15 de mayo de 2017

Restaurante Trivio

En la mayoría de las ciudades españolas la calle de Colón suele ser una vía de cierta importancia. En Cuenca, es una calle anodina, en la parte baja de la ciudad, ajena a esa belleza sencilla de la parte vieja, que se asoma a la hoz del Júcar desde las Casas Colgadas y la ermita de las Angustias. En esa calle, con un cartel tan sencillo que parece un intento de pasar desapercibido, está Trivio, el restaurante que en poco más de un año se ha colocado a la cabeza de la moderna cocina conquense, cuya única referencia conocida era hasta ahora Manuel de la Ossa con su aclamado restaurante de las Rejas, en Las Pedroñeras.
Estuve allí la semana pasada y doy fe de que la fama es merecida.
El local tiene una zona de bar amplia para tapear o comer de manera más informal, tanto en la barra como en mesas altas; y otra, de restaurante propiamente dicho donde se sirven tres tipos de menús degustación con precios entre 35 y 65 euros, bebidas y cafés aparte.
Elegimos el tradicional, el más barato, al que añadimos una croqueta, para comprobar si el jurado del exquisito Madrid Fusión había acertado, el año último, al darles el premio a la mejor croqueta de España. No he probado las de sus competidores, pero esta es de premio. Crujiente por fuera, con un empanado de corteza de pan rústico, y cremosa, muy cremosa, por dentro. Buen comienzo, al que siguió el Hooper de ajo arriero, que consiste en una pequeña tartaleta de masa fermentada de coco y arroz, que se rellena con un suavísimo ajoarriero. Muy bien.
 Entramos en el menú propiamente dicho, que comenzó con una caballa macerada en vinagre con un cierto estilo japonés, presentada en una especie de trampantojo, es decir, el plato, en forma de pescado, parecía prolongar los dos bocaditos del pez que nos sirvieron para dar paso, a continuación a una crema de alcachofas con espuma de pipas y snaks otra vez de alcachofa, de gran delicadeza, que combinaba a la perfección texturas y sabores.

Para los cuatro comensales fue el plato estrella del menú, que siguió con un plato de lentejas algo menos importante, pero también de interés.
El plato principal se da a elegir entre carne y pescado. Quienes eligieron carne fueron servidos con un cordero confitado a baja temperatura con el que se chuparon los dedos.
El pescado, merluza con caldo ligado de ave, ajo y almendra, tuvo división de opiniones, quizá por que se sirvió un poco fría.
Todo acabó con una fresca versión del lemon pie y un buen café, con unos sencillos petit fours bien ricos, y el saludo del Chef, Jesús Segura, que como el día, un martes, no estaba muy estresante, tuvo tiempo de venir a preguntar si estábamos satisfechos: Mucho.
Cuando una come bien, la cuenta parece importar poco, pero si encima se queda en menos de 160 € para cuatro personas que tomaron varias copas de un excelente tempranillo de la Ribera del Júcar, agua, dos cafés, más las cervezas previas, sales diciendo como McArthur: Volveré.
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