Al terminar la cena, en casa de los Roger, mis amigos de Lyon, siempre sacan a la mesa una tabla con tres o cuatro quesos. No podría ser de otra manera o, al menos, en chez Roger no parece que conciban otra manera de terminar la última comida del día.
Brillant Savarin, el mítico autor del primer libro sobre gastronomía (Fisiología del Gusto, 1825) llegó a decir que “una comida sin queso es como una mujer hermosa a la que le falta un ojo”. Churchill, que como buen inglés no era sospechoso ni de gastrónomo ni de francófilo, veía en la afición de los franceses por el queso poco menos que el alma gala: “Un país que produce casi 360 tipos distintos de queso no puede morir”. Camembert, Brie, Emmental y Roquefort, junto con el Gruyer, son, seguramente los quesos más conocidos del mundo y todos, salvo este último, son franceses, como lo es el amor con que los elaboran y la pasión con la que los defienden. Todavía recuerdo la cara de un granjero de la Provenza cantando a sus posibles clientes del mercadillo de Tarascon las alabanzas del queso que él mismo elaboraba: parecía entrar en éxtasis. Curiosamente, los franceses sólo son los segundos consumidores del mundo. Según la FAO, el primer puesto les corresponde a los griegos con 27’4 kg per cápita al año. ¿Y los españoles?
La estadística del Ministerio de Agricultura dice que cada español consume al año algo menos de ocho kilos de queso y que nuestra producción, 400.000 toneladas, nos deja fuera del ranking de los 10 mayores productores del mundo. Sin embargo, somos uno de los países con más variedad de quesos, sobre todo de leche de oveja y de cabra. Hay que tener en cuenta que España es el mayor productor europeo de leche de oveja y el segundo de cabra. Tenemos cientos de tipos de queso y 26 de ellos están amparados por el marchamo de calidad de la Denominación de Origen, pero un español medio no sabría citar más de tres o cuatro. Más allá del Manchego, el Cabrales, el de Tetilla y, desde no hace mucho, la Torta del Casar, nuestros quesos son unos completos desconocidos en nuestro propio país y, mucho más, en el extranjero. No sé si se debe a la falta de demanda o a la escasez de la oferta, pero en los mejores supermercados apenas se encuentran seis o siete variedades de quesos autóctonos, pero no es difícil comprar un Brie, un Camembert, un Parmesano o un Feta. Un apena, porque eso y no otra cosa es que desconozcamos quesos tan deliciosos como el Idiazabal vasco-navarro, el Payoyo gaditano, el Gamoneu asturiano o el cremoso queso orensano de Arzúa. Por no hablar de los de Zamora, de Mahón, de los Ibores, del Roncal o los majoreros. O los frescos de Villalón y Burgos.
Aquí mismo, en la comunidad de Madrid, hacen excelentes quesos en Campo Real, Colmenar Viejo, Guadarrama o en Colmenar de Oreja donde más de una vez he comprado los extraordinarios quesos de tipo manchego de Ciriaco.
Siempre estamos a tiempo de invertir la tendencia. Busquemos, pidamos y disfrutemos de nuestros quesos. Quizá no es fácil encontrarlos cerca, pero en Madrid hay algunas extraordinarias tiendas especializadas, como Poncelet, de la que ya hemos hablado aquí; la Boulette, en el Mercado de la Paz; La quesería, en Blasco de Garay 24, o Los quesos de l’Amelie, en Torrecilla del Puerto 5, por la zona de Arturo Soria, que según nuestra amiga Sonia González, es la mejor de todas.
Imprimir
Mostrando entradas con la etiqueta Tiendas de alimentación. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Tiendas de alimentación. Mostrar todas las entradas
21 de febrero de 2017
28 de abril de 2015
A granel
No se llamaba supermercado, ni mucho menos “hiper”: era el ultramarinos, con ese nombre que evoca productos exóticos, venidos del otro lado del océano aunque en realidad vendía garbanzos, bacalao y aceite. Me ha venido a la memoria al leer que, en Alemania, una tienda de alimentación ha eliminado los envases y vende todo, absolutamente todo, a granel.
Y ahora llegan de nuevo, las tiendas con productos “a granel”.
¿Tienen futuro?
Ecologistas en Acción defiende las tiendas a granel por favorecer un consumo menos agresivo con el medio ambiente: comerte una galleta, dicen muy gráficamente, no tiene por qué suponer que antes hayas tenido que abrir una caja y un plástico, como poco. Además, al comprar sólo la cantidad que necesitas, se evita desperdiciar muchos alimentos sobrantes que acaban en el cubo de la basura. En este artículo podéis leer sus argumentos.
Sin embargo, hacer la compra en estas tiendas también requiere de un cambio de hábitos que no estoy segura de que quieran afrontar quienes no tengan una conciencia medioambiental muy acusada. Llevar tus propios envases para todo, desde líquidos a granos; dejarte guiar por lo que ves, no por las marcas o los envases llamativos; pagar quizá algo más, porque este tipo de tienda, pequeña por definición, no parece encajar con las grandes superficies y sus llamativas ofertas, son algunos de los cambios de mentalidad necesarios. La apuesta de la tienda alemana (OU, se llama) parece seria, -no es una aventura de hippys voluntariosos- pero todavía es pronto para saber sus resultados. Sería estupendo que prosperase y se consolidara, al menos como una oferta alternativa en la competencia salvaje de la distribución.
Imprimir
4 de febrero de 2014
Pan
Son vestigios de tiempos que pasaron y quizá eso es lo que hace más atractivas estas ferias semanales. En España no es fácil encontrar esas cosas, si es que todavía las hay. Un mercadillo suele ser una sucesión de puestos de ropa barata que imita marcas caras, seguida de otra fila de puestos de frutas y verduras compradas en almacén: nada va directamente del productor al consumidor. Quizá en algún pueblo, el hortelano lleva a la plaza los tomates, pimientos o calabacines que ha recogido a primera hora de la mañana, pero cada vez quedan menos de esos. Y, desde luego, ya nadie vende pan en la plaza, esos panes recios y aromáticos, siempre grandes, que todavía conservaban el calor del horno y que, a veces se despachaban por trozos, porque uno entero era una ración excesiva.
Las nuevas tahonas suelen tener algunos puntos en común: locales bien decorados, con el blanco de la harina como color corporativo; precios altos, que serían impagables si los aplicamos al pan de cada día; y gran variedad de formatos, como si hacer un pan de cada tipo de semilla imaginable fuese garantía de calidad. En definitiva, como dice uno de los mejores panaderos de Madrid, se trata de gourmetizar el pan.
Algo de esto se intuía cuando aparecieron las “boutiques del pan”, que no obstante supusieron un cambio a mejor en la oferta de pan que se había ido degradando con la industrialización de las tahonas tradicionales. Pero, al final, la mayoría de las panaderías han ido a lo comercial que, en el mundo del pan, no es otra cosa que una corteza crujiente envolviendo una esponjosa miga que dura muy pocas horas en condiciones, o las variantes rurales como el pan rústico o el pan de pueblo.
A pesar de todo creo que merece la pena probar las nuevas tiendas de pan, como la clásica Cosmen&Keiless, con varios locales en Madrid; Quadra Panis, una elegante tahona de la plaza de Oriente; Viena Lacreme, en la zona de Fuencarral, o el Horno de San Onofre. El Museo del Pan Gallego, entre Mayor y Arenal, que al parecer sigue cociendo su pan en horno de leña, es una referencia que no falla, como también parece segura la Tahona de Humilladero, en la zona de Latina. Luego están esa mezcla de panadería y salón de té que son las tiendas (h)arina (sic) o las más rústicas, pero igualmente glamourosas, de la cadena “Le pain quotidien”. Ojo a los precios.
