Aunque muchos ni lo sospechen, esta enorme aglomeración de
ladrillo, hormigón y asfalto en que vivimos tiene límites, se acaba. Y más allá
hay campo. Y en el campo, aunque pueda parecer insólito, hay agricultores, esa
gente rara que miran al cielo con prevención mientras cultivan cosas estupendas
que acaban en nuestras mesas. También hay ganaderos: sí, los de la ovejita, la
cabra y la vaquita, pero en serio.
Acostumbrados a los híper, a veces se nos olvida que toda
esa abundancia, esa variedad, de alimentos que compiten por atraer nuestra
atención desde los estantes, está allí porque hay agricultores y ganaderos. Y,
más grave, ya no recordamos que los alimentos transformados, conservados con
mil aditivos, y elaborados hasta que es difícil saber qué contienen, son algo
reciente. Aunque muchos, por jóvenes, apenas hayan visto otra cosa, no hace
tanto que las lechugas y tomates procedían de la huerta sin pasar por la cámara
frigorífica; el pescado no era congelado y el pan se amasaba con las manos y se
horneaba con leña.
Todo este discurso viene a cuento de que he estado en el mercado que cada primer sábado de mes organiza, en la Casa de Campo, la Cámara Agraria de Madrid y en el que agricultores y ganaderos venden directamente sus productos al público. Es decir, no hay intermediarios: del productor al consumidor.
La fórmula, es un éxito total. En la mañana del sábado, un
poco fría pero con un sol radiante, el
recinto estaba tomado por una multitud deseosa de probar y de llevarse a casa
las delicias que produce el campo madrileño. Decenas de personas esperaban largas colas
para comprar las hortalizas de Villa del Prado o de
Aranjuez.
Todo este discurso viene a cuento de que he estado en el mercado que cada primer sábado de mes organiza, en la Casa de Campo, la Cámara Agraria de Madrid y en el que agricultores y ganaderos venden directamente sus productos al público. Es decir, no hay intermediarios: del productor al consumidor.
Garbanzos La Ballena |
Aranjuez.
La pastora de Guadarrama |
Los aceites del sureste (Carabaña, Villarejo), las mieles de toda clase de flores, los garbanzos deQuijorna… Y los panes, esas hogazas de toda la vida, hechas con masa madre, que a más de uno resultan raras de lo poco artificiales que son. Y no se trata de productos ecológicos, aunque algunos puestos ofrecen sus producto con ese sello, como los vinos de Bodegas Morate, de Belmonte de Tajo, o la ganadería ecológica de Cenicientos.
Lácteos La Colmenareña |
Vinos Jeromín |
Como digo, el recinto estaba lleno hasta el punto de que no era fácil circular y, a veces, acercarse a los puestos era poco menos que imposible. Pero al final te abres paso y terminas cargando.Os cuento lo que compré: Una hogaza de pan candeal de La Panata, de Miraflores de la Sierra: una bolsa de garbanzos “La ballena” ,de Quijorna; Carne de ternera de Santa María de la Alameda; Leche decabra (5 litros) de Torrelaguna; Mantequilla La Colmenareña, de Colmenar Viejo y Anchoas de una pequeña empresa de salazones de Morata de Tajuña.
No me atreví a esperar la cola de los distintos puestos de verduras. Se ve que los más veteranos saben que hay que ir pronto, porque cuando llegamos, a eso de las once, ya se veía salir a muchos con su carro de la compra rebosante de verduras.
Cuando me iba había cola hasta para comprar la copa con la
que, por un euro, puedes ir catando los vinos de las diferentes bodegas. Por un
poco más puedes tomar incluso cervezas artesanales.
En fin: un éxito previsible. En el mercadillo de la Casa de
Campo coinciden intereses que cada vez es más difícil aunar. Por un lado, somos
muchos los que echamos de menos poder comprar productos frescos, de calidad y elaborados con cariño. Por otro,
hay agricultores y ganaderos que aman lo que hacen y que sólo necesitan
encontrar puntos de contacto con el consumidor que les permita vender y dar a
conocer el fruto del trabajo que les da de comer. En Madrid, la brutal
competencia de las grandes superficies parecía haber acabado con esta
posibilidad, pero mercadillos como este,
con su enorme tirón, demuestran que hay un hueco para los productos naturales,
frescos y de calidad. Y seguramente, la
forma más fácil e incluso más cálida de que los consumidores podamos llegar a ellos es la más vieja que se conoce:
el mercado semanal al aire libre. Ojo, no confundir con los mercadillos. Y
tampoco esperéis que los precios sean
más bajos: si se quieren productos de calidad el agricultor debe obtener una
ganancia que le compense por su trabajo.
Aquí podéis ver la lista completa de productores que vendían este sábado en el Mercado de la Casa de Campo
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Aquí podéis ver la lista completa de productores que vendían este sábado en el Mercado de la Casa de Campo
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5 comentarios:
Hace tiempo que no voy y, la verdad, lo echo de menos. A ver ahora si con el buen tiempo (cuando sea que llegue) me animo y vuelvo. Eso sí: prontito. Si no, es imposible.
Juanfran
Sienta mal madrugar en fin de semana pero merece la pena.
¡Ya lo creo que sí!
De todos modos los afortunados padres de pequeñas criaturas bien sabes que madrugamos sí o sí...
Estuve en el mercado ,,, interesante ,, pero demasiada gente ,, deberia ser todos los sabados y quizas no hubiera tanta aglomeracion ,, yo tambien compre los garbanzos la ballena ,, nos saldra un cocidito rico , rico
Tendremos que darnos prisa con el cocido antes de que llegue el calor
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