23 de septiembre de 2013

Mercados

















Ya sabéis cómo me atraen los mercados: es lo primero que visito en cualquier ciudad. Este verano he estado en algunos muy interesantes. Por orden cronológico,  el primero fue el Mercado del Carmen, en Huelva.  Es muy moderno. Por fuera, llama la atención su fachada colorista y metálica que esconde un enorme aparcamiento de varias plantas en altura. En la planta baja es donde encontramos el mercado, muy funcional, con sus 180 puestos en acero inoxidable, idénticos todos. Se distinguen por los colores de los rótulos: verde para las fruterías y verdulerías, azul para pescados y mariscos, rosa fuerte para carnicerías y charcuterías… En el mercado del Carmen hay excelentes fruterías -el campo de Huelva no sólo produce fresas-, muy buenas carnicerías, charcuterías bien surtidas (Jabugo, para quien  no lo recuerde, está en Huelva) y,  sobre todo, pescaderías extraordinarias. Pescaderías que ofrecen lo mejor que llega cada día de los puertos de Ayamonte, Isla Cristina, Palos o la propia Huelva. O de Portugal. Daba gloria ver las gambas blancas de Huelva, el atún de almadraba de la cercana Barbate, las coquinas o los jureles plateados, que casi deslumbraban. 
Pero lo que más me llamó la atención fueron los puestos de “chocos”, la sepia típica de la zona, que allí se prepara de mil maneras distintas. Y cuando digo se prepara, me refiero también a las distintas formas en que lo limpian y cortan en los puestos de chocos. El “choquero”  -vamos a llamarle así- pregunta a las clientas cómo lo quieren, y a continuación lo limpia y lo trocea si se va a hacer a la plancha, lo pica si se quieren hacer las riquísimas albóndigas de choco, e incluso los adoba, con ajo y perejil a gusto del comprador. ¡Una delicia! No es extraño que en un mercado muy concurrido, los puestos de chocos tuvieran las colas más largas. Por supuesto, compre chocos y con el picadillo y el adobo que le añadieron hice unas albóndigas de chuparse los dedos. También compré vinagre del Condado, otra de las maravillas gastronómicas de Huelva y, según creo, el único con denominación de origen en toda España. Una exquisitez

El mercado de pescados de Nador
En cuanto a instalaciones, el segundo mercado de este verano era el polo opuesto de los funcionales y asépticos puestos de Huelva: el mercado de pescado de Nador, una dependencia del abigarrado zoco de esa ciudad marroquí, vecina de Melilla. No creo que el más tolerante de los inspectores de sanidad español pudiera pasar por un sitio así sin ordenar el cierre fulminante. 
















Suelos encharcados, desconchones, moscas, pescaderos desaliñados… pero un pescado tan bueno o mejor que el de Huelva y mucho más barato. Aprovechando los precios, mi hermano, que es un experto en los mercados de la zona, se hizo con una buena partida de ventresca y una enorme langosta, viva aún, que tras pasar por la plancha resultaron una delicia en la mesa. Me hizo gracia ver como los pescaderos se sitúan casi metro y medio sobre la altura del suelo y cortan el pescado con una especie de machetes larguísimos que manejan con gran habilidad. Como iba de invitada, solo me llevé un manojo de oloroso de hierbabuena para contrarrestar los “aromas” del sitio.

El mercado de Zaidía
Los mercados marroquíes tienen siempre un puesto de hierbabuena. Un puesto que sólo vende esa olorosa hierba con la que se aromatizan muchos platos y es un ingrediente básico del té moruno.
En el mercado de Zaidía, a pocos metros de la frontera con Argelia, tampoco faltaba la hierbabuena. Este mercado casi parece medieval. Entrar allí es retroceder en el tiempo, y sumergirse en un mundo de olores, colores, voces que por aquí desaparecieron hace tiempo. Pocas carnicerías, que básicamente venden  cordero,alguna pescadería sin gran oferta, a pesar de la proximidad del puerto pesquero, y enormes puestos de frutas y verduras, llenos de colorido. Sandías, melones, tomates, higos, uvas, ciruelas estupendas, que son recolectadas en su punto justo de madurez y casi siempre en piezas gigantes. En un corralito también había unas gallinas picoteando por el suelo. Preferí no saber que es lo que hacen con ellas si pides una para hacerla en pepitoria.
A unos centenares de metros, en el puerto deportivo, tiene un hiper la gran cadena marroquí de supermercados  Marjane. No es fácil distinguirlo de un hiper de cualquier país de Europa, salvo porque tiene un surtido extraordinario de cous cous, vende cosas tan raras aquí como el aceite de argán o el vinagre de alcohol (no de vino) y tiene las bebidas alcohólicas en un departamento cerrado con llave para los marroquíes, que sólo te abren si te ven con pinta europea. No sé si el velo de la cajera era parte del uniforme.
PD Y, por supuesto, estuve en Super Turre. Eso no hace falta decirlo.
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Veo que has pasado un buen verano. Un beso
Lola

elena dijo...

Bueno pero ya muuuuy lejano