Fuera de Madrid, están las panaderías de la Sierra: Madre hizo pan que, desde Los Molinos, surte a algunos de los mejores restaurantes y tiendas gourmet de Madrid, o la menos conocida de la Finca Pradillo, en Cercedilla.
Yo, los fines de semana, cuando voy al pueblo, suelo acercarme a Valdelaguna (Madrid) para comprar los “chuscos” de candeal de la panadería de los Hermanos Ramírez. No lo hay mejor.Imprimir
21 de enero de 2014
Makro, también para quien no hace la compra con furgoneta
La imagen que la gente tiene de Makro es la de un almacén donde se aprovisionan los grandes consumidores: bares, restaurantes, comedores de colegios, etc. que se benefician de mejores precios por comprar en grandes cantidades. En Makro no se compra un kilo de azúcar, sino un paquete de 10 kilos. Las latas de tomate en conserva pueden ser de 5 kilos y el envase normal de aceite contiene otros tantos litros. Tamaño industrial, podemos decir, como industrial parece el diseño de estos almacenes, donde es habitual ver por los pasillos las carretillas elevadoras llevando grandes palets de un sitio a otro. En el aparcamiento abundan las furgonetas. El otro día una del ejército estaba aparcada junto a la del Colegio Seminario de Las Rozas de Puerto Real: comedores colectivos. Los mismos carros no están preparados para la compra al menudeo, sino para que, sobre ellos, se puedan apilar cajas de vino junto a sacos de harina o pescados en sus grandes embalajes de poliuretano. Todo eso es verdad y, sin embargo, Makro es uno de mis sitios de compra favoritos, concretamente el cercano a Tres Aguas, más pequeño que los gigantes de Leganés o San Sebastián de los Reyes pero más manejable.
Casi cada semana hago allí la compra de los ingredientes que
utilizamos en los cursos de cocina y de muchos otros productos para mi casa.
Frutas y verduras: lo que no encuentras en otros sitios
En
la frutería hay que comprar las naranjas en cajas de 10 kilos, pero en mi casa
comemos muchas y estas suelen ser de las mejores, porque está enfocada a los
restaurantes que no pueden fallar en la calidad de los productos que sirven en
sus mesas.
Con todo, la calidad no es lo más interesante de la frutería: atrae todavía más la variedad, la increíble diversidad de verduras, hortalizas, tubérculos, hierbas o setas que allí encuentras. Desde esas zanahorias o puerros mini, que pueden medir cinco dedos, hasta los brotes de ajo, alfalfa, cebolla o col que rematan tan vistosamente algunos platos. Desde las delicadas acelgas rojas, a los mil aromas de la hierbabuena, la albahaca el tomillo o las más raras como la salvia o la hierba limón. Pimientos verdes, rojos, amarillos, naranja, lechugas de todos los tipos o frutas exóticas que requieren un tratado de botánica para reconocerlas: casi todo lo que pueda exigir el capricho de un cocinero lo encuentras allí y, aunque te tengas que llevar un buen paquete de cebollino, el precio es poco mayor que esas raquíticas raciones de otros hiper. Eso sí, algunos caprichos se pagan y una bandejita de fresas silvestres de apenas doscientos gramos puede salir por 8 euros más IVA.
Con todo, la calidad no es lo más interesante de la frutería: atrae todavía más la variedad, la increíble diversidad de verduras, hortalizas, tubérculos, hierbas o setas que allí encuentras. Desde esas zanahorias o puerros mini, que pueden medir cinco dedos, hasta los brotes de ajo, alfalfa, cebolla o col que rematan tan vistosamente algunos platos. Desde las delicadas acelgas rojas, a los mil aromas de la hierbabuena, la albahaca el tomillo o las más raras como la salvia o la hierba limón. Pimientos verdes, rojos, amarillos, naranja, lechugas de todos los tipos o frutas exóticas que requieren un tratado de botánica para reconocerlas: casi todo lo que pueda exigir el capricho de un cocinero lo encuentras allí y, aunque te tengas que llevar un buen paquete de cebollino, el precio es poco mayor que esas raquíticas raciones de otros hiper. Eso sí, algunos caprichos se pagan y una bandejita de fresas silvestres de apenas doscientos gramos puede salir por 8 euros más IVA.
Pescadería: casi un puerto de mar
La pescadería es aún más deslumbrante. Tienes que comprar
las piezas enteras y no te las filetean, pero pasarás dificultades para elegir
entre tanta variedad, sobre todo a primera hora de la mañana, antes de que los
restaurantes hagan la comanda. Rodaballo, lubina salvaje, mero, dorada, rape,
atún, urta se exhiben exuberantes al lado de gambas, cigalas, langostinos,
bueyes de mar, camarones, nécoras o centollos. Y almejas, vieiras, berberechos,
mejillones y navajas junto a pulpos, chipirones o calamares: lo que pidas. Los
precios son razonables, aunque al final, como te llevas cantidades que
necesariamente tendrás que congelar en parte, la cuenta sube.
Me interesa menos el departamento de quesos y lácteos. Tiene
una variedad razonable, pero sin exquisiteces, como ocurre con el de embutidos.
No está mal el enorme departamento de congelados, tanto de pescado como de
carnes, sobre todo por la increíble oferta que se puede ver en sus interminables
lineales de arcones frigoríficos. Yo suelo llevarme de allí las pastas (kataifi, philo, etc. ) que no encuentro en otras partes y, cuando hay ofertas,
suculentos foies y micuits.
Pecados de la carne
La carnicería es también estupenda, con sus formidables
piezas con todo tipo de cortes y preparados de vacuno, cerdo, cordero o pollos
y pavos que no encuentras en otros sitios.
Casi siempre hay ofertas a precios muy convenientes y además, de vez en cuando, sacan la plancha y organizan catas de sus productos. Es una tentación, porque terminas llevándote cosas que no estaban en tu lista. No quiero olvidarme de la morcilla de Burgos: es de las mejores.
Y un buen vino
Casi siempre hay ofertas a precios muy convenientes y además, de vez en cuando, sacan la plancha y organizan catas de sus productos. Es una tentación, porque terminas llevándote cosas que no estaban en tu lista. No quiero olvidarme de la morcilla de Burgos: es de las mejores.
Y un buen vino
Y la bodega. Sin duda la mejor de la zona. Por supuesto
están todas las marcas más conocidas, sobre todo de Rioja, Ribera de Duero o
Rueda, y tienen una amplísima oferta de
cavas, champagnes y finos y olorosos, algo que no es habitual en otras grandes
superficies. Pero, además, se puede encontrar una enorme variedad de propuestas
alternativas, con vinos de cualquier denominación de origen, seleccionados con
muy buen criterio y excelente relación calidad precio. Si te dejas aconsejar
por Rubén, el encargado, todo un finalista del premio nariz de oro, puedes
llevarte sorpresas muy agradables.
Curiosamente, lo más interesante de Makro son los productos
frescos, aunque haya que comprarlos en cantidades bastante grandes. El resto,
lo que antes se llamaba ultramarinos, es una oferta muy parecida a la de otras
grandes superficies, con el inconveniente de que si quieres una latita de
guisantes, te tienes que llevar un pack de doce. Ahora, si compras para una
familia numerosa como las de antes o a medias con la vecina,, la propuesta de grandes formatos de Makro cobra
mucho interés. En ese caso conviene tener un buen congelador.
Para comprar se exige un carnet que se puede conseguir
fácilmente si tienes una empresa o eres autónomo. Y si no, todos conocemos a
alguien que nos puede dejar un carnet y ellos no ponen ninguna pega cuando se
lo enseñas.
