Como siempre por estas fechas, el turrón se ha enseñoreado ya de los estantes más notorios de los supermercados. Si tuviéramos que hacer un ranking de los ingredientes imprescindibles de la Navidad, estoy segura de que este maravilloso y calórico dulce no quedaría en mal lugar entre belenes, árboles, estrellas, villancicos, el gordo de la lotería y ese largo etcétera que, en estos tiempos, debería incluir también, Cortylandia, los atascos, o el “cuñao” sabelotodo y metepatas de la cena de Nochebuena.
La Real Academia define el turrón como “dulce, por lo general en forma de tableta, hecho de almendras, piñones, avellanas o nueces, tostado todo y mezclado con miel y azúcar”.
Sobre la base de esa definición hay casi tantas posibilidades de turrón como elaboradores. En los extremos podemos encontrarnos los turrones más exigentes, en los que casi se mide el calibre de las almendras, hasta esos ladrillos que cuesta despegar de los dientes y que llamamos turrones por aquello de los “parecidos razonables”. Hay mil marcas, con una amplísima gama de precios. Pero entre ellas hay unas cuantas que podríamos considerar la aristocracia del turrón.
Como toda aristocracia, son de rancio abolengo, es decir, existen desde tiempo inmemorial, pero curiosamente, la mayoría no están en Alicante o Jijona: las patrias del turrón.
Turrones con pedigrí
Para los entendidos, uno de los mejores turrones se fabrica en Gijón bajo la marca Turrones Federico Verdú. Con ese apellido, es fácil deducir la ascendencia valenciana y, efectivamente, así es: los Verdú proceden de una familia alicantina que se instaló en la ciudad asturiana en 1882. Venden sus exquisitos productos (turrón de Jijona, Alicante, chocolate, terronico, polvorones y almendras imperiales) solamente en sus dos tiendas “gijonencas”, aunque ahora también han abierto su mostrador en la red.
Los torronaires
Nyèbits y torronaires, Isidre Nonell |
Un pionero de estos torronaires fue don Luis Mira, que en 1857 dejó su Jijona natal para dar a conocer sus turrones en Madrid. Dicen que antes lo había intentado cuatro veces, pero que como su turrón era tan bueno, se le acababa antes de llegar a Albacete. Por fin pudo llegar a la capital y allí puso su tienda, Casa Mira, a un paso del Congreso de los Diputados, que se acababa de inaugurar.
Turron de Jijona de Casa Mira |
Lo dicho anteriormente, no quiere decir , ni mucho menos, que no se hagan turrones extraordinarios en su patria chica. En Jijona se produce el 1880, que se hizo un hueco en el mercado con el eslogan de “el turrón más caro del mundo”; o el de Pablo Garrigös, otro nombre que debe aparecer siempre entre la aristocracia turronera.
Fuera de la influencia Jijona-Alicante, no nos podemos olvidar de los excelentes turrones de Agramunt, en Lérida, que también se hacen con avellana, y que, como los dos anteriores, tiene Indicación Geográfica Protegida. El más conocido, Torrons Vicens, que empieza a abrir franquicias por toda España. Sin denominación de origen, pero con tradición de siglos, citemos por último los turrones de La Alberca, con miel de la Sierra de Francia y almendras de los Arribes del Duero. Todavía hay cuatro familias que hacen turrón en esa población salmantina. Entre ellas la de más fama es Turrón Mancebo.
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2 comentarios:
Ya probé el turrón. Esta igual de bueno, aunque es algo más caro
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