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8 de mayo de 2018

En un supermercado inglés de la Costa de Almería

En la zona sureste del Mediterráneo español, viven muchos ingleses que, aunque sean jubilados en su mayoría, también comen. Pero, en esto como en todo, se suelen adaptar malamente a los usos y costumbres locales. Y como la gente está a la que salta, en toda esa zona (Alicante, Almería, Málaga) han proliferado las tiendas y supermercados para ingleses, regentados por ingleses y atendidos por un personal que apenas habla unas palabras de español, para ofrecerles lo que están acostumbrados a comer.
Y ¿qué venden estos supermercados que no se venda en uno español?
En Vera, Almería, hay una gran superficie, Iceland, enfocada especialmente a los británicos que viven en los alrededores. Para los veratenses es como si no existiese.
Un recorrido, por sus lineales, permite muy bien comprobar las diferencias de hacer la compra en este establecimiento y el Mercadona más cercano.
Lo vamos a ver en nueve productos o tipos de productos.


1. El cordero es carnero. A la entrada de Iceland un cartel llama nuestra atención: Pierna de cordero a 8,90. No es lechal, recental, ni pascual. Se trata de piezas de corderos de más de un año, que seguramente pesan más de tres kilos. Es la más pura tradición inglesa.  

2. El Te. Junto al cordero, está en oferta especial un té, que se vende en envases de 200 bolsitas. Los hay en paquetes mayores que, además, son muy baratos. La afición de los ingleses por esta infusión hace que sus supermercados ofrezcan gran variedad de marcas, cada una con distintos tipos de té, algunos desconocidos en España. Si eres aficionado, es bueno comprar el té en estos sitios: como hay más rotación, suele estar menos seco que en los súper españoles   

3. Legumbres. Se limitan, casi exclusivamente a las alubias, imprescindibles para los baked beans, ese estofado de alubias con tomate, que los ingleses pueden tomar a cualquier hora, especialmente en el desayuno. Suelen ser alubias cocinadas y en conserva. La variedad es muy grande.

Desayuno Inglés  
En general, los ingredientes del desayuno inglés, la principal comida de los británicos, ocupan amplios espacios en los lineales del supermercado. Decía William Somerset Maugham que “para comer bien en Inglaterra es recomendable desayunar tres veces”. En Iceland se puede elegir entre una gran variedad de pan de molde, mantequillas en envases enormes, una sorprendente diversidad de cereales (no vi los Kellog’s), un surtido notable de bacon y, por supuesto, otra de las especialidades inglesas:  

4. Las mermeladas. Las hay de todos los sabores, con todos los componentes que se puedan imaginar, en una competencia que reúne cada año miles de posibilidades en el Festival Mundial de la Marmelade. Por supuesto, la mermelada inglesa por excelencia es la de naranja amarga, pero a mi me llaman especialmente la atención todas esas elaboraciones de frutas del bosque, ruibarbo, lima, menta y hasta sandía, que son una sorpresa permanente para los españoles, acostumbrados al sota, caballo y rey de la oferta de mermeladas de nuestros super.

La repostería de Miss Marple  
En los desayunos británicos y a la hora del té nunca faltan las tartas y bizcochos de elaboración casera. Todos tenemos en la retina esa imagen del ama de casa inglesa, tipo miss Marple, horneando, uno tras otro, deliciosos pasteles. Y, lógicamente, los supermercados están listos para venderles lo que necesiten.

5. Harinas y preparados para la repostería casera. Hay harinas de todos los tipos: trigo, avena, centeno, maíz… mil productos para dar sabor, color y volumen a las tartas caseras, que conviven con un increíble surtido de tartas y bizcochos preparados, que se venden congelados o no.

6. El de platos preparados también es un departamento muy amplio en este supermercado. Es una tendencia mundial, pero en el Iceland inglés de Vera hay una desmesura. Casi cualquier clásico de la cocina universal, europea, asiática o americana, se puede comprar aquí, envasado en vistosas latas y cajas que desatan los jugos gástricos. Con esta variedad y la poca destreza local en los fogones, no extraña que algunas inmobiliarias del Reino Unido hayan empezado a vender casas sin cocina. Faltaban las paellas, lo cual es muestra de prudencia dada la susceptibilidad nacional al respecto y la imaginación británica en la elaboración del más universal de los platos españoles.

7. Italian food. Imaginación que tampoco faltaba en el departamento, muy amplio, de cocina italiana. Y no es sólo que pongan piña en la pizza, sino que son capaces de cubrirla de los ingredientes más inverosímiles. Vi hasta una pizza de chocolate con grosellas y frutos secos para postre.

8. Los zumos también se ofrecen al comprador con una variedad inimaginable aquí. En Iceland, los zumos de frutos del bosque tienen la competencia de las frutas tropicales, papaya, lima, etc., hasta una variedad en la que no falta, claro esta, los de naranja y limón. Aquí habría que hablar también de las aguas embotelladas con sabores: limón, grosella, lima…

9. Casi general ausencia de productos frescos: pescado y verduras eran congelados. Quizá es lógico, teniendo la competencia de los puertos pesqueros cercanos o la exuberancia del mercadillo semanal de Vera, donde los compradores ingleses, que son legión, se provén de frutas y verduras.