Atención, que los precios están sin IVA. Al menos la cifra
que más llama la atención, aunque al lado te ponen el precio definitivo y el
coste por kilos o litros. Conviene tenerlo en cuenta para no llevarse una
sorpresa cuando la cajera te dé el tiket de compra.
12 de noviembre de 2012
Tiempo de setas
En los últimos tiempos, las cosas han cambiado y ahora, cuando empieza el otoño, ejércitos de urbanitas se despliegan por todo pinar o bosquecillo que se esté a menos de 200 kilómetros, con su cestita y su navaja, a la busca de níscalos, (sobre todo níscalos) boletus, rebozuelos, senderuelas, trompetas de la muerte o, incluso, amanitas. No hay más accidentes porque Dios no quiere.
Excesos aparte, la micología, más que una moda pasajera, parece haber arraigado entre muchos de nosotros y con ella, poco a poco, se va abriendo paso una cultura gastronómica que, no hace tanto, parecía impensable por aquí.
Tiendas de setas
Ya son muchas las fruterías que ofrecen níscalos, boletus, setas de cardo (de cultivo) y, por supuesto champiñones. Todavía quedan lejos de la exuberancia de setas y hongos que podemos comprar en los grandes mercados catalanes y vascos, pero algo es algo. Incluso hay alguna tienda especializada.
![]() |
La casa de las setas |
La número uno es, sin duda, “La casa de las Setas”. Frente al Mercado de San Miguel, Eduardo Rosales ofrece la más completa selección de Madrid. Ahora, en plena temporada, la tienda está en su máximo esplendor, pero durante todo el año allí se puede comprar un amplio surtido de hongos cultivados, congelados., en conserva o deshidratados, como les gustan los porcini (boletus) a los italianos para sus risottos. Tienen también trufas (blanca y negra) aceites de trufa y hasta setas en polvo. Los precios en torno a los 20 euros, aunque superan los 30 si hablamos de boletus o amanita caesarea.
Luego, hay buenos surtidos de setas en sitios como Makro, Los Mercados de la Paz o de Chamartín o incluso un sitio de moda como el Mercado de San Antón, en cuya pequeña frutería encontré este domingo doce o catorce variedades con muy buen aspecto, aunque algo caras.
Luego, hay buenos surtidos de setas en sitios como Makro, Los Mercados de la Paz o de Chamartín o incluso un sitio de moda como el Mercado de San Antón, en cuya pequeña frutería encontré este domingo doce o catorce variedades con muy buen aspecto, aunque algo caras.
Restaurantes
Casi enfrente de este mercado, en la calle de Gravina, se encuentra el mejor restaurante de setas de Madrid: El Cisne Azul. En realidad es una barra con unas cuantas mesas, de esas de mantel de papel, y decoración trasnochada. Uno de esos sitios en los que ni reparas si no estás avisado de lo que puedes encontrar. Y lo que te vas a encontrar es un gran surtido de setas cocinadas de mil maneras (a la plancha, en carpaccio, rebozadas con huevo, al ajillo…) para deleite de los aficionados que, en los fines de semana, abarrotan el local.
Algo parecido se puede encontrar en el barrio de Argüelles, en la esquina de Galileo con Fernando de los Ríos. Se llama El Imperio y es uno de esos locales de zócalo de azulejos que identificaríamos con un bar de ambiente andaluz, pero que es otro de esos sitios que un buen micófago no debe pasar por alto. Sus dueños son leoneses, -no dejéis de probar la cecina- y traen las setas de su tierra.
De Soria nada menos es la propietaria de La Cocina de Maria Luisa, en el barrio de Salamanca. Los hongos componen un capítulo importante de su carta, que se amplía en temporada. Interesante también Bolivar, junto a la glorieta de San Bernardo, que, en temporada compone menús micológicos. Y el ultimo en llegar, con muy buenas críticas, es El Brote, que está en el barrio de las Tablas, casi tan lejos como los bosques donde se recogen las setas que ofrece.
De Soria nada menos es la propietaria de La Cocina de Maria Luisa, en el barrio de Salamanca. Los hongos componen un capítulo importante de su carta, que se amplía en temporada. Interesante también Bolivar, junto a la glorieta de San Bernardo, que, en temporada compone menús micológicos. Y el ultimo en llegar, con muy buenas críticas, es El Brote, que está en el barrio de las Tablas, casi tan lejos como los bosques donde se recogen las setas que ofrece.
Direcciones:
La Casa de las Setas
Plaza del Conde de Miranda, 4 – Madrid
Teléfono: 629 42 13 48
Cisne Azul
Gravina, 19 - Madrid
Teléfono: 91 521 37 99
El Imperio
Galileo, 51 - Madrid
Teléfono: 91 549 51 71
La cocina de María Luisa
Jorge Juan 42 Madrid
Teléfono 91 781 01 80
Bolivar
Plaza del Conde de Miranda, 4 – Madrid
Teléfono: 629 42 13 48
Cisne Azul
Gravina, 19 - Madrid
Teléfono: 91 521 37 99
El Imperio
Galileo, 51 - Madrid
Teléfono: 91 549 51 71
La cocina de María Luisa
Jorge Juan 42 Madrid
Teléfono 91 781 01 80
Bolivar
Manuela Malasaña, 28 –Madrid
Teléfono; 91 445 12 74
El Brote
Chile, 5 - Madrid
Teléfono: 91 110 31 39
Imprimir
Teléfono; 91 445 12 74
El Brote
Chile, 5 - Madrid
Teléfono: 91 110 31 39
Imprimir
15 de octubre de 2012
Félix, el pescadero
Siempre se ha dicho que para ser pescadero en Madrid hay que ser maragato, y Félix Prieto lo es. Pero uno puede ser un pescadero maragato del montón o ser el pescadero por antonomasia: y esto último es Félix, el pescadero por antonomasia en San José de Valderas. O mejor, el pescadero de cabecera de tantas y tantos vecinos de ese barrio alcorconero al que surte de toda suerte de fauna marina comestible desde hace 30 años.
Su pescadería (Hermanos Priero) en una esquina del mercado de Valderas, parece un imán. Sus clientas/es, siempre numerosos, saben que tendrán que esperar cola, pero no parece importarles. Allí, la espera, delante de 20 metros cuadrados de un muestrario de lo más completo y apetecible de lo que el mar produce, nunca es aburrida. Félix conoce por su nombre a toda su clientela y para todos tiene una frase amable, mientras con habilidad de prestidigitador, asesta cortes rápidos y precisos a los pescados que, en cuestión de segundos, pasan a ser hermosas rodajas de merluza, filetes de gallo o tacos de bonito para un marmitako. Yo creo que las vírgenes y los santos del friso de estampitas que decora el puesto hacen horas extra, porque parece un milagro que cada día no se ampute todos los dedos de la mano, porque, mientras maneja esos cuchillos de corte escalofriante, vigila con un ojo la llegada de una clienta, a la que saluda cuando aún está a diez metros del puesto, o jura que está a punto de atender a un cliente que hace un ademán imperceptible de impaciencia por la larga espera. Puede hacer todo esto y mucho más, a la vez que con el rabillo del ojo atiende a sus dependientes o controla todo lo que pasa en los dos pasillos que se dominan desde su atalaya privilegiada.
