2 de abril de 2019

Tiendas a granel: ¿vuelve el ultramarinos?

Parece que la prohibición de regalar bolsas de plástico en las tiendas no ha provocado muchas resistencias, aunque quizá no ha conseguido grandes resultados. Cada vez son más las personas que van a la compra con su propia bolsa, reutilizada una y otra vez, pero también son muchas las que, total por cinco céntimos, salen del súper cargadas con ellas.
A pesar de la prohibición, los materiales plásticos sobreviven de forma sibilina en los anaqueles de los supermercados en forma de envoltorios, que tarde o temprano terminarán donde todos nos tememos. Incluso nos parece lo más normal que, en la frutería, nos den cada tipo de fruta en una bolsa distinta, cuando no habría ningún problema en transportar naranjas, manzanas y peras revueltas en un mismo capacho.
Esto no ocurre en las tiendas a granel que, poco a poco, van abriendo en distintas zonas de Madrid.
Ayer pasé por una de ellas, en los aledaños del Barrio de Malasaña y a no mucha distancia de la Gran Vía.
En la primera impresión, se parece poco al supermercado habitual. Para empezar, apenas hay estanterías y casi todos los productos se ofrecen en sacos con un cartel que nos indica el precio y qué es lo que contienen. Esto último no es gratuito al faltar el envoltorio que, además de llamar la atención, nos informa de qué estamos comprando.
Los sacos están en el suelo y tienen una pequeña pala con la que servirnos la cantidad que queramos en una bolsa, siempre de papel, o en tarros de cristal reutilizables que puede llevar cada cliente.

¿Qué venden?
Si granel viene de grano, en las cuatrocientas referencias que, según el dueño, ofrece esta tienda hay, sobre todo, granos: una gran variedad de lentejas, garbanzos, alubias, arroz… También vemos distintas pastas, harinas (de fuerza, de garbanzos, de espelta) y más granos como la propia espelta o esos productos tan de moda en ciertas dietas: quinoa, bulgur, chía, mijo etc. Puedes comprar distintos tipos de azúcar, de cereales para el desayuno, de café, y una gran variedad de frutos secos, sin cáscara, que se ofrecen detrás de una tapa trasparente, para que a nadie se le ocurra organizarse un picoteo gratis.
Hay también muchísimas especias e infusiones que, para que no pierdan su aroma, se guardan en frascos de cristal de los que te sirven los empleados de la tienda. Como digo, la variedad es muy grande, pero no suficiente para hacer la compra diaria. Y no por la falta de productos frescos, que se pueden obtener en fruterías, carnicerías o pescaderías, sino por todo ese tipo de alimentos que se vendían en los antiguos y entrañables ultramarinos también a granel y en la cantidad justa que querías comprar: aquellas pilas de bacalao que aromatizaban la tienda y que el dependiente te cortaba con esa enorme cuchilla de palanca; o el aceite que un extraño artilugio de manivela succionaba de un gran bidón oculto en la medida exacta que se solicitaba: la botella la ponía el cliente. O de aquellos grandes cilindros de los que, con un cazo, se iba sacando el tomate en conserva en la cantidad deseada. Salvo las conservas de pescado, no había nada que no fuera a granel en aquellas tiendas de la nostalgia. Y aún así, recuerdo haber comprado cuarto y mitad de atún en conserva que el tendero servía de una enorme lata.
A pesar de la necesidad de reducir, y ojalá eliminar, ese desafuero medioambiental que suponen los envases y las bolsas de plástico, no creo que ya sea posible volver a los ultramarinos. Las tiendas a granel, sin embargo, marcan una tendencia a seguir. Todavía suponen, sobre todo, una postura ética, pero ya veremos qu-e pasa cuando aterricen los negociantes: también en la política de cero envases de un solo uso puede haber negocio.
 
El Granel de CorrederaCorredera Baja de San Pablo, 33
Madrid 28004
Tlfno. 91 0411326

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