3 de marzo de 2020

¿Qué clase de pecado es este?

El pasado miércoles se inició, oficialmente, la cuaresma y yo me pregunto si, en nuestras clases, no estaremos pecando o incitando al pecado. O las dos cosas. Me explico: según el canon 1251 del vigente Código de Derecho Canónico, que es por el que rige la Iglesia Católica, “Todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne, o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardarán el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo”. Ya me diréis si no es incitar al pecado cocinar y comer todo tipo de alimentos (carnes incluidas) sin recabar si en esos días están o no prohibidos por alguna religión. Eso por no hablar de la gula, pecado capital en el que, por acción o incitación, se incurre cada semana en nuestras clases.
Los antropólogos le han dado muchas vueltas al asunto y no terminan de ponerse de acuerdo sobre los motivos por los que todas las religiones tratan de establecer qué se debe o qué no se debe comer, para ser un buen fiel. En la comparación, los católicos salen favorecidos. Pueden comer de todo, salvo unos pocos días al año. Los judíos tienen una lista, interminable y a veces pintoresca, de alimentos prohibidos que incluyen el cerdo, si, pero también el marisco o el pez espada, porque no tienen escamas. La de los musulmanes es parecida, con el agravante del periodo del Ramadán, con el estricto ayuno de sol a sol. Los hindúes, entre otros, tienen prohibida la vaca y solo los más tolerantes admiten que se pueda comer su carne cuando son ya muy viejas. Curiosamente, un vegetariano lo tiene fácil para la observancia, al menos en cuestiones alimenticias, de cualquier religión: ninguna prohíbe frutas, verduras ni hortalizas. Así, se santifica la ensalada, salvo que se le añadan trozos de jamón o pollo que le harían entrar en el lado oscuro del pecado.
Pero, al final, esto es dormir con una manta corta: si te tapas los pies… Pues eso, la penitencia de no comer carne se compensa con los inmensos goces de la cocina de Cuaresma, con sus potajes y las mil recetas del bacalao; las mariscadas en el paseo marítimo en las vacaciones de Semana Santa; o el chocolate con churros de recogida de la procesión nocturna. Y la torrijas.
Dios aprieta, pero no ahoga.

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