El Iceland de Vera, lógicamente, no es el prototipo del super inglés, donde hay, casi siempre, una gran variedad de productos (el departamento de alimentación de Harrod’s es la tienda más completa que conozco), pero si da una idea del poco aprecio de los británicos por la comida. Aunque no tanto como para dar la razón a aquel francés que dijo que “los ingleses inventaron la sobremesa para olvidar la comida”.




3 de mayo de 2010

¿Es rápida la caja rápida del supermercado?



Un tal Dan Meyer publica un artículo en su página web (puede consultarse en inglés aquí) en el que resume las conclusiones que sacó después de observar durante hora y media el movimiento en las cajas de un supermercado.
Meyer se fijó especialmente en la caja rápida (esa que admite sólo compradores que lleven un reducido número de artículos)y la comparó con las normales. Su conclusión fue que muchas veces es más interesarse ponerse a la cola de una caja normal, aunque delante vaya una persona con un carro lleno, que en otra “rápida” donde haya 4 o 5 personas que lleven cada una 5 o 6 artículos.
La razón es muy sencilla; la cajera emplea más tiempo en cobrar que en pasar los productos por el escáner.
Cuenta Meyer que el gerente del supermercado, que al principio no estuvo muy colaborador, finalmente proporcionó unos datos que fueron de gran utilidad para dar una base matemática a su teoría.
Según esos datos, que se basan en los registros informáticos de las distintas cajas, la cajera tarda 2’8 segundos en pasar cada producto por el escáner, mientras que en cobrar a cada cliente emplea una media de 48 segundos. (Al parecer los que menos suelen tardar en pagar son los que lo hacen en efectivo, mientras que quienes pagan con tarjeta necesitan más tiempo y aún más quienes abonan la compra con cheques, algo que aquí no se hace casi nunca)
Vamos a verlo en un ejemplo


Como vemos en el gráfico, en la caja de la izquierda, que suponemos que es la cája rápida, hay cuatro clientes que llevan en sus cestas 3, 5, 2 y 1 productos respectivamente.
Al lado, en la caja normal, hay un solo cliente pero con un carrito que lleva 19 productos.
¿En qué cola debemos situarnos para terminar antes?
Aquí entran en juego las matemáticas. Si en la cola expres hay cuatro clientes y la cajera emplea 48 segundos en cobrar a cada uno, nos encontraríamos con que, sólo en cobrar, va a tardar 3 minutos y doce segundos. Además, entre los cuatro clientes suman un total de 11 productos, lo que quiere decir que, a un ritmo de 2’8 segundos/producto, la cajera tardara medio minuto en pasarlos por el escanner.
Así que si nos ponemos en la cola expres, tendremos que esperar 3 minutos y 48 segundos.
Ahora veamos lo que ocurre en la cola normal, donde sólo había un cliente, pero con 19 productos. La cajera tardará 53 segundos en pasarlos por el escanner y 48 segundos en cobrar. En total, 101 segundos, o lo que es lo mismo 1 minuto y cuarenta y un segundos. Es decir, poniéndonos en la cola normal llegaremos a la meta casi dos minutos antes.
El autor del artículo señala que estos son tiempos medios, obtenidos tras cruzar cientos de miles de datos. Sin embargo, en el tiempo real que una cajera emplea en atender a un cliente pueden intervenir otros factores. Por ejemplo, que la tarjeta de crédito tenga la banda magnética defectuosa, o que el cliente lleve cupones descuento que la cajera debe restar de la cuenta. Eso sin contar que un comprador le diga un piropo o que discuta con ella y haya que llamar al supervisor. De acuerdo en que esto puede ocurrir en cualquiera de las dos colas, pero hay más probabilidades de que suceda en la cola en la que hay más clientes.

En todo caso, lo que no se debe hacer es cambiar de cola. Las leyes de Murphy nos avisan de que si cambiamos de cola porque pensamos que la de al lado va más rápida, esta se vuelve inmediatamente más lenta, mientras que la cola en la que estábamos empieza a avanzar con gran fluidez. Pero no nos trae cuenta regresar porque a la cola en la que estábamos en un principio se le han añadido otros clientes con carritos llenos que lo hacen poco aconsejable. Además si lo hiciéramos, si regresáramos a la primera cola, esta otra vez iría más lenta. Sobre las leyes de Murphy y otras variantes que pueden influir en la velocidad de avance de una cola de supermercado ha escrito un sesudo artículo Carlos Jaime Puente Sánchez, en su web PISANDO CHARCOS.

Deberes para esta semana
Según los parámetros expuestos anteriormente, ¿en qué cola de las que se ven en este esquema deberíamos colocarnos para salir antes del supermercado?


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