La frase me vino a la memoria en la visita, la semana pasada, al 30 Salón de Gourmets, una exuberante y extenuante muestra de lo mejor que se produce en España en alimentos de la máxima calidad. Prácticamente descartados los productos frescos que por ser perecederos encuentran difícil acomodo en estas ferias, el salón es una extraordinaria sucesión de jamones, embutidos, quesos, aceites, vinos, licores, cervezas, mermeladas, conservas (vegetales y de pescado), dulces, helados, chocolates, cafés, infusiones y, en fin, todo lo que a una se le pueda ocurrir en este delicioso mundo de la gastronomía de alto nivel. Sería imposible reflejar la extraordinaria variedad de productos que se ofrecen en este inmenso salón, que crece exponencialmente cada año y que, por eso mismo, puede morir de éxito.
Todos tienen un común denominador que desmiente la frase que citaba al principio: su exquisita y elegante presentación. Cajas, botellas, tarros, latas, envases, etiquetas han sido cuidados al máximo por diseñadores capaces de hacer irresistiblemente atractivos unos productos de alta calidad antes de catarlos. La evolución ha sido muy rápida y lo mismo que en restauración España ha pasado de la fonda mugrienta que relataban los viajeros románticos, a la vanguardia mundial, en la presentación de nuestros productos se está saltando del envuelto con papel de estraza de ultramarinos y colmados, a vender “perfume en envases de perfume”. En esta especie de competición de diseño, me hizo gracia una marca vasca de croquetas, que presentaba su producto en cajas estrechas y alargadas como las de Nespresso. Sólo faltaba que fuese George Clooney quien las diera a probar.
Visité el primer Salón del Gourmet,en 1986, en un pequeño pabellón de la Casa de Campo, y, con la perspectiva de treinta años, está claro que el sector español de la alimentación se ha puesto las pilas para competir con países que en esto de comer bien nos llevaban muchos años de ventaja. El avance se ve con claridad en dos productos estrella de nuestras exportaciones: el vino y el aceite. Aquellos vinos ásperos y aceites malolientes que eran habituales hace no tanto tiempo, han dado paso a unos productos cuidados en su elaboración y presentación, que están en línea para competir con los mejores del mundo. y además son más baratos. Ahora sólo hace falta que el ejemplo se extienda a todo el sector, para que deje de tener razón el Marqués de Griñón cuando dice que habría que prohibir las exportaciones de vino sin embotellar, para que no sean otros países los que, comprando aquí a granel, saquen el máximo beneficio de nuestros productos.
Como digo, hacía estas reflexiones, a la vuelta del Salón de Gourmets, un lugar de goce y disfrute de todos los sentidos. Al día siguiente fui a comprar a Makro. Fue como pasar del Bulli a un restaurante de menú del día de un polígono industrial.
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