Pero, lógicamente, además a ese trato “customizado” que te hace sentir cliente VIP, Félix o Hermanos Prieto, como se quiera, tiene una oferta estupenda de pescados y maricos frescos, variados y de calidad. No es que pueda competir en género con las Pescaderías Coruñesas (Hablamos de un puesto en el Mercado de San José de Valderas) pero en la relación calidad-precio, casi seguro que está por delante. Si a esto añadimos la simpatía del jefe, no deben extrañarnos esas enormes bolsas con que carga su clientela cuando sale de allí. Con ese empuje, es normal que la firma Hermanos Prieto (no confundir con la del mismo nombre en el Mercado de Chamartín: otra casa mítica) haya crecido y sea ya una pequeña franquicia con cuatro puestos, siempre en mercados de Alcorcón, e incluso haciendo sus pinitos en la venta por internet.
Lo que ya roza la hazaña es que el mismo Félix que se da el madrugón para ir a Mercamadrid y trabaja todo el día como si tuviese el jefe a su espalda, tiene después fuerzas para hacer footing y se le puede ver en carreras y maratones populares por toda la comunidad.
No es el único pescadero de Alcorcón, pero es único.
Imprimir
1 de octubre de 2012
La Gourmet Experience de El Corte Inglés
De nuevo he pasado por la Gourmet Experience, de El Corte Ingles. Se trata de la
última apuesta gastronómica de estos grande almacenes y quería ver con más detenimiento cómo era aquello. Aunque había estado antes, iba con prisas y no me hice una idea. Desde entonces no había tenido ocasión de volver. Para los que vivimos en Alcorcón la tienda más cercana del Corte Inglés está en San José de Valderas y la Gourmet Experience parece que sólo la ponen en las zonas de más poder adquisitivo: Castellana y Goya.
Ayer, aprovechando la visita a una exposición de fotografía, (Imogen Cunnigham, Sala Mapfre, en AZCA. Metro Santiago Bernabeu. Merece la pena el viaje) pasé por el Gourmet Experience de Castellana.
Ayer, aprovechando la visita a una exposición de fotografía, (Imogen Cunnigham, Sala Mapfre, en AZCA. Metro Santiago Bernabeu. Merece la pena el viaje) pasé por el Gourmet Experience de Castellana.
Alguien me había dicho que era comparable al Hediard de la
Madeleine de París, o el food & wine de Harrods. A mí no me lo pareció.
Yo diría que es una mezcla del Club del Gourmet y el Mercado
de San Miguel. Eso sí, a lo grande, con lujo y con precios en consonancia.
El local se estructura como una calle en la que pasamos por diversas
tiendas y barras en las que podemos tomar y comprar desde pan hasta ostras. Todo
bajo el logo de algunas de las firmas más prestigiosas en su ramo. Así, Oyster
Bar sirve y vende las ostras o el caviar, Cinco Jotas el jamón, Mister Lee comida
japonesa, y, en esa línea un selecto etc. Se
pueden tomar zumos exóticos recién exprimidos en Re Fresh, comprar pan, un
croissant o un brioche en (h)arina o llevarse una bandeja surtida de Ahumados
Dominguez. No falta la pizza en Pizza al cuadrado o las hamburguesas en Hamburguesa
nostra (nada que ver ni en calidad ni en precios con las marcas de comida
rápida que todos conocemos).
Y en medio, elegantes estanterías de diseño nos ofrecen los
mejores patés franceses, quesos de media Europa, los aceites y vinagres más
selectos, las mejores conservas de pescado y vegetales, la pasta italiana de más calidad, aristocráticas mermeladas inglesas,
mil mezclas de té, pastas y galletas de los obradores de más tradición… y, por
supuesto, una bodega muy completa. Todo
exquisito, desde la envoltura a los sabores que dejarán en nuestro paladar.
Todo selecto, también en el precio. He visto una lata de mejillones a 19 euros,
aceite virgen extra a 22 y en vinos no quiero ni contar. Si quieres comprar
café tienen una tienda de Nespresso. Los bombones, de Godiva. Y el restaurante
lleva el prestigioso nombre de La Máquina.
En fin, un sitio para que disfruten los sentidos (no sólo el
del gusto) y sufra el bolsillo. Ya digo, no es Hediard, ni Fauchon, ni la célebre
sección gastronómica de Harrods. Tampoco se parece a mi querido SuperTurre,
pero merece la pena darse una vuelta por allí y caer en alguna de las mil irresistibles
tentaciones que nos acosarán. No todo va a ser Mercadona.
Imprimir
13 de febrero de 2012
Pasta fresca
En Italia, sobre todo en el Norte, lo habitual es tomar la pasta fresca, bien hecha en casa, bien comprada en multitud de obradores donde la hacen cada día, como se hace el pan. Aquí en España, eso de comprar fresca la pasta que vamos a comer cada día casi es imposible. No hay tradición ni demanda, y, por tanto, no hay apenas tiendas que la ofrezcan a sus clientes. No hay apenas, pero alguna hay. En Madrid, como es lógico en una capital tan grande, existen unas pocas.
La que más fama tiene es Il Pastaio, que está en la zona de Ríos Rosas y además tiene un puesto en el Mercado de San Miguel. La pasta fresca (dicen que elaboran hasta 60 variedades) es sólo una parte de su oferta, que se extiende a productos tan italianos como la trufa (en temporada), el parmesano o la panceta aromatizada con hierbas.
Otra buena dirección es Capperi Gourmet, una pequeña tienda de la calle Fernando VI, que comenzó vendiendo pasta fresca y ha ido extendiendo su oferta a los frutales aceites italianos, salsas, dulces, pastas (tiene muchísimas), trufas, etc. Me gusta su oferta de arroces: Carnaroli, Vialone nano, Baldo, Arborio... Es una tienda delicatessen y sus precios suben un poco. Son famosos sus gnocchi frescos, que, aunque no son una pasta, son facilísimos de cocinar y están riquísimos. El dueño, que atiende tras el mostrador, está siempre dispuesto a aconsejar, como lo está la joven que atiende en Mangitalia, un local en la zona alta del abrrio de Argüelles, que, como su propio nombre indica, vende toda clase de productos italianos de comer. No es que haya una enorme variedad de pastas frescas, pero lo que si parece es que son del día: “Hoy he cocinado…” dice el cartel con que las anuncia su dueño. Se trata de una buena tienda de productos italianos, en la que cabe destacar la amplia oferta de vinos y aguardientes (grapas) de ese país.
Hay más tiendas italianas, pero con una oferta de productos menos perecederos que la pasta fresca, que como mucho puede conservarse en condiciones dos o tres días.
Una de las más selectas es Sinfonía Italiana, que ofrece sus exquisitos productos en un local anejo al restaurante del mismo nombre, cerca de la Iglesia de Jesús de Medinaceli. Allí se puede encontrar el vinagre de Módena de más de 100 euros y el Panettone de 40.
También tiene interés la Accademia del gusto, asociada, como su propio nombre indica, a una escuela de cocina italiana, en el barrio de Chamberí.
Merece la pena darse la vuelta por alguna de ellas, aunque sólo sea para descubrir la prodigiosa variedad de pastas (frescas o industriales) que son capaces de elaborar los italianos. O para comprobar que la cocina trasalpina va mucho más allá de la pasta y la pizza, por más que estas sean su estandarte más conocido. O para comprar pasta fresca, si es que no nos decidimos finalmente a hacerla en casa. Hay quien dice que la pasta del día es como la leche fresca, mientras que la industrial, la que nos venden en los supermercados, sería como la leche en polvo. Quizá exageren, pero merece la pena comprobarlo por nosotros mismos.
