29 de mayo de 2019

Ajo blanco con leche de coco


ingredientes 
150 g de almendras crudas, 100 de miga de pan blanco, 2 dientes de ajo, 1 lata de leche de coco (400 ml), 75 g de aceite de oliva, 20 g de vinagre de manzana o de vino blanco, 1 c.c. de sal
 
preparación
  1. La víspera, ponemos las almendras a remojo en agua.
  2. Pelamos los ajos y los cubrimos de agua fría en un cazo, que ponemos a calentar. Antes de que el agua empiece a hervir, retiramos el cazo del fuego, tiramos el líquido, volvemos a cubrir los ajos con agua y, otra vez, ponemos el cazo al fuego. La misma operación se repetirá hasta tres veces, para conseguir que el ajo no repita.
  3. Escurrimos las almendras y los ajos, los ponemos en el vaso de la batidora y trituramos muy bien. Si queremos que no tenga nada de “granillo”, añadimos agua, trituramos y pasamos por un colador.
  4. Añadimos el pan que hemos remojado en agua, la leche de coco, el aceite, el vinagre y la sal, trituramos todo y ajustamos de agua según la densidad que queramos para nuestro ajo blanco.
  5. Acompañamos con uvas blancas, si puede ser de la variedad moscatel.
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Fideua de sepia

ingredientes
750 g de sepia, 400 g de fideos nº 1 o cabellín, 800 ml de caldo de pescado, ½ cebolla, 2 dientes de ajo, 2 tomates rojos, aceite

preparación 
  1. Hacemos un caldo de pescado o bien lo compramos en un bric. 
  2. En un poco de aceite, rehogamos los fideos hasta que tomen un color tostado. 
  3. Cortamos la sepia en trocitos y la salteamos en un poco de aceite. 
  4. Hacemos un sofrito con los dientes de ajo y la media cebolla. 
  5. En una paellera, ponemos el sofrito, mezclamos con la sepia que hemos salteado y con los fideos fritos y le añadimos el caldo caliente. Si se quiere se pueden añadir unas almejas.
  6. Dejamos que cueza hasta que se evapore el líquido. Cuando esto suceda, tapamos con un paño y dejamos que repose entre 5 y 10 minutos. 
  7. Podemos acompañar con un alioli.
 
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Pastel de expreso y nueces

ingredientes 
50 g de mantequilla, 80 ml de leche, 1 taza de café, 2 huevos, 225 g de azúcar, 100 ml de aceite de girasol, 100 g de nueces, 150 g de harina, 1 sobre de levadura
Cobertura de mantequilla al café 
100 g de mantequilla, 100 g de azúcar glas, 1 sobrecito de Nescafé

preparación

  1. En un cazo, calentamos la leche con la mantequilla y el café. 
  2. En un bol, batimos los huevos con el azúcar. 
  3. Añadimos el aceite y el contenido del cazo y seguimos batiendo. 
  4. Mezclamos con la harina, la levadura y, finalmente, las nueces picadas. 
  5. Lo ponemos todo en una tartera y llevamos al horno a 180º durante 20 minutos. 
  6. Si se quiere, se puede cubrir la superficie del bizcocho con una cobertura de mantequilla al café, mezclando la mantequilla, el azúcar glas y el Nescafé. 
Este Bizcocho acompaña muy bien al helado de vainilla.
 

