El restaurante Recreo está en el barrio de Salamanca, pero podría estar en cualquier otro sitio. Es más, lo lógico sería que estuviera en cualquier zona de la capital menos en esta. Si aquí no desentona, es porque está camuflado en la que quizá sea la calle menos comercial de este aristocrática barrio, la de Espartinas, situada en la trasera del rutilante núcleo de restauración que tiene por eje la calle Jorge Juan.
Su fachada pasa desapercibida para el paseante, que llega deslumbrado por los alardes de glamour de los nuevos locales que cada día compiten para atraer al pudiente vecindario que hace tiempo dijo adiós a la crisis, si es que la sufrió en algún momento.
Si por fuera no llama la atención, su interior no es más atractivo. Media docena de mesas y una pequeña barra, abierta a la vez a la sala y a la cocina, ocupan el reducido espacio del local, decorado en un informal y austero estilo “Diógenes”.
El estirado maitre de sonrisa profesional de otros locales es aquí un barbudo y campechano treintañero de vaqueros caídos que terminará por contagiarte su entusiasmo por la cocina del local. Lo tiene muy fácil, porque, una vez sentados a la mesa, empiezan a suceder prodigios con origen en los fogones que regentan el asturiano Pablo Montero y el toledano Alejandro Díaz, que, a pesar de su juventud, tienen un largo recorrido por algunos de los más importantes restaurantes españoles.
Lo ideal, se nos aconseja, es compartir algunos de los diversos platos que la carta indica por sus ingredientes: “níscalos-habitas-papada-escabeche”, “salmonete-néctar-pimiento-rábanos” o “quesada-manzana-toffe-galleta” que, efectivamente, es uno de los postres.
Ese día, además tenían unos espárragos de Navarra, fiernos y a la vez firmes, que se deshacían en la boca.
Fue el paso previo al salmonete-néctar-etc. que resultó soberbio y al que siguió un arroz meloso-pollo corral-colmenillas-picada, en una combinación tan atrevida como estupenda. Había que probar el “tartar vaca-trufa negra-yema-pan carasatu” y no nos arrepentimos. En tiempos en que el tartar se está desvirtuando a base de parecer en todas las cartas, este era una exquisitez.
La carta ofrece, antes de los dulces, una breve selección de quesos, que nos saltamos.
De postre, una torta de aceite con crema de limón, miel y romero, que resultó acertadísima.
Con café y vino (un frutal godello de José Arístegui) la carta para tres personas se quedó en cien euros: ¿se puede pedir más?.
Recreo es otra de esas arriesgadas empresas, así de memoria recuerdo ahora Nakeima y Soy Kichen, cuya calidad culinaria está muy por encima de la economía de sus jóvenes promotores a los que sobra entusiasmo. Nakeima y Soy Kichen han triunfado, han mejorado el local, subido los precios y tienen un lugar importante en la restauración madrileña. Lo merecían. Recreo va por ese camino.
Recreo taberna
Espartinas 5
Reservas: 910 334 379
Cierra domingos y lunes
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