Il Pastaio
Rios Rosas 49
Madrid
metro Rios Rosas
Capperi Gourmet
Fernando VI 2
Madrid
metro Alonso Martínez
Mangitalia
Galileo 86
Madrid
metro Islas Filipinas
Imprimir
30 de enero de 2012
Pescaderías Coruñesas
Como en Madrid no hay acuario, lo más parecido a sumergirse en el océano es cruzar la puerta de Pescaderías Coruñesas. Detrás de una fachada poco afortunada, en una calleja anodina, a la espalda de la avenida de la Reina Victoria, se abre un local mágico para los amantes del pescado. En seis o siete enormes bandejas se muestra el género del día: toda clase de pescados, frescos, relucientes… todavía con olor a mar. Doradas, lubinas salvajes, merluzas, salmonetes, pez San Pedro, rapes y todos los frutos que ofrece el mar, se muestra allí con todo su esplendor. Dan ganas de llevárselo todo, aunque muy pocos podrían hacerlo, porque los precios parecen fijados antes de que se pinchase la burbuja económica.
--.jpg)
A la izquierda, en otro mostrador, se ofrece el bacalao, con un aspecto excelente, y el salmón ahumado. Aseguran que lo preparan ellos mismos, sin otros ingredientes que leña, azúcar y sal.
La pescadería sólo es la punta del iceberg de un emporio del pescado, que emplea a 80 personas y sirve a los mejores restaurantes de Madrid y a toda España por Internet. Por supuesto, lo dirigen maragatos. Aunque Pescaderías Coruñesas fue fundada hace 101 años por gallegos, ha terminado por cumplir la norma no escrita que dice que, en Madrid, los pescaderos son de esa comarca leonesa. Ahora la gestionan Evaristo García y sus hijos, oriundos del pueblo maragato de Combarros. La compraron en 1956, cuando estaba al borde de la quiebra. La familia de Evaristo García ya regentaba con éxito la famosa pescadería, “La Astorgana”, en la calle León. Evaristo tenía entonces 23 años, pero llevaba en el negocio del pescado desde los 9, edad a la que vino a Madrid. Entonces ayudaba ya a entregar los pedidos de los grandes restaurantes de la capital. Él mismo cuenta que, un día, un cliente pesó primero la cesta de pescado y luego a él: la cesta pesaba más. Este espíritu de pescadero de toda la vida, lo ha trasmitido a sus hijos, que, por si no tuvieran suficiente pedigrí, suman un plus por su madre, hija del fundador de Angulas Aguinaga.
La historia del establecimiento, contada con detalle, la podéis ver en la extraordinaria página web de Pescaderías Coruñesas, una auténtica enciclopedia, con recetas y fichas completísimas sobre cada pescado. La web ofrece además la posibilidad de comprar on line. Pero yo os animo a que, si tenéis ocasión, lo veáis en directo. Merece la pena.
Pescaderías Coruñesas
Juan Montalvo 14
Madrid
Metro: Guzmán el Bueno
A la salida, cruzando la cercana calle de Los Vascos, me llamó la atención el colorido de la frutería Bego.
31 de octubre de 2011
Nipomanía gastronómica
Hace quince o veinte años era casi imposible encontrar un restaurante japonés en Madrid. La única representación de las cocinas orientales eran los restaurantes chinos de medio pelo, con su recargada decoración de dragones, farolillos, fuentecitas de piedra artificial y demás parafernalia lacada en rojo y oro. Pero, desde hace unos años, han aparecido restaurantes “japo” por todas partes y quien más y quien menos se ha convertido en un experto en la vieja y exquisita cocina nipona. Sushi, miso, tataki, sashimi, washabi, shiitake o sake son palabras habituales en el léxico de algunos gastrónomos, aunque muy pocos sepan manejar los palillos con soltura o que la sopa no es el primer plato en un menú japonés.
Hay cantidad y calidad, porque las cosas han llegado a un refinamiento tal que en Madrid tenemos un japonés con una estrella Michelín. Y lo más notable es que el cocinero se llama Ricardo Sanz. Vamos, que es de aquí.
Hablamos del restaurante Kabuki. Sin duda, es el mejor pero no el único. Miyama, Aki, Donzoko, Ginza, Janatomo, 99 Sushi Bar, Txa-tei, al parecer, el preferido de los diplomáticos de la embajada de Japón, o el glamouroso y caro, Nikkei 225, que fusiona Perú y Japón en sus cocinas son algunos de los más destacados. La lista podría ser mucho más larga: una web especializada cita 92 restaurantes japoneses sólo en Madrid y sus alrededores y 145 en Barcelona y su entorno. No está claro que todos los que se llaman japoneses lo sean. Hay mucho restaurante chino disfrazado de nipón para aprovechar el tirón de lo japonés. Roger Ortuño, un publicista catalán, apasionado por el tema, ha elaborado un decálogo para desenmascararlos. Parece que lo primero es descartar los decorados con dragones rojos y farolitos. El decálogo se encuentra en una web muy completa que se llama comer japonés.
En esta nipomanía gastronómica no faltan los cursos de cocina especializados, ni, por supuesto, las tiendas de alimentos japoneses. En Madrid destacan Tokio-ya, La tienda de Miya (en el Mercado de Chamartín) o el almacén mayorista Cominport, dos enormes naves junto a la autovía de Andalucía en las que hay de todo y venden también “al por menor”, aunque, a veces, hay que comprar cantidades mayores de las que se necesitan. Como alternativa pueden valer las tiendas de alimentos chino u orientales en general como las de la calle General Margallo, la del aparcamiento de la plaza de España o la que hay en Leganitos 33. Ya hablamos de ellas hace tiempo y si hacéis clic aquí, podéis encontrar datos más concretos.
Imprimir
7 de junio de 2011
Hojaldres Romanos
Mi amiga Luchi me ha traído una tarta de su pueblo. Ella es de Suances (Cantabria) y, siempre que puede, hace patria. En esta ocasión me ha enviado una tarta de hojaldre como no he comido en mi vida. En Cantabria, esto del hojaldre es casi una religión. De hecho, Jacinto Romanos, el pastelero que elabora esta maravilla, pertenece a la Cofradía del Hojaldre, que todos los años celebra su capítulo en Torrelavega, donde se organiza una fiesta por todo lo alto.
El hojaldre que sale del obrador de Jacinto Romanos es un hojaldre crujiente, como mandan los cánones, que se va alternando, en capas, con un delicioso relleno cremoso de mantequilla. Encima se le espolvorea con mantequilla y almendra molida. (Siento no tener una foto del hojaldre. Nos lo comimos antes de darme cuenta)
Lo podéis comprar en la Confitería Romanos, que está en la calle Ceballos nº 9, en Suances. Comprendo que no es lo mejor para luego ponerse bañador, pero, si este verano viajáis por el Norte, sería un pecado, sin absolución posible, pasar de largo de estos suculentos hojaldres. Imprimir
El hojaldre que sale del obrador de Jacinto Romanos es un hojaldre crujiente, como mandan los cánones, que se va alternando, en capas, con un delicioso relleno cremoso de mantequilla. Encima se le espolvorea con mantequilla y almendra molida. (Siento no tener una foto del hojaldre. Nos lo comimos antes de darme cuenta)
Lo podéis comprar en la Confitería Romanos, que está en la calle Ceballos nº 9, en Suances. Comprendo que no es lo mejor para luego ponerse bañador, pero, si este verano viajáis por el Norte, sería un pecado, sin absolución posible, pasar de largo de estos suculentos hojaldres. Imprimir
9 de mayo de 2011
Apuntes gourmet en el Barrio de las Letras
Crema Esaú. Pocas veces he visto tanta imaginación y humor en el nombre de un plato: el puré de lentejas. Este fin de semana he preparado uno que ha quedado especialmente rico. Lo hice porque quería probar unas lentejas de las denominadas caviar o beluga, de esas negras, de grano pequeñíto y prácticamente esférico, que parecen, efectivamente, huevas de esturión.
