24 de octubre de 2018

Pan en la Pyrex

ingredientes 
310 g de harina, 175 ml de agua, 15 g de levadura de panadería, 1 c.s. de aceite, 1 c.c. de sal

elaboración
  1. Templamos el agua y disolvemos en ella la levadura, añadimos el aceite y la sal y, por último, la harina. 
  2. Amasamos y le damos forma redonda. 
  3. Ponemos la masa en la olla, pintamos de aceite, hacemos algún corte en la superficie, espolvoreamos con un poco de harina y metemos al horno, que debe estar frío. 
  4. Lo encendemos, llevamos a 225º y horneamos durante 45 minutos.

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Arroz negro de laterío

ingredientes  
1 litro de fumet de pescado de brick, ½ lata de tomate natural pelado o triturado, 2 latas de calamares en su tinta, 1 lata de mejillones al natural, 400 g de arroz, ½ cebolla picada, 3 dientes de ajo, aceite y sal. Alioli industrial. 
Si se quiere, pimentón y perejil
 
preparación
  1. Ponemos aceite en la paellera y rehogamos, primero la cebolla y el ajo y, a continuación, el tomate, haciendo un buen sofrito*. 
  2. Añadimos las latas de calamares y el arroz y rehogamos un poco. 
  3. Incorporamos los mejillones al natural. 
  4. Calentamos el fumet y lo añadimos también.
  5. Cocemos durante 18 minutos y dejamos que el arroz repose 10 minutos. 
  6. Al alioli le añadimos aceite de oliva para darle un sabor más casero.

*Si se quiere añadir pimentón y perejil, hay que hacerlo en el momento del sofrito.
 
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Manzanas rellenas de natillas

ingredientes 
Manzanas reinetas, Golden o Granny Smith, natillas industriales, hojaldre, azúcar glas y canela, huevo para pintar

preparación
  1. Pelamos las manzanas y les quitamos el corazón.
  2. Rellenamos el corazón con natillas.
  3. Envolvemos con hojaldre.
  4. Pintamos con huevo.
  5. Horneamos a 200º durante unos 20 minutos (dependiendo del tamaño de las manzanas)
  6. Podemos poner las manzanas a gajos.Cortamos el hojaldre a cuadrados y, en cada uno de ellos ponemos una c.s. de natillas y un gajo de manzana.
  7. Cerramos haciendo paquetitos de hojaldre.
  8. Pintamos con huevo y horneamos hasta que estén bien dorados.
  9. En el plato, ponemos una cama de natillas y, encima, los paquetitos de hojaldre, sobre los que espolvoreamos azúcar glas y canela.
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23 de octubre de 2018

