Cuando, a finales de mes, José María Rivas eche el cierre de
la Gran Hojalatería, estará poniendo fin a una historia de más de cien años,
que se inició en 1897, cuando su bisabuelo abrió el establecimiento que, en
poco tiempo, se convirtió en la referencia de Madrid para todo tipo de objetos
de hojalata. Cántaros de leche, zafras de aceite, alcuzas, medidas para sólidos y líquidos… eran fabricados a mano en el amplio sótano de esta pequeña tienda,
donde llegaron a juntarse hasta 18 operarios que debían trabajar con enorme
precisión, ya que de sus manos salían las medidas de aceite, leche o vino y un cántaro de veinte litros debía tener esa capacidad exactamente.. Allí,
en el sótano, todavía se conservan los añosos aparatos que se utilizaban para
cortar, curvar y domar las láminas de hojalata que demandaban lecherías,
molinos de aceite y tiendas en general de media España. Pero ya no hay
hojalateros. Los últimos fueron retirándose en los años ochenta cuando las
normas sanitarias y el acero inoxidable (también, por supuesto, el plástico), hicieron
que la demanda se redujera hasta lo meramente decorativo. Cuando, hace unos
días, acudí allí para preguntar por una churrera, me dijeron que el artesano
que se las suministraba dejó de hacerlas hace 30 años y, de vivir, ahora tendría
casi cien.
Ante el dilema de “renovarse o morir”, José María, que lleva allí desde la
adolescencia, decidió darle un pequeño giro al negocio y orientarlo hacia el menaje de
cocina, del que ha vivido los últimos años, vendiendo útiles culinarios que ya
no fabricaban en el sótano. Pero ya no puede aguantar más. A pesar de que la
cocina está de moda, la crisis es más fuerte y las ventas cada día son menos, aunque,
de vez en cuando, un objeto que aparezca en un programa con cocinero se pueda despachar
como rosquillas durante unos meses. Ocurrió, por ejemplo, con aquellos peladores de
ajos de silicona: en una semana, se vendieron 200, pero la moda pasó pronto y la última docena todavía
está en las estanterías. El caso es que estos picos de ventas, cada vez más
espaciados, no dan para mantener abierto el negocio con el que José María y
Nieves, su mujer, complementaban sus
pensiones estos últimos años. Seguro que sacan más alquilando este local de la
calle Imperial, esa pequeña cuesta que baja haciendo una “ese” desde el
ministerio de Asuntos Exteriores hasta la calle de Toledo, en una zona que reúne
algunos de los negocios más antiguos de Madrid.
Pared con pared, compartiendo el número 12 y un poco más antigua, la Sombrerería Medrano, especializada
en sombreros de época y eclesiásticos, sigue haciendo bonetes, mitras para
obispos o birretes cardenalicios a medida de las levíticas cabezas de sus parroquianos. Que dure
mucho.
Nota: todavía, durante este mes y mientras quede género, se puede comprar en la Gran
Hojalatería. Como se puede aprovechar la liquidación por cierre de una pequeña
tienda del barrio de Argüelles, Sky Menaje, donde venden a buen precio
estupendos utensilios para la cocina y la mesa. También se la ha llevado la crisis
Gran Hojalatería
Calle Imperial 12
Madrid
Sky Menaje
Meléndez Valdés 54
Madrid
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