Lleno de humor y fina ironía, El Confidencial publicaba hace
unos días un decálogo de frases que jamás debe decir quien se las dé de experto
en vino. Expresiones como “yo soy más de Ribera” o “el tinto a temperatura
ambiente” delatan un conocimiento rudimentario del complejo mundo del vino,
que, seguramente, va acompañado de ese “postureo” tan de moda de dar vueltas y más vueltas al vino en la copa,
quizá buscando que se maree.
Incluso este “postureo” revela el interés creciente por el
vino. Como ha ocurrido con la cocina, cada vez es más la gente que se siente atraída
por este complejo e inabarcable mundo de sabores, colores y aromas, y trata de
adentrarse en él, aun a sabiendas de que casi es imposible llegar al final.
No se sabe qué fue antes, si la gallina o el huevo, pero,
como ha ocurrido con la gastronomía, el creciente interés por el vino corre en
paralelo con la extraordinaria revolución que se ha producido en su
elaboración, en la que se ha pasado del pisado a pie y las tinajas de barro, a
las más exquisitas y, a veces, exageradas técnicas de vinificación y crianza.
Hace poco, visité una bodega, en la que ponían canto gregoriano en la sala de
barricas.
Exageraciones aparte, la cuestión es que los vinos son cada
vez mejores y cada vez hay más gente que sabe apreciarlo y que incluso está
dispuesta a pagar más si lo que compra merece la pena. De momento, según los
entendidos, los vinos españoles están entre los más baratos del mundo si
atendemos a la relación calidad/precio.
Lo que antes eran ásperos vinos, elaborados sin cuidado, que se servían a granel en las
tabernas, ahora son productos de gran calidad, mimados en su elaboración,
crianza y presentación. Ya no sólo se hacen bien en la Rioja y la Ribera del
Duero, los vinateros se han dado cuenta de que un buen vino, bien presentado,
se vende mejor y produce más beneficio y han transformado sus viñas y bodegas
para ponerlas al nivel del Siglo XXI. Aquellos tremendos Cariñenas o Jumillas de
hasta 17º, se han transformado en vinos modernos sin perder su personalidad. Las
humildes garnachas de los graneles de las tabernas, son ahora la base de
elaboraciones extraordinarias. Los blancos jóvenes ofrecen una calidad y variedad
impensable hace un tiempo, aunque a algunos les parezca que el único blanco es el
verdejo de Rueda.
No hay más que ver la variedad increíble de vinos y marcas
que se ofrece en las estanterías de las vinotecas (antes bodegas) que están abriendo
por todas partes. Aparte de las bodegas de las grandes superficies, donde se
venden, sobre todo, las marcas más comerciales, hay algunas tiendas especializadas
que son auténticos templos del vino, donde se puede encontrar casi todo.
Bodegas y enotecas
Ahora se llaman enotecas, pero siempre se han llamado bodegas. La más antigua es Bodegas Santa Cecilia, en el barrio de
Argüelles, todo un clásico, que abrió hace casi un siglo, y que durante años
fue la meca en Madrid para todos los amantes del buen vino. Entre sus 5000
referencias se puede encontrar casi todo y de todas partes.
Más grande aún Lavinia, la mayor de España, con un amplio
surtido de champagnes y, por supuesto, vinos de todo el mundo. Algo más joven
que Lavinia es La Tintorería, para muchos la mejor vinoteca de Madrid y en la
que destaca su surtido de vinos extranjeros y de pequeñas bodegas españolas.
Barolo, es otra joven tienda que destaca por su oferta de
vinos italianos: más de 300 referencias. Los vinos franceses están muy bien
representados en La Fisna, una pequeña tienda gourmet del barrio de Lavapiés.
Cerca, en la Latina, encontramos la Bodega Madrueño, con más de un siglo de existencia, como su
casa madre, a pocos metros de la plaza de Callao.
Aparte de la variedad, todas ellas tienen en común que sus dependientes
son auténticos especialistas, que aman el vino y están encantados de aconsejar
al profano. En algunas, además, se organizan degustaciones gratuitas y cursos
de cata.
Y, apropósito de cursos de cata, un curso interesante para
la iniciación en este mundo del vino es el que imparte Almudena Pérez aquí, en
el CC Los Pinos.
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