Unos días después de escribir ese post, encontré en internet un documental de la directora norteamericana Stephanie Soechtig, que me puso los pelos de punta. Se titula Fed Up (Harto, en castellano) y describe, con gran aporte de datos y de opiniones expertas, el grave daño que el abuso del azúcar está haciendo a la salud de los ciudadanos estadounidenses. Los científicos que hablan en Fed up, no dudan en señalar a este dulce componente de muchos alimentos como el causante principal de la “epidemia” creciente de obesidad que se está produciendo en Estados Unidos. El film culpa a la todopoderosa industria alimentaria, que pone su cuenta de resultados por delante de la salud de los consumidores, de esta situación. Según los expertos que se expresan en el documental, la industria alimentaria (se refieren siempre a la que elabora alimentos procesados) utiliza las mil formas del azúcar para dar a sus productos (y no sólo a los dulces) un sabor más apetecible para el consumidor. Por tanto, es muy difícil evitar un consumo de azúcar por encima del aconsejable, ya que aunque se eliminen los alimentos que evidentemente la llevan, como los dulces, seguimos consumiendo más de la que debiéramos en otros productos que no imaginamos que contengan azúcar. Uno de los científicos que intervienen en el documental llega a decir que los refrescos azucarados (y todos sabemos a cuales nos referimos) deberían llevar etiquetas advirtiendo de su peligro para la salud como las cajetillas de tabaco. Pero, como ya hicieron las tabaqueras, la industria alimenticia, con más poder de presión incluso que la farmacéutica o la petrolera, consigue impedir con mil estratagemas que hasta los gobiernos mejor intencionados fracasen en el intento de ponerles normas para preservar la salud de los ciudadanos. Como digo, el documental se llama Fed up y no es difícil de encontrar en internet, aunque haya que verlo subtitulado porque de momento no está doblado al español.
Es uno más de esos filmes de denuncia que han proliferado en Estados Unidos a raíz del mítico Supersize me, en el que Morgan Spurlock, el director, documentaba con su cámara los peligrosos cambios experimentados por alimentarse sólo con productos de McDonals durante un mes entero. Spurlock, que antes del experimento pesaba 84 kilos, es decir, era delgado puesto que medía casi 1,90 metros, llegó a engordar más de 11 kilos, experimentó cambios de humor, disfunción sexual y daños en el hígado.
En la estela de Supersize me, en 2008 se estrenaba Food Inc. Otro duro alegato contra la comida basura y, en general contra la industria alimentaria, que ha conseguido volver del revés los sistemas tradicionales de producción agrícola y las costumbres alimenticias de la población, sin pararse en nada con tal de engordar su cuenta de resultados.
Como digo, en los últimos años han proliferado en Estados Unidos este tipo de documentales de denuncia, como podéis ver en esta página de internet.
En estos días en que se discute hasta qué punto el TTIP (Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones) puede acabar con los sistemas de la agricultura europea, mucho más respetuosa con el medio ambiente que la de Estados Unidos, no estaría de más echar un vistazo a estas advertencias que llegan precisamente de quienes ya están experimentando en su propia carne las condiciones que impone la industria alimentaria, puesto que se trata, como digo, de películas norteamericanas.
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