20 de enero de 2015

Mercado de Barceló

















El bar mercado de Barceló es como los de toda la vida: una sencilla barra donde sirven cañas, botellines, carajillos, copas de coñac (Veterano, por supuesto) o de anís y, pásmense, no tiene ginebra. No es que no tenga una carta exhaustiva de ginebras, nacionales y de importación, es que no tiene ni una mala botella de Larios.La clientela: a juego. No parece un sitio para hípsters.
Lo extraordinario no es encontrarse un bar de este tipo en un mercado: todavía hay muchos parecidos; lo extraordinario es que el mercado de Barceló acaba de ser reconstruido por uno de los mejores estudios de arquitectura de España (Nieto Sobejano que han hecho una obra soberbia), que está situado junto a la calle de Fuencarral, haciendo frontera entre Malasaña y Chueca y que, a pesar de todo, no se ha convertido en una barra gigantesca, sumándose a la estela que dejó el exitoso Mercado de San Miguel.
El Mercado de Barceló, con su arquitectura de vanguardia, que sustituyó a la fea y decrépita galería Barceló; con sus ascensores y rampas rodantes, ideales para el carrito de la compra; con sus alegres puestos de diseño, sigue siendo el mercado de toda la vida, donde te despachan los fruteros de siempre, el pescadero ha mejorado el género, pero sigue siendo el pescadero de confianza que te prepara la pieza como mandan los cánones, y el carnicero sigue trayendo esos cortes de carne que gustan a la clientela, como le dice la experiencia de tantos años tras el mostrador. Carnicerías, pescaderías y fruterías, comparten los amplios pasillos con la charcutería, pollería, la casquería, los encurtidos, el puesto de lácteos, el ultramarinos “Anita” o la panadería que también vende pastas a granel: una delicia para quienes, en cada remodelación de un mercado, empezábamos a ver una amenaza.

Hay algunas concesiones al cosmopolitismo, como la tienda de productos italianos, el puesto de comida japonesa, con sus sushis y sasimis, el de empanadas argentinas, la frutería biológica o algún que otro local con el apellido gourmet, pero parece más producto del mayor espacio disponible que de la intención de arrinconar el mercado tradicional. En cierta forma está en las antípodas del cercano mercado de San Antón o el más reciente de San Ildefonso, que han abandonado su vocación de proveedores de ingredientes para la cocina familiar para convertirse en auténticos centros comerciales de la tapa, con sus franquicias y todo. Bienvenido sea. Yo, que me considero lisboeta de adopción, empezaba a creer que esa tendencia, la del mercado como sucesión de barras y no de puestos, era ya imparable cuando vi que parte del Mercado da Ribeira, la gigantesca lonja de Lisboa que alza su cúpula neobarroca frente a los muelles del Tajo, se había convertido en uno de esos “centros gastronómicos” multitudinarios.

No es que reniegue de estos centros, pero creo que sería bueno que busquen otros locales y dejen que los mercados de toda la vida, remodelados o no, sigan cumpliendo su función de proveedores de alimentos para familias del barrio. En estos tiempos en que la cocina y la gastronomía arrasan en los medios de comunicación, se da la paradoja de que se cocina en casa menos que nunca y podríamos encontrarnos con que, los pocos que quieran cocinar, van a tener dificultades para hacer la compra.

De momento, el rejuvenecido mercado de Barceló, todo nuevo y reluciente, tenía una abundante clientela este sábado. Que le dure mucho.
A la salida, me dí una vuelta por dos tiendas cercanas, que siempre me han gustado: Patrimonio Comunal Olivarero, la mejor tienda de aceite de Madrid, y Caperi, una muy buena tienda de productos italianos (pasta fresca incluida). Siguen manteniendo su nivel.

Mercado de Barceló
Barceló 6 
Madrid

Patrimonio Comunal Olivarero
Mejía Lequerica 1
Madrid

Capperi -Mercato Italiano
Fernando VI 2
Madrid

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