28 de mayo de 2019

En el principio, era el gazpacho


Como el verano se adelanta (cada año más) viene a cuento hablar ya de esas delicias que son las sopas frías, que, no sé por qué, sólo consumimos en la época estival. Aunque sobre gustos no hay nada escrito, yo creo que las mejores, e incluso diría las fundamentales, son tres: el gazpacho, el salmorejo y el ajoblanco. De ellas salen innumerables derivadas locales, que se defienden como fórmulas canónicas sólo por la lógica del chauvinismo. Si nos ponemos puristas, las tres son gazpachos, en el sentido de que el gazpacho, en su origen, es pan empapado en agua a la que se añade ajo, vinagre, sal y, si acaso, aceite. Como se puede observar, el tomate no aparece por ninguna parte, pero es que estamos hablando del gazpacho ancestral y el tomate no se incorporó a esta sopa hasta el siglo XIX. Originariamente, el gazpacho fue comida de campesinos y pastores, que buscaban un plato de fuerte aporte calórico que a la vez fuese refrescante. Posiblemente hoy nos resultaría incomible, pero, por fortuna, ha evolucionado hasta el punto de que en algunos gazpachos ha desaparecido el pan y del ajo apenas hay indicios. En el camino, sin embargo, se le fueron incorporando hortalizas como el pimiento, el pepino y, finalmente, el tomate hasta hacer de él una auténtica ensalada líquida.

Hijos del mismo padre
Está claro que de ese tronco común nació el salmorejo, que alguien ha definido como un gazpacho sin agua (de ahí que sea más cremoso), aunque también sin pepino ni pimiento. La consistencia del salmorejo permite que se le adorne con jamón y huevo duro picaditos, sin que estos se hundan en sus cremosidades. Para el gazpacho o gazpacho rojo, como gustan de llamarle algunos puristas, se sirven como complementos todos sus ingredientes en estado sólido. Es decir, trocitos de tomate, pepino, pimiento, pan e incluso agua, ya que hay quien le añade cubitos de hielo para que esté bien frío. También en esto hemos ganado mucho, porque antiguamente a lo más que se podía aspirar era a tomar un gazpacho fresquito.
Si el tomate no hubiera llegado desde América, el gazpacho habría evolucionado hacia lo que ahora llamamos ajoblanco. A la ya repetida lista de ingredientes (agua, pan, sal, aceite y vinagre) se le añade almendra triturada o, incluso, piñones. Y, como acompañamiento, uvas moscatel. También se toma muy frío y hasta medio congelado como hacen algunos chefs de renombre.
En verano, es bueno tener siempre alguno de ellos en la nevera y beberlos sin esperar mucho, porque con el paso del tiempo, el vinagre gana demasiado protagonismo.
 
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22 de mayo de 2019

Pan de limón

ingredientes 
1 barra de pan, 2 limones (zumo y ralladura), aceite de oliva, azúcar de caña, albahaca fresca 

preparación
  1. Cortamos la barra de pan en rebanadas gruesas y las tostamos.
  2. Sobre el pan tostado, echamos, en primer lugar, un chorrito de aceite.
  3. Después, azúcar de caña y el zumo y la ralladura de limón.
  4. Colocamos encima hojas de albahaca fresca.
 Es perfecto para aperitivo o como entrada de una comida.
 
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Sardinas sin olor

ingredientes
8 sardinas hermosas, de 2 a 4 kg de sal para hornear, limón y romero 

preparación  
  1. En una bandeja de horno, colocamos sal en el fondo de manera que quede cubierto y lo humedecemos un poco con un spray de agua. 
  2. Sobre la sal, ponemos las sardinas, el romero y trozos de limón. Cubrimos con otra capa de sal que también humedecemos un poco. 
  3. Ponemos el horno a 220º, bajamos la temperatura a 200 cuando introduzcamos las sardinas y las dejamos 20 minutos.
 
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Trifle Selva Negra

ingredientes 
1 lata de cerezas en almíbar, mermelada de cerezas 
Bizcocho de chocolate  
3 huevos, 3 c.s. de harina, 3 c.s. de azúcar, 3 c.s. de cacao en polvo, 1 sobre de levadura 
Natillas de chocolate  
6 yemas, 150 g de azúcar, 500 ml de nata, 200 g de chocolate negro 
Nata Montada

