En Madrid hay 13 restaurantes y tabernas que dicen tener más de 100 años. La lista la podéis encontrar en esta web, aunque imagino que ya se os ha venido a la cabeza el nombre de alguno de ellos como Lardhy o Botín.
Este último, fundado nada menos que en 1725, es, al parecer, el más antiguo del mundo.
Se trata de locales de corte clásico, que ofrecen unos menús basados en guisos madrileños de toda la vida, como el cocido, los callos o el bacalao. Es famoso el cocido de Lardhy -todo un lujo- pero no lo son menos los de La Bola (1879) o Malacatín (1895). Y que decir del bacalao de Casa Labra (1860), o los Soldaditos de Pavía de la Taberna Oliveros (1857). En esta lista “light”, tampoco desmerecen los callos de Casa Alberto (1827), la gallina en pepitoria de Casa Ciriaco (1887) o el cochinillo que sirven en Casa Botín (1725).
Como es lógico, las paredes de locales tan longevos recuerdan muchas historias.Desde el balcón de Casa Ciriaco, el anarquista Mateo Morral tiró una bomba contra el cortejo nupcial de Alfonso XIII y Victoria Eugemia, el 31 de mayo de 1906. El artefacto salió desviado al chocar con los cables del tranvía y cayó contra la multitud que aclamaba a los reyes , causando más de 30 muertos.
Allí solía acudir por esa época el escritor Julio Camba, que terminó publicando en ABC, pero que entonces era un anarquista confeso y amigo del terrorista. La policía le interrogó, pero le dejó ir. Camba es autor de uno de los libros más deliciosamente añejos sobre la gastronomía española: La Casa de Lúculo.
Lardhy y sus salones reservados fueron escenario de multitud de conjuras políticas. Allí el general Primo de Rivera acudía con sus ministros para celebrar reuniones secretas. Allí también, en una reunión reservada, se decidió, a propuesta de Azaña, que Alcalá Zamora fuera Presidente de la II República.
Lhardy además era un lugar de tertulia, frecuentado por los escritores de la época. Azorín, Baroja, Gómez de la Serna, Machado, Benavente, Blasco Ibañez, García Lorca... pasaron largas horas en sus salones. A Lorca le vemos en esta foto de un homenaje a Gómez de la Serna (de pie, en el centro)
Si Lardhy era uno de los locales favoritos de la generación del 98, los jóvenes poetas de la generación del 27 preferían otros locales. Su última reunión tuvo lugar en otro restaurante centenario: Los Galayos (1894).
Fue un homenaje a Luis Cernuda, al que asistieron, entre otros, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Pablo Neruda, Miguel Hernández, José Bergamín y Manuel Altolaguirre.
Y qué decir del Café Gijón (1888). Es el café literario de la postguerra. Alrededor de sus mesas hicieron tertulia escritores como Jardiel Poncela, Buero Vallejo, Cela, García Hortelano, Umbral o Vincent. Hoy es el único “café literario” que queda en Madrid.
En la Asociación de Tabernas y Restaurantes Centenarios de Madrid no figura la Taberna de Antonio Sánchez (1830), un torero y pintor que vio pasar por los veladores de mármol de su local,
en la calle Mesón de Paredes, a diestros míticos como Frascuelo, Lagartijo o Ignacio Sánchez Mejías o a Pintores como Zuloaga, que llegó a realizar allí una exposición.
Botín (1725), un sitio de “guiris” sentó a su mesa a uno excepcional, el escritor Hemingway, que se hizo amigo íntimo de los dueños y que cita al restaurante en una de sus obras: “Muerte en la tarde”. Al parecer fue (y sigue siéndolo) una excelente publicidad: John Dos Passos, Scott Fitzgerald y Graham Greene pasaron después por este restaurante, sin duda uno de los más literarios de Madrid. Galdós lo menciona en “Fortunata y Jacinta” y Gómez de la Serna le dedicó esta greguería: “Botín parece que ha existido siempre y que Adán y Eva han comido allí el primer cochifrito que se guisó en el mundo.”
De haber inaugurado sus salones tres siglos antes, Casa Alberto (1827) seguro que habría sentado a su mesa nada menos que a Cervantes, que vivía en el edificio cuyos bajos ocupa.
Casa Pedro (1796), un asador de postín abierto, estuvo de moda entre la gente del cine en los años 60. Allí, puedes sentarte en la misma mesa en la que comieron Alain Delon, Anthony Queen, Luis Buñuel, Sofía Loren o Sara Montiel.
En fin, la Taberna Malacatín sufrió incluso un atentado con bomba en los primeros años de la Transición.Su dueño, Isidro Díez, era un viejo ex legionario que se jactaba de haber ido a todas las corridas de toros celebradas en Las Ventas desde la inauguración de la plaza. Para refrendarlo te enseñaba un cuaderno con cubiertas de hule negro con las reseñas de todos los festejos.
(Por cierto, Casa Alberto está en la calle Huertas y no Huertos, un nombre este último que no figura en el callejero de la capital. La web de la Asociacion de Restaurantes Centenarios también tiene derecho a incluir erratas)
Imprimir
6 comentarios:
Hola!gracias,siempre viene bien esta informacion,porque muchas veces vas,en este caso a Madrid,y no sabes donde ir a comer.Y tambien viene bien saber algo de su historia por curiosidad.Por cierto,¿sabes algo de lo de la solicitud del trimeste que viene?ya nos lo diras el jueves,esque por desgracia para mi no puedo asistir al intensivo de verano por el trabajo,y me gustaria seguir el trimestre que viene.besos
Esta bien que estos sitios no cierren. Yo recuerdo de niña y a comer a casa Botin con mis padres. El jueves que viene hablamos del curso que viene. Besos para ti tambien.
HOLA, ME PARECE UNA BUENA PROPUESTA PARA EL FIN DE SEMANA: ME VAS A ARRUINAR PORQUE TAMBIEN PIENSO COMPRAR ALGUN LIBRO DE LOS QUE RECOMIENDAS
Pero....¿ylo que vas a disfrutar?.
pues si,siempre viene bien recordar viejos tiempos...Por cierto,la pasta fhilo una vez abierta¿Porque se estropea?¿es por que endurece o porque se pone mala?esque a mi me sobro y la tengo en la nevera bien cerrada y no esta dura,¿Me sirve o la tengo que tirar a la santa basura?jajaja
El problema es que se vuelve quebradiza y es dificil de manejar, pero no es que esté mala. Es muy importante que cierres bien el paquete.
Publicar un comentario