![]() |
Alimentación Cabello |
Las compré en Alimentación Cabello, uno de esas tiendas maravillosas que antes se llamaban ultramarinos o mantequerías, y que apenas quedan ya en Madrid. Esta es de 1877, nada menos.
La tienda tiene un hermoso escaparate donde se expone, con ese orden casi de formación militar que han tenido siempre estos sitios, un colorido mosaico de conservas, mermeladas, dulces artesanos, vinos, aceites, vinagres y la especialidad de la casa: legumbres. Dentro no defrauda. Se pueden encontrar toda clase de garbanzos, lentejas o alubias, que se venden a granel, y un surtido de gran calidad de cualquier otro producto de los que siempre se han vendió en las mantequerías tradicionales de Madrid. Podríamos decir que es un delicatesen, pero con el encanto de estos establecimientos que se deberían proteger como las especies en vías de extinción. Yo compré además un vinagre dulce de Pedro Ximénez, que estoy deseando probar. Podría ser una alternativa a esos acetos balsámicos de Módena que tan populares se han hecho de un tiempo a esta parte.
Alimentación Cabello está en la Plaza de Matute, 13, en pleno corazón del barrio de las Letras. Si la hubieran abierto algunos siglos antes, es posible que hubiera tenido como clientes a Cervantes, Lope de Vega o Moratín, que vivieron por allí cerca.
Íbamos al teatro, y como habríamos llegado con mucho tiempo, dimos un paseo por el barrio, aprovechando que todavía estaba tranquilo, sin ese gentío, nacional y guiri, que acude en las noches del fin de semana.
Cerca de Cabello, en la calle de las Huertas con vuelta a Echegaray, se encuentra otra tienda de características similares que se anuncia con un hermoso rótulo: Alimentación Quiroga.
Y en la calle del León, otro clásico: Casa González. Fundada en 1931, era lo que se llamaba una tienda de Coloniales, que ha ido adaptándose a la evolución del barrio hasta convertirse en lo que es hoy, un sitio muy especial para comprar y degustar buenísimos quesos, embutidos o vinos. Allí de comprado más de una vez riquísimas empanadas gallegas, recién llegadas de Arzúa, de donde les traen también excelentes quesos. La carne de membrillo, con la que se puede acompañar el queso, es también memorable. El surtido no es muy grande, pero sí de gran calidad. En todo caso, lo mejor de Casa González es que todo se puede degustar in situ, regándolo por una cuidada selección de vinos que sirven por copas. Te puedes de sentar en las mesas que han puesto en la trastienda o, si tienes suerte, puedes acomodarte nada menos que en el escaparate.
![]() |
Casa González |
Casa González está en el número 12 de la calle del León. Un poco más allá, han abierto una de esas panaderías de diseño, Cosmen y Keiless, donde se vuelve a hacer el pan con masa madre. Merece la pena probar alguna de sus elaboraciones, pero no comprar el pan cotidiano, porque los precios son altos.
En esta calle había una gran pescadería, La Astorgana, que ocupaba las tres plantas del número 22. Ya se sabe que, en Madrid, los pescaderos son todos maragatos. Me dio pena verla, cerrada, con la fachada medio cubierta de graffitis y carteles decrépitos. Pero, luego, alguien me dijo que no habían cerrado por falta de negocio, sino todo lo contrario: se les quedó pequeño. Ahora están instalados en un polígono industrial de San Sebastián de los Reyes, desde donde sirven a todo Madrid.
![]() |
Antigua pescadería La Astorgana |
La Astorgana se fundó en 1890 y de esa época pudiera ser la farmacia que hay casi enfrente, la Farmacia del León, con su emblema (el citado león) dibujado en los azulejos de su fachada.
También vi una zapatería años cuarenta, de esas que, por toda decoración, tienen anaqueles llenos de cajas de zapatos. El nombre no podía ser más explícito: El pie de oro.
Cerca, en la calle Cervantes, puerta con puerta con la casa donde vidió el escritor, hay una tienda italiana que abrió el miércoles santo, según me dijo su simpática dueña. Se llama Pastamascalzone y tiene un surtido selecto de productos de aquel país. Lo más destacable, la pasta fresca que elaboran a diario, artesanalmente. Enfrente, los mismos dueños tienen un pequeño restaurante, donde, al parecer, dan una pizzas como Dios manda. No es el único restaurante exótico en la zona. En la cercana calle de Lope de Vega están A tasca do Bacalhau Portugués y Dar Moha (Marroquí). Vamos, el Mediterráneo en una manzana. En plan más castizo, no hay que perderse Casa Alberto, (Huertas 18) una referencia imprescindible de las guías Routard, que lleva sirviendo callos y croquetas en la calle de las Huertas, desde 1827.
Luego están los modernos, pero esa es otra historia.
Ah, el teatro muy bien. “Delicadas”, en el Español. Merece la pena.
Imprimir
14 de febrero de 2011
Argensola, una calle gourmet
Había pasado muchas veces por la calle de Argensola (metro Alonso Martínez) pero no me había fijado nunca en las tiendas gourmet que hay en ella.
En un local así, el personal debe ser experto y, efectivamente, en Poncelet, lo es. Lo saben todo y siempre están dispuestos a ayudar, incluso aconsejando maridajes, esa palabra tan de moda. Y para maridar con queso venden allí mismo mermeladas, miel, huevo hilado, membrillo, champán, dátiles, nueces, salmón, anchoas… todo de calidad superior. Por supuesto, también se puede encontrar el utillaje propio del queso: tablas, bandejas, cuchillos, etc.
Tienen incluso cavas de afinamiento, que no son otra cosa que sofisticadas cuevas de maduración en las que cada queso se afina hasta llegar a su momento óptimo. También dan cursos de cata los sábados por la mañana, y , por supuesto, la página web es completísima.
Siguiendo por Argensola, se encuentra enseguida otra excelente tienda gourmet: Antaura.
Está en el número 16, y es una especie de gran tienda de ultramarinos exquisitos. Allí se pueden encontrar los aceites más ilustres, los mejores conservas, los chocolates más refinados, un buen surtido de quesos o unos cuantos vinos muy bien seleccionados. Pero además tienen panadería, frutería y charcutería, algo no muy habitual en este tipos de locales. No dudéis en entrar si pasáis por allí. Seguro que salís con alguna delicatesen.
Está en el número 16, y es una especie de gran tienda de ultramarinos exquisitos. Allí se pueden encontrar los aceites más ilustres, los mejores conservas, los chocolates más refinados, un buen surtido de quesos o unos cuantos vinos muy bien seleccionados. Pero además tienen panadería, frutería y charcutería, algo no muy habitual en este tipos de locales. No dudéis en entrar si pasáis por allí. Seguro que salís con alguna delicatesen.
Más abajo, ya casi en Fernando VI, nos encontramos una estupenda tienda de Té. Se llama Amaté, y va de eso: de té.
Se puede encontrar de todas las clases y gustos. Verde, negro, blanco o rojo. En mezclas clásicas como el Earl Grey o Darjeeling, o exóticas como una Pai Mutan Guayaba fina, que lleva Té blanco, trozos de guayaba, hierba de limón, trozos de fresay pétalos de girasol y de rosas. Casi todo lo que llame té y lo que sirva para hacer o tomar está infusión universal se encuentra en Amaté
Se puede encontrar de todas las clases y gustos. Verde, negro, blanco o rojo. En mezclas clásicas como el Earl Grey o Darjeeling, o exóticas como una Pai Mutan Guayaba fina, que lleva Té blanco, trozos de guayaba, hierba de limón, trozos de fresay pétalos de girasol y de rosas. Casi todo lo que llame té y lo que sirva para hacer o tomar está infusión universal se encuentra en Amaté
Como ocurre con el chocolate en Cacao Sampaka, una tienda de elegante diseño, que está a un paso de la calle Argensola: en Orellana, 4.