preparación
  1. Hacemos primero el bizcocho: batimos primero las claras, encima las yemas y finalmente, el azúcar. Todo debe de quedar muy bien batido. 
  2. Mezclamos la harina con la levadura y el cacao y la unimos al batido anterior. 
  3. La masa resultante la ponemos en la bandeja del horno, en cuya base habremos puesto un papel de horno, y horneamos a 180º unos 12 minutos. 
  4. Hacemos las natillas a continuación: en un cazo, batimos las yemas con el azúcar y la nata y lo ponemos a calentar sin dejar de remover. Antes de que espesen, incorporamos el chocolate troceado y seguimos removiendo hasta que estén listas, momento en que las apartamos del fuego y enfriamos. 
  5. Aromatizamos el almíbar de las cerezas con un poco de kirch y ya tenemos todas las preparaciones, que vamos a poner en una gran copa de cristal o en copas individuales que permitan visualizar las distintas capas. 
  6. La primera capa será la de las natillas de chocolate y, sobre ella, una capa de nata montada. 
  7. Encima, el bizcocho, que empapamos con un poco de almíbar y, sobre él, la mermelada de cerezas y unas cerezas. 
  8. Acabamos con un copete de nata montada sobre el que podemos esparcir unas virutas de chocolate.Se pueden poner cuantas capas se quiera, procurando empezar siempre por las natillas de chocolate y culminar con la nata montada.
 
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21 de mayo de 2019

"Una sardina, una sola, es todo el mar"

Escribía el gran “Caius Apicius” (Cristino Álvarez) que no se fiaba cuando de un alimento se hace mucho hincapié en lo sano que es: “Malo (pienso siempre yo). Cuando se alaba tanto su bondad para la salud, es porque no hay otra cosa que alabar”. Es decir, que no tiene el menor interés para el paladar. Como en toda regla hay excepción, Cristino estaría de acuerdo en que la sardina es una de ellas. La primera, porque era un apasionado de este humilde pez, que lo tiene todo: es barato, saludable y, sobre todo, una delicia en la boca.
Está a punto de empezar la temporada de sardinas. Hay quien dice que la fecha de inicio es un día tan marinero como el de la Virgen del Carmen, pero puede que el cambio climático, que vemos avanzar impotentes trastoque, también el calendario de las sardinas. Me explico: no es que las sardinas esperen para llegar a su punto óptimo de madurez a la celebración de la patrona de los hombres y mujeres de la mar, sino que eso, la madurez, se produce por esas fechas porque el calor del inminente verano ha puesto las aguas del mar a la temperatura cálida que les gusta. Puesto que en los últimos años el verano se adelanta, casi podemos decir que ya se está iniciando la temporada de las sardinas. Porque la sardina se consume preferentemente al aire libre aunque sólo sea por evitar ese tremendo olor a pescado que impregnaría toda la casa si la asáramos en el interior. Se asocia más con el chiringuito playero, con los espetos de sur o las sardinadas de las playas de Galicia.
Ahora es el momento de la parrotxa o la chouva, la sardina más pequeña, que quizá conviene hacer a la plancha, más que al calor de las brasas. Para las brasas mejor la sardina más grande, que tiene grasa para soportar el tormento de las ascuas sin quedarse seca. Aguanta muy mal el paso del tiempo, por lo que hay que tomarla fresca, mejor, si puede ser, al lado del mar. Y, si se acompaña con vino, mejor que sea un blanco joven. Algunos de los mejores paladares consideran una herejía regar la sardina con tinto. Su delicioso sabor, su consumo al aire libre y siempre con amigos en la época estival, que la relaciona con las vacaciones, son la causa de que los españoles seamos los mayores consumidores mundiales de este pez que llena de plata las pescaderías. Lisboa lo ha adoptado como su emblema, pero en realidad lo suyo es el bacalao. Aquí nos gusta tanto que hemos terminado por agotar los enormes bancos de sardinas que antes surcaban nuestros mares y la FAO considera que hay que pasar unos años de cero capturas en el Cantábrico, el Atlántico y el Mediterráneo, para que la especie se regenere. No debería tardar mucho, si se piensa que una sardina puede poner hasta 50.000 huevos por temporada, aunque los científicos dicen que hay que andarse con cautela si no se quiere que termine desapareciendo de nuestros mares.
Y sería una auténtica catástrofe, porque como escribía Josep Pla, es "el mejor pez comestible de todos" y "una sardina, una sola, es todo el mar" remataba Julio Camba, otro de los grandes gastrónomos españoles.
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15 de mayo de 2019

