bonita forma de
mostrar el agradecimiento al trabajo del maestro y de dejarle un recuerdo del
paso de los alumnos por las aulas, que me imagino sencillas, humildes y
alegres.
La cuchara de la imagen se la regalaron al tio abuelo de mi amiga
Annikken los alumnos que dejaban el colegio en mayo de 1917 y con ella, (con la
cuchara) cené la otra noche en casa de Annikken y de Santiago
(Taguito).
Fue una cena típica noruega aunque quien cocinó fue
Santiago. Se ve que uno de Calatorao vale para todo.
De primero, tomamos sodd, un caldo de carne que se toma con albondiguillas
de vacuno y de cordero, acompañadas de patata y zanahoria cocidas. Las
albondiguillas y el caldo los traen congelados de Noruega. Al parecer, en ese
país a nadie se le ocurre hacer sodd. Todo el mundo lo compra. Se suponer que
en el matadero tienen más tipos de carne para hacer un buen caldo. Riquísimo,
sobre todo si lo tomas
con una cuchara con tanta historia detrás.
El segundo plato se llamaba rakefisk, literalmente, rastrillo de pescado. La base es un pez de agua dulce, parecido a la trucha
asalmonada, que se llama roye.
Previamente, el roye ha sido
macerado en sal, a baja temperatura. No
congelado. Antiguamente, los noruegos hacían una gran pesca en los lagos antes
de que el hielo que los cubre buena parte del año lo impidiese. Este pescado se
almacenaba con sal en grandes barriles y allí fermentaba. Os podéis imaginar el
olor con el que se anunció el pescado desde la cocina.
El rakefisk se come
sobre una oblea de pan sin levadura, flatbrod. En este pan se unta mantequilla y
se hace una especie de tosta poniendo encima el roye, que se ha desmenuzado con
el tenedor, y patata cocida, también desmenuzada. La combinación es buenísima y,
cuando pedí repetir, ya se me había olvidado lo del olor.
El
postre, una conserva de mora ártica, multer, con helado: una agradable
combinacion acido-dulce que fue un digno remate a tan extraordinaria cena. Una
cena que, según la costumbre noruega, regamos con cerveza y aquavit de marca
Bacalao (sic).
Annikken
(Anne Karin) y Santiago son lo más cercano que conozco a los anfitriones
perfectos. No se conformaron con una cena excelente, sino que además nos fuimos de su casa con
dos regalitos. Un chutney casero de membrillo, que, de momento, ha dado buen juego
como acompañamiento de una carne, y una mermeladade limones dulces, lima y
granada, tambien artesana y con un año de solera, que está por probar.
4 comentarios:
Hola Elena, que suerte tienes de haber cenado con Anniken y Taguito. ¡Que cena tan estupenda!. A nosotros tambien nos hubiera gustado estar allí. Un beso,
Pilar y Jorge
La suerte que tengo es la de tener amigos tan buenos... y si ademas saben cocinar....
Hay que tener valor para invitarte a ti a cenar, yo mejor te llevaria al cine, ja, ja....
¿Y tu eres el alumno aventajado?
Publicar un comentario