La Primera

La Primera, en este caso, no es una cadena de televisión. Ahora la tenemos oculta tras una de esas lonas enormes con publicidad que, periódicamente, envuelven las fachadas de las calles céntricas con el pretexto de la enésima restauración. Si no fuera así, la imagen nos indicaría que estamos ante una de las fotografías más reconocibles de Madrid: la de la esquina de Alcalá con Gran Vía, en el edificio que conocemos por el inquilino de su planta baja, la Joyería Grassy. Las que tenemos unos años, posiblemente hayamos ido a alguna boda al restaurante Sicilia Molinero, que hasta los años noventa estuvo instalado en la primera planta de este esquinazo. Ni con esa edad a la que nos referimos cuando decimos “unos años” recordaríamos el lujoso salón de té Molinero, que abrió sus puertas en 1917, cuando la Gran Vía todavía relucía de puro nueva.
Pues, en sitio de tanto abolengo está ahora La Primera, un restaurante que no podía llevar otro nombre, si tenemos en cuenta que está en la primera planta del número 1 de la Gran Vía.
La Primera llegó hace un año con muy buenas referencias, ya que es propiedad de la misma empresa que explota La Bien Aparecida, Cañadío (Madrid y Santander) y La Maruca. Con esos precedentes, si te sientas a su mesa, ya sabes lo que vas a encontrar: cocina tradicional sin atisbo alguno de esa fusión que, a veces, hace monótonos los menús. Cocina basada en un producto de primera calidad, un punto perfecto en su preparación y despojada de ese punto entre rural y cañí del que, a veces, pecan los restaurantes basados en la tradición.
Éramos varias personas y pedimos al centro de la mesa unas raciones de ensaladilla rusa, que resultó la mejor que he tomado en bastante tiempo. Tampoco desmereció nada la jugosa tortilla de patatas que pedimos para que probara Paula, la sobrina argentina, que comía con nosotros. Pero lo mejor fueron los buñuelos de bacalao, crujientes por fuera, cremosos por dentro y con un suave sabor al pez que le da nombre. Es una obviedad, pero hay tantas veces que de bacalao no tienen ni rastro…
Después, me pareció correcta la merluza a la Rula, una preparación en la que los sabores fuertes de la salsa quizá tapaban un poco la estupenda calidad del pescado que me sirvieron.
Rico, jugoso y tierno, el cordero al horno deshuesado que eligió uno de mis acompañantes. Perfecto de punto el tartar de novilla que pidió otro de ellos y muy bueno el Puntalete tratado como risotto, una forma apetitosa de preparar esta pasta. No encontré el toque diferencial a unos callos a la montañesa, por lo demás perfectos, pero sin nada que les distinguiese de los madrileños.
En los postres, carta muy corta que recupera los que han tenido éxito en los demás locales de la cadena: extraordinaria la tarta de queso “Cañadío” esponjosa y plena de sabor, que, por sí sola hubiera merecido el viaje.
Tampoco es enorme la carta de vinos, pero está muy bien elegida.
La decoración de la sala, de una sobriedad elegante y moderna, no lucía en el esplendor que debe tener cuando, por los ventanales, entre la luz del día, ahora velada por la lona que cubre la fachada. Por si lo anterior no fuera suficiente, la cuenta, unos 40 euros por comensal, vino incluido, es otro motivo más para volver.
 
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17 de octubre de 2018

Tortilla japonesa a mi manera

ingredientes 
4 huevos, ½ pimiento verde muy picadito, ¼ de pimiento rojo muy picadito, 1 c.s. de salsa de soja, 1 c.s. de leche 
Aceite de girasol para engrasar 
Para esta tortilla necesitaremos una sartén cuadrada  

preparación
  1. Batimos los huevos con la salsa de soja y la leche.
  2. Incorporamos los pimientos muy picados, mezclamos y ponemos la preparación en una jarra.
  3. Engrasamos la sartén con el aceite de girasol, la ponemos al fuego y, cuando esté caliente, vertemos en ella una cuarta parte de la preparación que hemos puesto en la jarra.
  4. Cuando cuaje, y empezando por el lado más lejano, vamos enrollando la tortilla y trayéndola hasta el más próximo a nosotros.
  5. Empujamos el “rollo” de tortilla hacía el fondo y volvemos a engrasar la sartén.
  6. Sobre el espacio que ha quedado vacío, vertemos otra cuarta parte del huevo batido, procurando que parte del líquido quede solapada debajo del “rollo” de tortilla.
  7. Cuando cuaje, volvemos a enrollar la tortilla hacia nosotros, enrollándola.
  8. Repetimos la operación otras dos veces, utilizando cada vez una cuarta parte del huevo batido, hasta acabar el contenido de la jarra.
  9. Con una espumadera “cuadramos” la tortilla, de forma que tome forma de lingote y la cortamos en seis trozos iguales, perpendiculares al lado más largo de la tortilla.
No se incluye la sal entre los ingredientes porque la salsa de soja ya es salada. Si se quiere, se puede salar un poco más la tortilla poniéndole más salsa de soja o, simplemente, añadiendo sal 
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Lubina frita con patatas de cristal

ingredientes 
1 lubina (entre 600 y 800 g), aceite de girasol, harina, cilantro, jengibre, cebolleta, lima o limón, patatas, sal y pimienta

preparación
  1. Pedimos al pescadero que nos prepare la lubina en dos filetes, sin quitarles la piel. 
  2. Hacemos cortes en los filetes por la parte sin piel, procurando que no sean tan profundos que lleguen hasta esta: debe resultar un enrejado formando rombos.
  3. Salpimentamos, pasamos por harina y freímos. 
  4. En un poco de aceite de girasol, freímos abundante jengibre, cortado a rodajas. 
  5. Picamos la cebolleta en juliana. 
  6. Ponemos los filetes de lubina en el plato de presentación con la cebolleta y el cilantro picado, y vertemos sobre ella un poco de aceite de jengibre y zumo de lima. 
  7. Acompañamos con las patatas cristal en cuenco aparte.