Empanadas argentinas

ingredientes 
Masa 
100 ml de agua, 50 g de manteca de cerdo, 300 g de harina, 1 c.c. de sal 
Relleno 
250 g de carne, 1 cebolla grande, 50 g de aceitunas sin hueso, 2 huevos duros, 2 pimientos morrones, ½ c.c. de comino, sal y pimienta, aceite 
1 huevo para pintar 

preparación
  1. Para hacer la masa, calentamos el agua con la manteca, hasta que la manteca se deshaga. Es suficiente con que el agua se temple. No debe llegar a hervir.
  2. Ponemos el agua con la manteca disuelta en un bol, juntamos con la harina y la sal y mezclamos hasta obtener una bola, que pasamos a la mesa y trabajamos un poco. Dejamos que repose en la nevera durante media hora.
  3. Freímos la cebolla en el aceite y, a continuación, la carne picada que habremos salpimentado previamente.
  4. Con el fuego apagado, añadimos los huevos duros, los pimientos y las aceitunas, todo picado, y el comino. Mezclamos y dejamos enfriar para que el rellenado sea más fácil.
  5. Con un rodillo, estiramos la masa lo más fina que podamos y con ayuda de un cortapastas cortamos círculos en ella. Deberían salir unos ocho.
  6. Mojamos con agua la mitad de cada círculo, ponemos carne picada en el centro y doblamos sobre ella la mitad no mojada haciendo coincidir los bordes con la que sí lo está, apretando para que se peguen, doblamos el borde como queramos, haciendo lo que se llama repulgue.
  7. Pintamos con huevo batido y horneamos a 180º hasta veamos que se doran. Debe ser suficiente con 15 minutos.
 
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Chakchouka

ingredientes

1 kg de tomates colorados, 1 pimiento verde picado, 1 pimiento amarillo picado, 1 pimiento rojo picado, 1 cebolla picada, ½ c.c. de salsa harissa, ½ c.c. de comino en polvo, 4 a 6 huevos, 4 c.s. de aceite, perejil picado, pan de pita para acompañar

preparación  
  1. En una sartén con el aceite, rehogamos la cebolla, primero, y, a continuación, los pimientos mezclados con ella. 
  2. Añadimos el tomate picado y dejamos que todo junto se haga a fuego lento. Si se quiere se puede hacer en el horno. 
  3. Añadimos comino y un poco de harissa (Ojo, pica mucho) y mezclamos. 
  4. Ponemos todo en una fuente de horno que pueda también llevarse a la mesa y añadimos los huevos, acomodándolos en pequeños hoyitos. Horneamos hasta que los huevos se cuajen. Se puede hacer también al fuego, en una cazuela que debe llevar tapadera o, en su defecto, taparse con papel de aluminio. 
  5. Acompañamos de pan de pita tostado y espolvoreado con perejil.

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Carlota de melocotón en almíbar

ingredientes  
2 latas grandes de melocotón en almíbar, 500 ml de nata montada o semimontada, 5 hojas de gelatina, 2 c.s. de azúcar glas 
Bizcochos  
4 claras, 120 g de azúcar, 4 yemas, 120 g de harina

preparación
  1. Primero, el bizcocho: hacemos un merengue montando las claras con el azúcar. A continuación incorporamos las yemas y, finalmente, la harina. Removemos hasta formar una masa que colocamos en una manga pastelera.
  2. Sobre un papel de horno hacemos bastoncillos pegados de una longitud como la altura que queremos para nuestra carlota. Debemos hacer suficientes para cubrir la pared del molde que hayamos elegido. 
  3. Para la base dibujamos una espiral del tamaño de nuestro pastel. Horneamos los formatos a 180º no más de 4 o 5 minutos, procurando que no doren mucho y que queden flexibles, para colocarlos a continuación, todavía en caliente, sobre el molde, cubriendo tanto la base como las paredes.
  4. Escurrimos una lata de melocotón y guardamos el almíbar.
  5. Montamos la nata con el azúcar.
  6. Trituramos el melocotón.
  7. Calentamos un poco el almíbar y disolvemos en él la gelatina, ya hidratada.
  8. Mezclamos el triturado de melocotón con la nata y la gelatina.
  9. Pintamos los bizcochos del molde con el almíbar de los melocotones y rellenamos con la mezcla.
  10. Enfriamos 3 horas y decoramos con los melocotones de la segunda lata.
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14 de mayo de 2019

¿Existe una cocina madrileña?


