Estuve allí la semana pasada y doy fe de que la fama es merecida.
El local tiene una zona de bar amplia para tapear o comer de manera más informal, tanto en la barra como en mesas altas; y otra, de restaurante propiamente dicho donde se sirven tres tipos de menús degustación con precios entre 35 y 65 euros, bebidas y cafés aparte.
Elegimos el tradicional, el más barato, al que añadimos una croqueta, para comprobar si el jurado del exquisito Madrid Fusión había acertado, el año último, al darles el premio a la mejor croqueta de España. No he probado las de sus competidores, pero esta es de premio. Crujiente por fuera, con un empanado de corteza de pan rústico, y cremosa, muy cremosa, por dentro. Buen comienzo, al que siguió el Hooper de ajo arriero, que consiste en una pequeña tartaleta de masa fermentada de coco y arroz, que se rellena con un suavísimo ajoarriero. Muy bien.
Para los cuatro comensales fue el plato estrella del menú, que siguió con un plato de lentejas algo menos importante, pero también de interés.
El plato principal se da a elegir entre carne y pescado. Quienes eligieron carne fueron servidos con un cordero confitado a baja temperatura con el que se chuparon los dedos.
El pescado, merluza con caldo ligado de ave, ajo y almendra, tuvo división de opiniones, quizá por que se sirvió un poco fría.
Todo acabó con una fresca versión del lemon pie y un buen café, con unos sencillos petit fours bien ricos, y el saludo del Chef, Jesús Segura, que como el día, un martes, no estaba muy estresante, tuvo tiempo de venir a preguntar si estábamos satisfechos: Mucho.
Cuando una come bien, la cuenta parece importar poco, pero si encima se queda en menos de 160 € para cuatro personas que tomaron varias copas de un excelente tempranillo de la Ribera del Júcar, agua, dos cafés, más las cervezas previas, sales diciendo como McArthur: Volveré.
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