Aunque había oído hablar de este restaurante, nunca había
hecho mucho caso. Me parecía que las críticas favorables podían esconder una operación
más o menos encubierta de relaciones públicas de una empresa necesitada de
mejorar su imagen, totalmente desprovista de glamour. Pero a veces, en el sitio
más insospechado, salta la liebre. Hablo de Síngular Food, el restaurante del Makro Alcobendas. Viene avalado por Íñigo
Lavado, un chef de prestigio, pero no deja de ser un restaurante de batalla: de
menú del día y poco más.
Situado en un “corner” del aparcamiento del hipermercado, el
restaurante es un sitio funcional, decorado con desenfado y muy luminoso, gracias
a sus enormes cristaleras.
Cuando llegas, tienes que rellenar un formulario, en
el que marcas con una cruz lo que quieres comer, entre las tres modalidades de
Menús del Día, que propone más de 20 platos entre primeros y segundos y media
docena de postres. El menú base cuesta
13 euros (12,95) y si se quiere un segundo algo más caro, un euro más. Además,
por 9 euros se puede tomar plato único, en una selección de diez platos, que
parecen más que suficientes para satisfacer a quien no llegue con mucho apetito.
Por el mismo precio, 9 euros, se puede
llevar a casa una docena de los platos de la carta.
Rellenado el formulario, te dan el pan y un banderín con un
número, que debes poner en tu mesa para que las camareras, simpáticas y
eficacísimas, puedan localizar quién ha pedido cada plato.
Pero vayamos a lo que interesa: la comida. De primero, pedí
una ensalada templada de bacalao que resultó estupenda. El bacalao desalado en
su punto, ni salado ni soso, y perfectamente aliñado junto a una selección de
lechugas como la que venden en Makro. Porque en Singular Food se cocina con los
mismos productos que se venden en el supermercado. (Días después, en un
renombrado restaurante de Arévalo, la peor ensalada de bacalao que he tomado en
mi vida me costó más que el menú completo de Singular Food).
Mi marido dio
cuenta de un arroz cremoso de setas relamiéndose de gusto. Igual de
apetecibles, en la carta de primeros figuran
también una ensalada de pollo con vinagreta de queso, un cous cous con
guacamole, tomate y carne guisada o unos raviolis cremosos de setas y hongos
con tomate, por sólo citar algunos.
Mi segundo consistió en una brocheta de langostinos y
chipirón con salmorejo a modo de salsa, impecable en la elaboración. Pero
también en la calidad: una no espera encontrar marisco medianamente
satisfactorio en un menú del día que necesariamente debe ser económico. En
este, la relación calidad precio era más que buena.
El taco de buey asado que
tomó mi marido también daba el nivel. Me resultó curiosa la milhojas de patata
que llevaba de guarnición. Los huevos rotos
con patatas y jamón ibérico, el secreto ibérico con trigueros y cherrys o la merluza
a la plancha con patata roja y trigueros tampoco parecían malas opciones, pero
se quedarán para otro día.
Una tabla de quesos, que incluye tres bocaditos muy bien
seleccionados, y una torrija caramelizada con helado mantuvieron alto el nivel a
la hora de los postres.
Con pan, agua mineral y una copa de un buen Ribera de Duero,
la cuenta para dos subió a 28 euros: 30 con los dos cafés que pedimos para
redondear el almuerzo. Creo que es un precio muy ajustado para la calidad y la
cantidad (los platos son más bien generosos) que se ofrece y no me extrañó que,
desde que llegamos hasta que nos fuimos, no dejaran de llegar clientes que, por
el aspecto, parecían trabajadores del polígono industrial donde se encuentra
este Singular Food al que espero volver. Aunque me gustaría más que se
extendiera a los establecimientos que Makro tiene en Alcorcón o Leganés, que
son los que más frecuento.
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