La pregunta se puede responder con otra: ¿existen de verdad los madrileños? Es necesario buscar con lupa para encontrar un madrileño de varias generaciones. Casi todos los que vivimos en esta comunidad somos emigrantes o hijos de aquellos emigrantes que vinieron a la capital a ganarse la vida desde todos los puntos de España. En ese sentido tiene razón quien escribió que madrileño es uno de fuera que llegó antes. Creo que con la cocina ocurre algo parecido. En puridad no se puede decir que exista una cocina madrileña, sino, quizá, una cocina que adoptaron los madrileños o, mejor dicho, las madrileñas, porque sin duda fueron las amas de casa las que, mientras hacían todo tipo de equilibrios para que les llegase el presupuesto, fueron conformando unos usos y costumbres culinarios que podríamos llamar “cocina de Madrid”. Y, ¿cómo es esa cocina? Básicamente, es una cocina sencilla y humilde, tanto en sus ingredientes como en su presupuesto, aunque en algunos momentos especiales, digamos por Navidad, se intente tirar la casa por la ventana y en las mesas aparezcan el pavo, el besugo o el cordero.

El cocido madrileño
Si tuviéramos que hacer una lista básica de platos madrileños, sin duda habría que empezar por el cocido, que, en cierta forma, desmiente esa premisa de plato sencillo y humilde, ya que caben en él todo tipo de carnes, embutidos y hortalizas que realzan los sencillos garbanzos. El cocido madrileño, con sus tres vuelcos, es, sin duda, el más historiado de los muchos cocidos regionales españoles.
Otro plato a cuyo nombre siempre se añade el gentilicio “madrileño”, son los callos. Es este un guiso de entrañas que existe en otras culturas gastronómicas, pero en ningún sitio gusta tanto como en Madrid, aunque ahora sólo se consuma en bares y restaurantes.
Oido cocinaaa
En bares se consumen también, casi en exclusiva, otras dos enseñas de la gastronomía madrileña: los bocadillos de calamares y las patatas bravas. Hubo un tiempo en que casi todos los bares de la capital lucían en la luna de su escaparate el reclamo, pintado con una especie de engrudo, de estos bocadillos que tienen la característica de que el corte del pan, para introducir los dorados anillos del molusco, no es completo y el bocadillo parece una almeja, cuyas valvas rebosaban calamares recién fritos. Cada vez se venden menos, aunque es un signo de madrileñismo ir a comerlos en los bares de la Plaza Mayor y alrededores. Las bravas, sin embargo, siguen plenamente vigentes y aunque se hacen en muchas otras ciudades, en ninguna han arraigado tan bien como en la Madrid.

Bacalao y demás
Casi de barra también son los Soldaditos de Pavía, esos deliciosos pedazos de merluza rebozados y fritos. Fueron muy populares y todavía lo son en Casa Labra y Casa Revuelta, dos templos de las pavías, aunque hayan cambiado la merluza por bacalao. Las judías a lo Tío Lucas, las lentejas estofadas, las patatas a la importancia, las albóndigas a la jardinera, los buñuelos de bacalao, la sopa de ajo o de pescado, el pisto manchego, las judías verdes a la madrileña, los huevos al plato, la ternera en salsa, la gallina en pepitoria son platos tradicionales que nunca han faltado en las mesas madrileñas. El besugo al horno y el pavo asado eran manjares reservados casi exclusivamente para la cena de Nochebuena, mientras que las torrijas, huesos de santo, pestiños o roscones de reyes eran postres reservados para las grandes fechas del calendario católico.
Hoy, que no tenemos tiempo para cocinar, algunos de estos platos son solo un recuerdo para muchos madrileños que, en realidad, no somos de aquí.