Patatas cristal 

  1. Cocemos las patatas con su piel, las pelamos y las prensamos. 
  2. Salpimentamos el puré resultante y, ayudándonos de un rodillo, lo estiramos entre dos papeles de horno. 
  3. Secamos en un horno a 70º-80º, durante 3 horas. 
  4. Una vez seco, lo cortamos en pequeños trozos y freímos en una sartén a baja temperatura.
  5. También podemos calentar el horno más fuerte, poner el puré hasta que se dore y luego partirlo en tejas.
 
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Pastel de queso y chocolate blanco

ingredientes
6 huevos, 240 g de queso crema, 240 g de chocolate blanco (40 g de queso crema y de chocolate blanco por cada huevo), azúcar glas.

elaboración 
  1. Precalentamos el horno a 170º 
  2. Derretimos el chocolate al baño María y lo batimos con el queso. 
  3. Incorporamos las cremas y batimos fuerte hasta que todo el conjunto quede bien esponjoso y blanqueado. 
  4. Con delicadeza, juntamos con las claras a punto de nieve. 
  5. Ponemos agua en la bandeja del horno y sobre ella un molde con la preparación que hemos realizado. Horneamos durante 15 minutos. 
  6. Pasado este tiempo, bajamos la temperatura a 150º-160º y horneamos otros 15 minutos. 
  7. Apagamos el horno y dejamos que repose dentro otros 15 minutos. 
  8. Espolvoreamos con azúcar glas. 
Podemos hacer el pastel tanto en un molde alto como bajo. Si es en este último, podemos cortar en pequeños pastelillos ayudándonos de moldes cortapastas.
 
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16 de octubre de 2018

El increíble espectáculo de Katz’s


Dicen que está lleno hasta los topes desde que abrió sus puertas hace 130 años. Puede ser una exageración, pero el día que yo fui tuve que esperar unos minutos hasta llegar a uno de los siete habilísimos cutters que preparan los suculentos sándwiches “king size” de Pastrami que sirven en Katz’s.
Katz’s, en Nueva York, es el templo del pastrami, esa carne puesta en salmuera y ahumada, de tradición judía, que encanta a los habitantes de la gran manzana.
Como la Puerta de Alcalá, allí está viendo pasar el tiempo, en una esquina del Lower East Side, desde 1888, o sea, desde sólo un año después que la Estatua de la Libertad y cuarenta antes que el Empire State.
El viejo luminoso de neón, siempre luciendo, te guiará para encontrarlo. Nada más entrar, una jovencita te da un tiket en el que, en el mostrador o en la mesa, te irán apuntando la cuenta para pagar a la salida. Es el pasaporte (no lo pierdas) que da acceso a una enorme sala, toda luces, ruido y ajetreo, donde, inevitablemente, tendrás que hacer cola para acceder a uno de los siete cortadores que, en un pis pas, te habrá loncheado la carne y preparado un impresionante sándwich con pan de centeno. Lo acompañan con unos pepinillos jumbo. Ahora toca buscar mesa. Aunque, como digo, el local está lleno a todas horas, es tal la rotación de clientes que no es difícil encontrar pronto una mesa, muchas veces compartida (¿Le importa que me siente?) con otras personas. Los mitómanos buscarán la de Meg Ryan; allí fingía el famoso orgasmo de Cuando Harry encontró a Sally.  
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Marcando el lugar, cuelga del techo un círculo azul en el que puede leerse: “Where Harry met Sally… hope you have what she had!"… ¡Ojalá tengas lo que ella tuvo! !Disfruta!
No tuvimos suerte de ver el espectáculo, aunque cuentan los camareros que a veces hay quien se anima a reproducir la escena entre los aplausos o abucheos del público, según resulte la actuación.
Aunque la película puso a Katz’s en el mapa y, de paso, lo llenó de turistas, hasta allí se va por el pastrami y, realmente, merece la pena Una carne roja, con una costra ennegrecida, olor ahumado y un rico sabor de las especias que han utilizado en la salmuera que le dan su toque especial. ¡Ojo!, no es jugosa: la carne para el pastrami se prensa antes para sacarle los jugos. Pero nadie se fijaría en ello de lo rica que está.
A pesar de todo, cuesta acabar el enorme sándwich que, según dicen, no es de los más grandes que puedes tomar en Nueva York, una ciudad que adoptó el pastrami como uno de sus platos emblemáticos. En Katz’s venden 7000 kilos a la semana de esta delicia que en España apenas es conocida, pero que tiene su nombre castellano: pastrón. Así lo llaman en Buenos Aires, otra ciudad donde es muy apreciado desde su introducción por la numerosa colonia judía.
Habrá que ir a comprobarlo. Mientras tanto, al salir de Katz’s no te olvides de presentar el tiket y pagar. Si no hubieras tomado nada, debes entregarlo en blanco. Perderlo, como te avisan en la puerta, te costará 50 céntimos. Y no te hagas la lista, que los camareros saben lo que has comido.
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Katz's
205 E Houston St, New York
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3 de octubre de 2018