Todo lo que tenga que ver con el cacao tiene asiento en este sitio, que, según creo, pertenece a una cadena internacional con sucursales en Dubai, Tokio, Praga o Bilbao. En Cacao Sampaka venden todo tipo de chocolates y bombones. Un ejemplo: en bombones se pueden comprar hasta ocho surtidos diferentes, agrupados con nombres como “grandes orígenes del cacao”, ”frutos secos y crujientes”, “cacaos y especias de América”, “flores, hierbas e infusiones”, “vinos, licores y aguardientes”, “Frutas y mermeladas de frutas”, “trufas forradas de cacao amargo” o “Innovaciones gastronómicas”. Hay multitud de tabletas, cremas, o “snaks” como maíz frito con chocolate amargo, almendras con chocolate blanco, pipas saladas con chocolate amargo, rocas de barquillo, rocas de chocolate con arroz inflado, palitos de naranja amarga y chocolate.

Todo lo que tenga que ver con el cacao tiene asiento en este sitio, que, según creo, pertenece a una cadena internacional con sucursales en Dubai, Tokio, Praga o Bilbao. En Cacao Sampaka venden todo tipo de chocolates y bombones. Un ejemplo: en bombones se pueden comprar hasta ocho surtidos diferentes, agrupados con nombres como “grandes orígenes del cacao”, ”frutos secos y crujientes”, “cacaos y especias de América”, “flores, hierbas e infusiones”, “vinos, licores y aguardientes”, “Frutas y mermeladas de frutas”, “trufas forradas de cacao amargo” o “Innovaciones gastronómicas”. Hay multitud de tabletas, cremas, o “snaks” como maíz frito con chocolate amargo, almendras con chocolate blanco, pipas saladas con chocolate amargo, rocas de barquillo, rocas de chocolate con arroz inflado, palitos de naranja amarga y chocolate.
Junto a la tienda hay un agradable café donde se pueden degustar también algunas preparaciones exquisitas.

No lejos de Argensola, en Fernando VI, están otros dos establecimientos clásicos, la pastelería, La Duquesita, que está a punto de cumplir un siglo, y la frutería "Tomad Mucha Fruta", con casi 70 años de existencia Pero eso se queda para otro día.
Hoy, como es San Valentín, voy a terminar con la sugerencia de dos bocados: salado y Dulce.
El salado este queso Neufchâtel, con forma de corazón y tamaño para dos raciones, ideal para compartir con la pareja y un buen vino. Se puede comprar en Poncelet. Al parecer no es un formato que se comercialice sólo el 14 de febrero, sino que esa es la forma del queso.
El dulce es este corazón de chocolate que se puede adquirir en Cacao Sampaka.
El salado este queso Neufchâtel, con forma de corazón y tamaño para dos raciones, ideal para compartir con la pareja y un buen vino. Se puede comprar en Poncelet. Al parecer no es un formato que se comercialice sólo el 14 de febrero, sino que esa es la forma del queso.

El dulce es este corazón de chocolate que se puede adquirir en Cacao Sampaka.
A pesar de que está relleno de fruta de la pasión, no se garantiza que sea afrodisíaco. La pasión la tiene que poner cada uno y cada una.
Direcciones:
Poncelet
Argensola, 27 (semiesquina c/ Génova) 28004-Madrid. Teléfono: 91 308 02 21
Antaura
Argensola 16
Teléfono: 91 319 12 95
Amaté
Argensola 6
Teléfono: 91 319 89 34
Cacao Sampaka
Orellana 4
Teléfono 91 319 58 40
Como digo, el metro más cercano es Alonso Martínez, líneas 4, 5 y 10
20 de mayo de 2010
Super Turre
Aprovechando la pausa de estos días sin clases de cocina me he ido a desconectar un `poco a casa de unos amigos en Vera, Almería. Ha sido muy agradable tanto por el buen tiempo, que nos ha permitido ir a la playa, como por la buena compañía y, por supuesto, por las cosas tan ricas que hemos picado aquí y allá.
Y, como siempre que voy por la zona, no he dejado de visitar “Super Turre”, un supermercado que me hipnotiza. Si tuviera que definir “Super Turre” diría que es una mezcla entre el Club del Gourmet y una tienda de chinos.
Ya la fachada es poco habitual. Ocupa los bajos de un edificio de ladrillo visto y cuando digo ladrillo visto me refiero a esas rasillas dobles que en las paredes se ponen alternando una a lo largo y otra a lo ancho, de manera que resulta una superficie llena de agujeritos. Así llevaba años, pero estos días parece que por fin se han decidido a enfoscarla.
Dentro, “Super Turre” es aún más estrafalario. Con vocación de Hiper, trata de tener de casi todo y en sus estantes se mezclan perfumes ( y no sólo los baratos) con imágenes de la virgen, “made in China”, modelos de ropa increíbles o cien mil cachivaches para la cocina.

Así por ejemplo, en la sección de mostazas, puedes encontrar más de diez variedades, y lo mismo ocurre en la de tés, donde las distintas clases y marcas hacen difícil la elección, que se complica aún más al añadir tés morunos a los británicos. Y qué decir de las mermeladas: todas las frutas y flores (y cuando digo todas es casi literal) se ofrecen allí almibaradas, en sirope, en gelatinas, dentro de atractivos envases que, en muchos casos, revelan su origen británico.
Hubiera comprado muchas cosas más, pero hay que saber contenerse.
Si pasáis por la zona no dejéis de ir.
La dirección es Avd de Almería s.n, Turre, Almería 04639. Es muy fácil encontrarlo si se llega desde Mojácar o Garrucha,porque está en la entrada del pueblo.
Imprimir
Ya la fachada es poco habitual. Ocupa los bajos de un edificio de ladrillo visto y cuando digo ladrillo visto me refiero a esas rasillas dobles que en las paredes se ponen alternando una a lo largo y otra a lo ancho, de manera que resulta una superficie llena de agujeritos. Así llevaba años, pero estos días parece que por fin se han decidido a enfoscarla.
Dentro, “Super Turre” es aún más estrafalario. Con vocación de Hiper, trata de tener de casi todo y en sus estantes se mezclan perfumes ( y no sólo los baratos) con imágenes de la virgen, “made in China”, modelos de ropa increíbles o cien mil cachivaches para la cocina.


La norma para seleccionarlos no parece haber sido el buen gusto en casi ningún caso. Como además parece que los clientes de “Super Turre” tienen la manía de revolver y no hay dependientes suficientes para volver a ordenar, todo ofrece un aspecto de desbarajuste que no deja de tener su encanto, aunque obliga a hacer un auténtico “slalon” para evitar los continuos obstáculos que pueden aparecer a nuestro paso. De todas formas, la variedad de productos es muy grande y los precios razonables.
Pero, para mí, el gran atractivo de “Super Turre” está en la sección de alimentación. Situado en una zona a la que han ido a vivir muchos ingleses atraídos por el sol (una sexta parte de la población de Turre tiene nacionalidad británica) y muchos magrebíes que buscan trabajo en el turismo y la agricultura, los propietarios tratan de atender sus demandas con gran variedad de productos importados.

