19 de febrero de 2013

El Oriente Próximo en Madrid

















Dice que la puedo llamar Alzahra. Que prefiere que su verdadero nombre quede en la nebulosa que, según parece, quiere poner por medio con su pasado. En su país, Irak, era maestra de escuela hasta que tuvo que huir de la guerra del golfo. El guardapolvos de tendera que viste tras el minúsculo mostrador de su tiendecita,  podría ser el que usase en la lejana escuela de primaria que se vería obligada a abandonar. Alzahra se gana la vida vendiendo comestibles árabes en un pequeño local con el mismo nombre, en la calle Amparo, en pleno barrio de Lavapiés. En él me atendió, con la misma dulzura que supongo que regalaba a los niños y niñas de su colegio mientras les enseñaba las letras.
Fui a Alzahra buscando ingredientes para el menú árabe de esta semana, que no había podido encontrar en las tiendas convencionales ni en las grandes superficies. Allí compré tahini, semillas de cilantro, cayena, ras el hanout, sésamo…
La tienda tiene de todo, a pesar de que no ocupará más de ocho metros cuadrados. No sólo comida árabe. Cómo ocurre en muchos comercios de este multirracial barrio, la oferta es muy ecléctica. En el humilde cartel sobre la puerta, Alzahra se define como especialista en alimentación africana, árabe, hindú y turca. Y de todo tiene un poco. Incluso espacio para los sacos de cinco y diez kilos de arroz y cous-cous, que los vecinos del barrio compran para ahorrar: al fin y al cabo los consumen  prácticamente a diario.
Alzahra no tiene productos frescos y la hierbabuena que necesitaba pude encontrarla un poco más arriba, donde la calle Amparo se cruza con la de Miguel Servet, en otro local, este más grande, que se anuncia con el rimbombante título de Food Center, y que ocupa el espacio de la antigua Comercial Olalde, una floreciente tienda de ropa de los años sesenta. Compré un buen ramo de hierbabuena y té Lipton, a menos de la mitad del precio que marcan otras tiendas de Madrid. El Food Center es frutería, carnicería, ultramarinos y casi todo lo que se puede pedir, como ocurre en la mayoría de los comercios que ocupan los espacios que dejan libres los locutorios, el negocio más repetido en Lavapiés.
Toda esa zona baja de Lavapiés está plagada de tiendas de alimentación: fruterías, con productos realmente exóticos que cada vez nos extrañan menos; carnicerías que anuncian como reclamo su condición Halal, es decir que las viandas que venden proceden de animales sacrificados según el rito musulmán; las ricas pastelerías árabes, casi pegajosas de miel y almendras. Lo normal, sin embargo, no es la especialización, sino que cada comercio puede tocar varios palos. Me hizo gracia uno, junto a la corrala de la calle Miguel Servet, que se anunciaba como Pastelería-Carnicería.
En una de estas pastelerías, Salamat, en la calle de Tribulete nº 10, compre un pan como el que vamos a hacer esta semana, y se me pusieron los dientes largos con el gran surtido de esos pastelitos sirios, libaneses o marroquíes tan deliciosos: baklawas, bormas etc.. El hombre de origen sirio que me atendió, me dijo que sus mejores clientes no son los inmigrantes árabes, sino los españoles que habían probado estos dulces en sus viajes.. 
Muy cerca, en otra de esas tiendas abigarrados que hacen a todo, encontré lentejas y hortalizas que nunca imaginé que existían: al dueño no le resultó fácil decirme qué eran. Digo lo de las lentejas porque las vi de siete u ocho colores distintos.
Si queremos hacer pinitos en la cocina árabe, es imprescindible acudir a Lavapiés para hacer la compra: se encuentra de todo.  Y ya que estamos allí, ¿por qué no quedarse a comer? En este barrio, en el que la película de Fernando Colomo situaba el  Próximo Oriente, hay un buen surtido de restaurantes árabes, senegaleses y, sobre todo hindúes: en la calle de Lavapiés el olor a curry indica que allí, posiblemente, esté la mayor concentración de restaurantes indios de Europa. En estos restaurantes estaban comiendo personas de rasgos árabes, marroquíes o indios, señal de que, por lo menos, son auténticos. Hay también, cómo no, un peruano, en la calle Miguel Servet. Tengo que probar alguno cuando vuelva por allí.
Y antes, me tomaré un vinito en Bodegas Belmonte. La popular bodega de San José de Valderas, nació como sucursal de la casa madre, que estaba en la calle de Tribulete, casi frente al Molino Rojo. Aquella bodega, con su hermoso mostrador de madera, desapareció, pero, en el número 4 de la calle de la Fe, un callejón que sale de la plaza de Lavapiés, queda todavía otra Bodegas Belmonte, que regenta una nieta de Ubaldo Sánchez, el fundador.
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6 comentarios:

anamelm dijo...

La de veces que he comprado ahí! Me ha encantado leer su historia. Es el sitio donde compro el za'atar tan difícil de conseguir en Madrid...

elena dijo...

Muchas gracias por su comentario. Es posible que coincidamos allí algún dia.

IVAN dijo...

¿Que significa Alzahra?

elena dijo...

Ni idea, pero es un nombre bonito.

juanjo dijo...

Según esta web http://www.tempuscronos.com/2010/08/20/medinat-al-zahra-medina-azahara/
significa "resplandeciente". Así, Medinat al.zahra, (Medina Azahra) sería la ciudad resplandeciente.

elena dijo...

Ya decía yo que era un nombre bonito