14 de octubre de 2014

Cerveza La Cibeles


No sé qué ocurre con la quinoa que en todas partes se habla de ella. No hay espacio de cocina en cualquier medio de comunicación, audiovisual o impreso, que no haga referencia de vez en cuando a este cereal o, más exactamente, pseudocereal andino. Aparte de sus usos culinarios se alaba su condición de alimento completo, que, al parecer, reúne los ocho aminoácidos esenciales para el ser humano. El cereal del futuro, se dice en esta campaña que parece tener un inagotable respaldo económico.
Lo digo porque, la pasada semana, en un taller de la cátedra Ferran Adriá al que acudí, se hizo una presentación de tapas a base de quinoa o quinúa, como se pronuncia en el altiplano de Bolivia y Perú, la tierra de Irina, la concursante de Top Chef, que oficiaba en los fogones. Las tapas no estaban mal, pero no estoy muy segura de que la quinua sea lo más indicado para  elaborar esos pequeños bocados que acompañan a la cerveza. El taller trataba del maridaje entre ambos productos, algo que se me antoja asunto para expertos, cuando todavía no tenemos resuelta la cuestión de los maridajes del vino.
La cerveza, sin embargo estaba estupenda. Era de la marca LaCibeles, una pequeña compañía que elabora sus productos de forma poco menos que artesanal. Al contrario que la quinua, los animosos chicos que hacen esta cerveza se tienen que buscar los huecos para darla a conocer: lo mismo los ves en la cátedra Ferrán Adriá, que en el Mercado de Productores del Matadero, o en la Feria Agromadrid, de Villarejo de Salvanés. Parece que van consiguiendo su objetivo, porque sus cervezas no faltán en algunas de las más afamadas tiendas gourmets de Madrid y en la barra de algunos de los restaurantes jóvenes de más éxito. No es tan habitual verla en los bares, pero no creo que sea ese su principal objetivo, ya que tendrían que luchar en esa guerra soterrada que se traen los grandes grupos cerveceros, con sus contratos exclusivos y su política parecida a la de las franquicias: David contra Goliath.
Pero La Cibeles hace una estupenda cerveza (en realidad 7 tipos diferentes de cerveza) que no pasa desapercibida para los entendidos: el pasado mes de septiembre, dos de ellas, Cibeles Sout y Cibeles trigo se llevaron las medallas de plata y bronce en sus respectivas modalidades del campeonato asiático de la cerveza artesanal celebrado en Yokohama, Japón. Cerveza de autor, para quienes saben disfrutar de sus variedades: rubia, castaña, morena, Ipa, Imperial, Stout o Barley wine entre otras. Esta última, con nueve grados,  incluida entre las diez mejorescervezas artesanales, según una clasificación del diario ABC. En tiempos su slogan decía "Hecha para cuatro gatos" pero poco a poco, no sin esfuerzo, La Cibeles se va abriendo paso en el mercado. Pusieron su primera fábrica, hace tres años, en una nave del Ventorro del Cano y ya se les ha quedado pequeña. Ahora se han mudado al polígono de San José de Valderas (son mis vecinos), a un espacio mayor, pero sin perder un ápice de su vocación artesanal.
 Ellos, en su afán por difundir su producto, organizan catas y visitas guiadas a la fábrica, si es que se puede llamar así a ese espacio de fachada colorista y menos de 1000 m2 que nunca dará lugar a esas operaciones inmobiliarias que otras grandes compañías han llevado a cabo con los enormes espacios de sus factorías en Madrid. Ellos compiten desde lo pequeño, por eso se pueden atrever con sabores y aromas que para las grandes no serían rentables
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