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8 de mayo de 2019

Gazpacho de tomates asados

ingredientes
1 kg de tomates rojos, 1 diente de ajo, 1 trozo de pan duro, 1 pimiento verde o rojo, ½ pepino, aceite, vinagre, sal y agua

preparación
  1. Ponemos el pan duro a remojar.
  2. Colocamos los tomates en una fuente de horno, los regamos con un poco de aceite y añadimos sal.
  3. Horneamos a 200º entre 15 y 20 minutos (podemos asarlos más o menos según nos guste). Pasado ese tiempo, los sacamos del horno y los pelamos en templado.
  4. Una vez pelados, ponemos los tomates en el vaso de la batidora junto con el resto de los ingredientes, excepto el agua, que se añade en el último momento para ajustar la densidad deseada.
  5. Servimos en un cuenco. Se puede tomar tanto templado como frío.
  6. Como guarniciones se pueden servir las habituales del gazpacho: pan duro, cebolla, pimiento, pepino… aunque queda muy rico acompañado sólo con pan frito en pequeños dados.
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Arroz con costillas de ibérico adobadas

ingredientes 
½ kg de costillas adobadas*, 3 tomates, 3 ajos, ½ cebolla grande, 
1 c.c. de pimentón, 100 ml de aceite, 40 ml de vinagre, 
300 g de arroz (para 4 personas), 1 litro de agua, sal
*Adobo 
Ajo, pimentón, tomillo, aceite y vinagre (no se pone sal o muy poca)

preparación
 
  1. El día anterior, adobamos las costillas troceadas poniéndolas en una fiambrera con todos los ingredientes del adobo. Tapamos la fiambrera y la guardamos en la nevera (No hay que añadir agua).
  2. En una cazuela honda, con un poco de aceite, rehogamos la cebolla con el ajo picado y, a continuación, los trozos de costilla. 
  3. Incorporamos el adobo que quedó en la fiambrera y el tomate, bien picado o rallado. 
  4. Cuando las costillas y el sofrito están bien hechos (lleva su tiempo), añadimos el pimentón, el tomillo, el vinagre y el agua medida. Hay que fijarse en el nivel que alcanza el agua, puesto que habrá que mantenerlo mientras cocemos las costillas hasta que estén tiernas. Este proceso se puede hacer en la víspera, para rematar con el arroz poco antes de servirlo. 
  5. Añadimos el arroz, dejamos que cueza 15 minutos y que repose otros 5 minutos. Como todos los arroces caldosos, este arroz, no tiene espera.
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Nata y yema heladas

 
ingredientes 
500 ml de nata, 170 g de leche condensada (una lata), 125 g de galletas de mantequilla, 9 yemas, 300 g de azúcar, 300 ml de agua

preparación
  1. Hacemos un almíbar, hirviendo el agua con el azúcar durante        5 minutos.
  2. Trituramos las galletas.
  3. Montamos la nata y la mezclamos con la leche condensada.
  4. Batimos las yemas con cuidado de que no se blanqueen y les vamos incorporando el almíbar, sin parar de batir. Una vez hecha bien la mezcla, la calentamos a fuego muy suave o al baño María, hasta que espese.
  5. En un molde grande o bien en moldes individuales, vamos alternando capas de galleta con capas de nata, según gusto, y, finalmente, ponemos una capa de yema.
  6. Quemamos con un soplete, poniendo cuidado porque se quema muy rápido.
  7. Dejamos en el congelador al menos dos horas.

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7 de mayo de 2019

Esos bares tan cálidos


Hay algunos bares con un carisma especial. Son locales que quizá no tengan nada extraordinario, pero atraen a la clientela como un imán. Y no hablo esos bares recién abiertos, con una buena decoración, música estupenda y buenas tapas. Merecen la pena, pero no es a esos a los que me quiero referir. Estoy pensando en esos bares de toda la vida, a los que nunca ha faltado la clientela y que suelen tener al frente, o entre bambalinas, a una persona extraordinaria, que por sí sola es el alma del local. Puede ser un viejo cascarrabias, que responderá con un gruñido cuando le pides algo, pero que, sibilinamente, estará cuidando de que todo, comida y bebida, sea de tu gusto.