Crema de guisantes con su ravioli

ingredientes 
1 litro de caldo de verduras, 500 g de guisantes congelados 

Ravioli 
Tocino ibérico en lonchas finitas (2 lonchas por comensal), guisantes crudos congelados extrafinos

preparación
  1. Ponemos el caldo a hervir, le incorporamos los guisantes, dejamos que vuelva hervir y apagamos.
  2. Trituramos todo muy bien en un vaso americano y lo pasamos por un pasapuré, chino o colador de malla fina, poniendo cuidado de que no queden grumos. 
  3. Con el tocino hacemos un pequeño paquetito del tamaño de un buen ravioli y lo rellenamos de guisantes crudos (1 c.c. por cada ravioli). 
  4. Ponemos los raviolis en una fuente de horno. A la hora de comer, los metemos en un horno a 200º hasta que el tocino se vuelva transparente. 
  5. En cada plato, colocamos un ravioli y, ya en la mesa, vertemos sobre él el caldo con una jarrita. 
  6. Junto al ravioli se pueden poner uno o dos langostinos a la plancha y una hojita de menta.
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Hamburguesa de pato

ingredientes 
(para 25 o 30 mini hamburguesas o 6-8 grandes) 
3 magrets de pato, 2 huevos, 75 g de galletas crackers, perejil, sal y pimienta 
Cebolla frita y lechuga 
Panecillos de hamburguesa

preparación
  1. Picamos los magrets a cuchillo, dejando la grasa (si tiene mucha, se puede quitar un poco) 
  2. Añadimos las galletas crackers, bastante trituradas con la mano, el perejil, los huevos, sal y pimienta. Amasamos y dejamos reposar la masa en la nevera, al menos, durante 30 minutos. 
  3. Tomamos pequeñas porciones (como una albóndiga grande) que aplastamos con la mano y hacemos a la plancha. 
  4. Ponemos cada filetito en una pan de hamburguesa partido por la mitad y tostado un poco, y añadimos lechuga y cebolla frita. Cerramos y clavamos con un palillo para que no se desmorone.
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Pastelillos de garbanzos


ingredientes
230 g de garbanzos cocidos, lavados y escurridos, 200 g de azúcar, 4 yemas, ½ c.c. de canela, la ralladura de ½ limón, 500 g de hojaldre. 
Mantequilla para engrasar y azúcar glas para espolvorear.

preparación
  1. Engrasamos con mantequilla los moldes de los pastelillos. 
  2. Estiramos el hojaldre, cortamos círculos del tamaño que necesitemos y forramos los moldes con ellos. Con la batidora, trituramos los garbanzos, las yemas, el azúcar, el limón y la canela (Si estuviera demasiado espeso y no pudiéramos trabajar con la batidora, podemos añadir un chorrito de leche o nata) 
  3. Rellenamos los moldecitos con esta masa. 
  4. Horneamos a 180 entre 20 y 25 minutos. 
  5. Espolvoreamos con azúcar glas.

