Cada año es más inabarcable este Salón de Gourmets que cumple ya su 31ª edición. Dos cifras para ilustrarlo: 1.630 expositores y más de 40.000 productos. Productos gourmet, es decir, productos exquisitos, de una gran calidad y precios por encima (o muy por encima)de la media y que será muy difícil que encuentres en el supermercado, o incluso hipermercado, donde haces la compra habitualmente, a no ser que tu proveedor sea Sánchez Romero o El club del gourmet de El Corte Inglés.
Esta exuberancia da una idea clara de hasta qué punto nos hemos vuelto sibaritas a la hora de comer y también de como la industria alimentaria se ha puesto las pilas para sacar el mayor beneficio posible de los extraordinarios productos naturales que cultivan, crían y pescan nuestros agricultores, ganaderos y hombres de mar. Y cuando hablo de industria alimentaria no me refiero a esas grandes corporaciones que se llevan la parte del león, sino a miles de pequeños emprendedores que tratan de competir a base de la calidad de sus productos con las multinacionales del sector.
Es difícil intentar siquiera un resumen de lo que vimos en cuatro agotadoras horas recorriendo este reluciente cuerno de la abundancia que es el Salón de Gourmets. Sólo algunas pinceladas. Por supuesto hay muchos jamones, embutidos, conservas, mermeladas, vinos, licores, cervezas, dulces. Todos exquisitos, pero lo que llama la atención es hasta qué punto se ha mejorado en la presentación, empaquetado o embalaje. Ya no vale aquello de que el buen paño en el arca se vende: si todos hacen cosas muy ricas, hay que realzarlas con vellos envoltorios para intentar destacar. Así vemos botellas de aceite que parecen frascos de perfume; bombones de higo extremeños con la caja alargada de ese café en cápsulas que anuncia George Clooney;
o vino azul, que ni es vino ni es na, pero que seguro que da la nota en la fiesta más glamurosa… Otros, más contenidos eligen envoltorios tan elegantes (predomina el negro) para sus productos que, por fuerza, tienes que pensar que serán exquisitos.
La croqueta gana al sushi
En la gastronomía también hay modas. En este Salón de Gourmets retroceden a ojos vistas los sushis, sashimis y demás japonesadas, para dar paso a las croquetas, que se venden en cajas de diseño y con componentes inimaginables, en un terreno en el que casi todo está imaginado. Una casa gallega las vende de chorizo y berza o de salmón ahumado y queso de Cebreiro.
También se nota que el pan marca tendencia y, en cada esquina, aparece una panadería que promete lo mejor. En este caso, no hay envoltorio que valga, pero da gloria ver las hogazas, pistolas y barras de pan como las de siempre: ¿será también puro envoltorio?.
En bebidas sigue la moda de la cerveza artesanal y, aparte del extravagante vino azul, muchas bodegas ofrecen vermut, otro producto que se consume más cada día.
Naturalmente, la parte del león de esta feria se la llevan las bodegas, el aceite de oliva (espectacular el stand de Jaén), los jamones ibéricos, los mil maravillosos quesos a los que este país no hace justicia, las carnes (el stand de Castilla y León muestra una variedad que abruma) y las conservas, dulces o saladas, de pescado o vegetales…
Los que dan la nota
No me alargo más. Sólo os cuento algunos de los productos más llamativos, o quizá más extraños:
Infusión de cáscara de café, en bolsitas como el té, para un café light y, todo hay que decirlo, aguado. |
Agua mineral en tetrabrick, que parece que vas a beber leche |
Agua en un envase que convierte en diseño exquisito y transparente la humilde lata de cerveza |
Vino en porrón, de diseño, por supuesto |
El Eslogan de fresas de Europa, que evoca a la selección de futbol |
El nombre del vino granadino que parece reconocer el calificativo tópico que se da a la gente de esa tierra: "mala follá" |
Y dos productos clasicos que me encantaron, el salchichón de Vic de casa Riera Odeix (desde 1852) y la anguila ahumada del Delta del Ebro, de Roset. |
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