El Tachuela
A veces, el dueño del bar es en sí un espectáculo. Recuerdo el local que, en La Granja de San Ildefonso, regentaba “El Tachuela”, aquel actor que se quitaba el flequillo de la frente a base de soplidos y que salía en las películas de Marisol. Te recibía con grandes algaradas de afecto, aunque no te hubiera visto por allí en la vida. Y las despedidas eran tan cordiales que los más tímidos salían con disimulo antes de ser sometidos a los abrazos, besos y sonoras expresiones de cariño por tan extrovertido barman.

La Troya
En la Fonda La Troya, en Trujillo, oficiaba Doña Concha, una extremeña de carácter que presentaba credenciales al comensal con una tortilla de patatas grande como el as de oros y una exuberante ensalada. Después, te preguntaba qué ibas a comer y si te ponías melindrosa decidía ella el menú y no admitía protestas. Pero estaba en todo. En una de mis visitas, se percató de que mirábamos con envidia la mesa en la que comía el cura. Cuando el clérigo hubo concluido su colación, nos hizo una seña y ella misma colaboró en el traslado a ese privilegiado lugar, junto al balcón, donde la comida se disfrutaba con la mejor vista de la plaza de Trujillo.

Sidrería Camino
En la Sidrería Camino, en el barrio de Los Castillos, hay que ser muy hábil para llegar a la barra sorteando la siempre repleta sala y, si quieres comer, aunque sea el menú del día, mejor reserva con tiempo. De acuerdo que dan cosas ricas y el servicio es de lo mejor, pero el éxito desbordante del local tiene que ver sobre todo con la simpatía de lván, que hace que todo el mundo se sienta un cliente especial. Cada día reparte más besos y abrazos que un político en campaña.

Manilo
A veces, los parroquianos se sienten tan a gusto que hacen suyo el bar y se preocupan de que te sientas a gusto. Me ocurrió hace unos días, en un bar-restaurante de polígono industrial en uno de los accesos a Lorca. Cuando paramos a mediodía para tomar algo, todas las mesas estaban ocupadas y la dueña sólo se sintió aliviada de su preocupación por no poder atendernos cuando supo que no nos importaba comer en la barra. Pero hubo suerte y quedó libre una mesa en la terraza. Allí todo fueron atenciones, tanto de la dueña como de la joven que servía las mesas y que, en un santiamén, llenó la nuestra de platos sencillos y riquísimos. Como no coincidíamos en el punto del chuletón a la brasa (especialidad) que íbamos a compartir, nos trajo un plato caliente de barro para que quien lo quisiera más hecho lo pudiera poner a punto. La ensalada de la casa, sencilla y rica, nos permitió conocer los tallos de alcaparra, que resultaron estupendos. Al final la mesa, que no era muy grande, estaba tan llena que no sabíamos donde colocar las cosas. Ahí entraron en acción nuestros vecinos, un grupo de seis o siete personas, que bebían cerveza animadamente en la doble mesa vecina. En vista de nuestros apuros, nos cedieron una de sus mesas y, no contentos con semejante generosidad, nos ayudaron a instalar en ella todo lo que no cabía en la nuestra. Como corría un poco de fresco, se preocuparon también de bajar los toldos para que el aire no molestara a nuestra nieta, que se había dormido. La estupenda comida resultó aún mejor rodeados de gente tan amable. Cuando nos fuimos, pedimos a la camarera que les pusiera una ronda a nuestra cuenta. La sorpresa fue que, al pasar en el coche por delante del bar, todos estaban formados en la terraza, copa de cerveza en alto, brindando y despidiéndose de nosotros. A su salud.

El Bar Asador Restaurante Manilo, está en el nº 64 de la carretera de Lorca a Caravaca.
 
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