15 de diciembre de 2010

Noticias de Lisboa


-Mi tienda favorita Braz & Braz se ha mudado y en el camino se ha dejado ese aire de tienda de los sesenta en la que encontrabas lo que no hay en la sección de hogar de El Corte Inglés. La nueva tienda es más moderna, está mejor organizada (no mucho) y, sin duda, es interesante, pero ya no tiene aquellos cachivaches antediluvianos y kich que la diferenciaban de las demás. Eso sí, como cualquier tienda de cocina lisboeta, sigue vendiendo los moldecitos para los Pasteis de Belem. Y sus dependientes y dependientas siguen cumpliendo años, impecablemente vestidos con sus batas azulonas que parecen diseñados para la apertura de la primera tienda en 1777. De todas formas, a menos de 200 metros del nuevo Braz & Braz, está Pollux, que sigue anclada en el tiempo y en sus cuatro plantas esconde sorpresas “de coleccionista”. En la quinta, en la terraza, hay una extraordinaria vista sobre los tejados de la Baixa lisboeta
-En los comercios de Lisboa, lo mismo en el Pingo Doce que en la tienda más humilde, no había azúcar. El tema era una de las noticias principales en los periódicos y las televisiones este fin de semana. Parece que se trataba sólo de un pequeño problema de abastecimiento, pero se creó tal psicosis de acumulación, que, ni limitando a dos kilos la venta por cliente hubo suficiente azúcar. Poco a poco, todo se va normalizando y las autoridades dicen que, de cara al fin de semana, habrá azúcar para dar y tomar, incluso teniendo en cuenta que en estas fechas aumenta mucho el consumo. Y más en Portugal, que seguramente es el país con más pastelerías “per cápita”. Parece mentira, en pleno siglo XXI y en la Unión Europea.
-La cocina portuguesa mejora a pasos de gigante. En estos días he comido en tres restaurantes estupendos.
-El mejor se llama Alma y está en el barrio de Santos, que se está poniendo de moda.

Alma

En una sala de decorada en blanco riguroso, en la que apenas pueden sentarse 30 comensales, el chef Henrique Sa Pessoa, uno de los jóvenes talentos de la cocina portuguesa, ofrece menús muy sencillos y sofisticados a la vez. Dos platos nos dejaron impresionados: el lechoncillo confitado con fondant de batata dulce y el bacalao con puré de garbanzos y su vinagreta, tempura de anchoa y tomate seco. Algo exquisito y, además a un precio razonable: el menú degustación de cinco platos, con maridaje de tres vinos y café sale por 50 euros.
-La noche anterior estuvimos en De Castro Elias, un pequeño restaurante cercano a la Fundación Gulbenkian, el museo más interesante de Lisboa. Allí el cocinero es un veterano, Miguel Castro Silva, y ofrece platos de la cocina tradicional portuguesa con toques modernos, que los hacen más ligeros.Merece la pena ir picando pequeños bocados y raciones.

De Castro Elias
Yo destacaría entre todo lo que probamos las almejas en un guiso con feijoa manteiga (un tipo de alubias canela muy delicadas). Tiene precios razonables, tirando a baratos, o muy baratos si se compra para comer en casa, porque cualquiera de los platos de la carta se puede adquirir, recien hecho, en una pequeña tienda en la puerta de al lado. A destacar, el juego que los decoradores han sacado a los mueblesde Ikea.
-El tercero se llama Largo, y está en el Barrio Alto.
Es el típico restaurante caro y de diseño, pero con buena cocina. Como a mediodía da un menú ejecutivo a precio razonable fuimos allí y me ha quedado en la memoria un risotto de bacalao realmente notable.

Largo, un restaurante de diseño
 Esos han sido los descubrimientos, porque lo que ya sabíamos es que, en cualquier restaurante de Lisboa se puede comer bastante bien si se pide bacalhau o pescado a la parrilla. Lo uno, porque siempre está bueno cuando se toma en Portugal. Lo otro, porque es fresco y no se le estropea con guisos poco afortunados. Comí un rodaballo muy bueno en un modesto restaurante al que van oficinistas del barrio de Rato, y que se llama JR, como el malo de Dallas. Y bajando por las cuestas y escaleras de Alfama, me dieron unas buenas sardinas asadas en otro local que se llama “A casa dos crérigos”.
También disfruté de los desayunos con las deliciosas torradas de dos pisos y mantequilla salada. Pero esta vez, aunque parezca increible, no tome los Pasteis de Belem. Razón de más para volver pronto.












2 comentarios:

Noe dijo...

que envidia!una por ir a Lisboa que por lo que dicen es muy bonito y otra por todos los platos que has desgustado,me gusta mucho probar comidas nuevas y mas si ya te lo dan echo,jajaja,espero que lo pasaras muy bien

elena dijo...

Bien no, GENIAL. Feliz año Noe, ya te echaba de menos