Los cous-cous, ras el-hanout, especias y condimentos de la cocina del norte de Africa tienen también un apartado importante. Lo mismo ocurre con vinagres y aceites, con variedades que no es fácil encontrar en algunos de los mejores hipermercados de nuestra comunidad. Las mantequillas tampoco se quedan atrás. Las hay con sal, sin sal, dulces, con sabores, inglesas, holandesas, alemanas…
En el apartado de bebidas la variedad llega a confundir. Acostumbrados a una sola cola (la Coca Cola) Super Turre puede tener seis o siete marcas y si hablamos de cervezas encontramos españolas, inglesas, alemanas, francesas, sin alcohol, de malta, con grosella, fresa… Por supuesto, la ginebra, bebida inglesa por excelencia, está bien representada por las mejores marcas de todo el mundo, y en vinos baste decir que sólo de Argentina ofrecen más de 20. Por supuesto no falta una buena variedad de Oportos y Xerrys tan del gusto inglés.
El recuento de lo que se encuentra en Super Turre sería inacabable. Yo compré mermelada de pétalos de violeta, mermelada de lima-limón, mostaza Colman’s, aceite de oliva virgen extra de aceituna “lechín”, una bolsa de “ras el-hanout” (una mezcla de especias típica de Marruecos que elaboran ellos mismos) té Earl Grey etiqueta negra de Twinings, tomates de huerta y dos platos preciosos y muy baratos. Hubiera comprado muchas cosas más, pero hay que saber contenerse.
Si pasáis por la zona no dejéis de ir.
La dirección es Avd de Almería s.n, Turre, Almería 04639. Es muy fácil encontrarlo si se llega desde Mojácar o Garrucha,porque está en la entrada del pueblo.
Imprimir
22 de abril de 2010
Tiendas chinas de alimentación
Cuando hablamos de tiendas de chinos nos referimos a esos comercios que tiene de casi todo, a buenos precios, y que siempre están abiertas. Pero no venden productos chinos. A pesar de que la colonia china de Madrid es numerosa, no es fácil encontrar establecimientos donde comprar esos ingredientes exóticos que necesitamos para elaborar los platos de su extraordinaria cocina. Pero si se busca, se encuentra.
Si preguntas a los entendidos, te citan, al menos tres.
Está situado en los accesos al aparcamiento de la Plaza de España, y es un comercio abigarrado, caótico y destartalado, donde se pueden encontrar alimentos chinos, coreanos, japoneses y filipinos, junto a libros y periódicos. Tiene un pequeño departamento de congelados, donde comprar, por ejemplo, las hojas de pasta para los rollitos primavera, pero prácticamente no hay productos frescos.
Llevan allí desde hace 35 años y regentan también un exitoso restaurante, situado pared con pared,
Siempre hay chinos comiendo en él y siempre hay que esperar cola, lo que no parece un mal síntoma de la cocina que hacen y de los precios que cobran. Hice una foto de la carta en la que se ve que allí nadie se va a arruinar. No creo que nadie vaya por el ambiente, que ni siquiera tiene que ver con esa decoración china tópica de rojos, dorados y dragones. Simplemente es un viejo bar de mesas de formica en el que te pueden sentar en una mesa corrida con otras personas o pedirte que te levantes porque les estorbas para llegar al frigorífico.
La segunda gran tienda está muy cerca de Extremo Oriente. Bajando por la cuesta de San Vicente, frente a la estación de Príncipe Pío (Calle Mozart 5) se encuentra Ta Tung, Supermercado Oriental.
Quizá es el supermercado chino que más se parece a uno español. Se trata de un local espacioso, sin el agobio habitual de las tiendas de este tipo, donde se puede comprar casi de todo: pasta, algas, cervezas, galletas de arroz, soja, sake, aperitivos y dulces, tes variados, col china, raíz de jengibre, conservas vegetales (litchis, castañas, bambú, papaya, coco), sopa miso, pomelo chino, rollitos de primavera congelados, sémola, salsas, taro, yuca... También venden utensilios de cocina y menaje: desde los básicos palillos hasta planchas, espumaderas y wok, pasando incluso por algunas vajillas, cuberterías y cristalerías.
La tercera tienda china es casi una calle entera: la calle General Margallo.
Dicen que Madrid no tiene su Chinatown, pero si una “China Street” o, dicho en castizo, la "Calle de los Chinos", porque en General Margallo (Metro Tetuán) hay nada menos que tres supermercados de productos alimenticios chinos y orientales, y otras dos de productos chinos de importación. Tienen de casi todo, incluido un amplio surtido de menaje y utiles de cocina. El supermercado más conocido es Ibero-China, en el número 23 de la calle, que también vende por internet en esta dirección.
Merece la pena darse una vuelta por ellas, o por cualquier otra que te encuentres (abundan en el barrio de Lavapiés).
Como es habitual no hay problema con los horarios. Cierran tarde y abren domingos y festivos, como si los calendarios laborales no fueran con ellos.
Un consejo: lo mejor es ir con una lista y pedir a un empleado que te vaya dando lo que buscas. En estas tiendas te pierdes. Entre que hay cientos de productos, que se amontonan unos sobre otros y que casi todas las etiquetas están sólo en chino, no hay forma de encontrar las cosas.
Imprimir
Si preguntas a los entendidos, te citan, al menos tres.
Quizá el más popular, porque es el más céntrico, es Extremo Oriente.
Está situado en los accesos al aparcamiento de la Plaza de España, y es un comercio abigarrado, caótico y destartalado, donde se pueden encontrar alimentos chinos, coreanos, japoneses y filipinos, junto a libros y periódicos. Tiene un pequeño departamento de congelados, donde comprar, por ejemplo, las hojas de pasta para los rollitos primavera, pero prácticamente no hay productos frescos.

La segunda gran tienda está muy cerca de Extremo Oriente. Bajando por la cuesta de San Vicente, frente a la estación de Príncipe Pío (Calle Mozart 5) se encuentra Ta Tung, Supermercado Oriental.
Quizá es el supermercado chino que más se parece a uno español. Se trata de un local espacioso, sin el agobio habitual de las tiendas de este tipo, donde se puede comprar casi de todo: pasta, algas, cervezas, galletas de arroz, soja, sake, aperitivos y dulces, tes variados, col china, raíz de jengibre, conservas vegetales (litchis, castañas, bambú, papaya, coco), sopa miso, pomelo chino, rollitos de primavera congelados, sémola, salsas, taro, yuca... También venden utensilios de cocina y menaje: desde los básicos palillos hasta planchas, espumaderas y wok, pasando incluso por algunas vajillas, cuberterías y cristalerías.
La tercera tienda china es casi una calle entera: la calle General Margallo.
Dicen que Madrid no tiene su Chinatown, pero si una “China Street” o, dicho en castizo, la "Calle de los Chinos", porque en General Margallo (Metro Tetuán) hay nada menos que tres supermercados de productos alimenticios chinos y orientales, y otras dos de productos chinos de importación. Tienen de casi todo, incluido un amplio surtido de menaje y utiles de cocina. El supermercado más conocido es Ibero-China, en el número 23 de la calle, que también vende por internet en esta dirección.
Merece la pena darse una vuelta por ellas, o por cualquier otra que te encuentres (abundan en el barrio de Lavapiés).
Como es habitual no hay problema con los horarios. Cierran tarde y abren domingos y festivos, como si los calendarios laborales no fueran con ellos.
Un consejo: lo mejor es ir con una lista y pedir a un empleado que te vaya dando lo que buscas. En estas tiendas te pierdes. Entre que hay cientos de productos, que se amontonan unos sobre otros y que casi todas las etiquetas están sólo en chino, no hay forma de encontrar las cosas.
Imprimir
Suscribirse a:
Entradas (Atom)