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2 de octubre de 2018

Nueva York o el arte de comer en la calle

Es muy caro comer en un restaurante de tipo medio en Nueva York. Al menos para el bolsillo de una española media. Me refiero a un restaurante con mantel, vajilla que no sea de plástico y camarero, al que además hay que premiar, sí o sí, con una propina que aquí provocaría reverencias de agradecimiento que harían ruborizarse al donante.
Sin embargo, no conozco ninguna ciudad en la que sea tan fácil comer algo fuera de casa a precios razonables. Hay miles de opciones y siempre alguna cercana.

La más socorrida son los Deli’s, esos abigarrados locales que proliferan por toda la ciudad, especialmente en las esquinas, y en los que uno puede comprar, a cualquier hora, unos sándwiches, fruta, zumo y un café con tapa, de esos aguados que tanto gustan allí, y salir a comerlo todo al parque más cercano. En cualquier parque las mesitas y sillas de terraza son propiedad de la ciudad y por tanto uno se puede sentar libremente sin que ningún camarero te inste a consumir algo. Si se elige esa opción, mejor no tomar cerveza. Desde hace 2 años, ya no es delito consumir alcohol en público, pero sí se considera falta y puede acarrear una multa de la policía.

Otra posibilidad, los foodtruck. Los hay de todas las especialidades: desde el típico perrito caliente, tan americano, hasta la fajita mejicana, pasando por el falafel o un kebab turco, con productos que reúnen las bendiciones de la carnicería halal; casi todo se puede encontrar en estos pequeños carromatos de abigarrada decoración, casi siempre gestionados por inmigrantes.

Los supermercados pueden ser otra buena opción. La mayoría tienen secciones muy surtidas de productos calientes, cocinados en el acto o ya listos para consumir, con los que una puede confeccionarse fácilmente un estupendo menú, siempre que no sea un poco indecisa, porque la variedad de caldos, guisos, frituras o asados suele ser tan grande, que lo difícil es la elección. La mayoría de los supermercados suelen tener una zona para consumir lo que se ha comprado y, de hecho, en las puertas se anuncia como un atractivo más de las tiendas. Lo tienen por ejemplo en Whole Food, una cadena de tiendas de bastante calidad y surtido apabullante, que acaba de ser absorbida por Amazon. Quizá lo peor es la lentitud con que se gestiona la cola de las cajas, causa de que a veces la comida llegue fría a la sala donde se puede consumir.
También abundan los restaurantes de comida rápida, tipo autoservicio, donde todo se puede tomar recién hecho o, al menos, recién calentado. Y no estoy hablando del McDonals. Me sorprendió que vi muy pocos de estos locales, que aquí identificamos con la comida rápida. Sí hay muchas pizzerías, pero suelen ser locales pequeños que, eso sí, ofrecen unas pizzas gigantescas, con los ingredientes más variados y originales que se pueda imaginar, incluyendo los clásicos.

No obstante, para probar la cocina italiana durante los días que he estado allí, lo mejor era la Little Italy, que celebraba a San Genaro por todo lo alto, con más de un kilómetro de calle de terrazas y humeantes puestos de comida italiana, donde se podía comprar, por ejemplo, la riquísima sfogliatella de la foto..

Todo el mundo sabe que no hay cocina que se venda mejor que la italiana; pues bien, junto al edificio Flatiron, uno de los iconos de Nueva York, se ha instalado una enorme galería donde se puede degustar o comprar lo más selecto de la cocina italiana, desde la pasta fresca a los canoli, pasando por las más selectas mortadelas o los vinos más exquisitos. Se llama Eataly y sus laberínticas galerías están llenas a todas horas y las barras de sus restaurantes atestadas.
En el fondo es una vuelta de tuerca en ese fenómeno que aquí tiene su mejor representación en el Mercado de San Miguel. En Nueva York, donde todo se hace a lo grande, el equivalente sería el enorme Chelsea Market, con restaurantes de todas las cocinas del mundo. O,  más elegante, en Dean & de Luca, una exquisita y concurrida tienda gourmet en el 560 de la avenida Broadway.
De Nueva York, sólo desde el punto de vista gastronómico, hay mucho más que contar. Habrá una segunda entrega.

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