Como en Madrid no hay acuario, lo más parecido a sumergirse en el océano es cruzar la puerta de Pescaderías Coruñesas. Detrás de una fachada poco afortunada, en una calleja anodina, a la espalda de la avenida de la Reina Victoria, se abre un local mágico para los amantes del pescado. En seis o siete enormes bandejas se muestra el género del día: toda clase de pescados, frescos, relucientes… todavía con olor a mar. Doradas, lubinas salvajes, merluzas, salmonetes, pez San Pedro, rapes y todos los frutos que ofrece el mar, se muestra allí con todo su esplendor. Dan ganas de llevárselo todo, aunque muy pocos podrían hacerlo, porque los precios parecen fijados antes de que se pinchase la burbuja económica.
Detrás de los mostradores, seis dependientes atienden a la clientela con amabilidad exquisita y limpian, cortan y manipulan los distintos pescados con mano experta. El lema de la casa dice que es igual de importante el cliente que quiere un kilo de angulas, que el que lo pide de sardinas. Conmigo lo cumplieron, cuando me despacharon una espléndida dorada salvaje (19 € kg) y unos pequeños pulpos, que han resultado exquisitos.
Las angulas están en un mostrador a la derecha y no me animé a pedirlas a 980 € el kilo. A su lado, langostas, percebes, carabineros, langostinos, gambas y toda clase de mariscos en un bodegón deslumbrante. Puedes pedir el que quieras, si puedes pagarlo. Y parece que hay muchos que pueden, a juzgar por lo concurrido que estaba el local este sábado por la mañana.A la izquierda, en otro mostrador, se ofrece el bacalao, con un aspecto excelente, y el salmón ahumado. Aseguran que lo preparan ellos mismos, sin otros ingredientes que leña, azúcar y sal.
La pescadería sólo es la punta del iceberg de un emporio del pescado, que emplea a 80 personas y sirve a los mejores restaurantes de Madrid y a toda España por Internet. Por supuesto, lo dirigen maragatos. Aunque Pescaderías Coruñesas fue fundada hace 101 años por gallegos, ha terminado por cumplir la norma no escrita que dice que, en Madrid, los pescaderos son de esa comarca leonesa. Ahora la gestionan Evaristo García y sus hijos, oriundos del pueblo maragato de Combarros. La compraron en 1956, cuando estaba al borde de la quiebra. La familia de Evaristo García ya regentaba con éxito la famosa pescadería, “La Astorgana”, en la calle León. Evaristo tenía entonces 23 años, pero llevaba en el negocio del pescado desde los 9, edad a la que vino a Madrid. Entonces ayudaba ya a entregar los pedidos de los grandes restaurantes de la capital. Él mismo cuenta que, un día, un cliente pesó primero la cesta de pescado y luego a él: la cesta pesaba más. Este espíritu de pescadero de toda la vida, lo ha trasmitido a sus hijos, que, por si no tuvieran suficiente pedigrí, suman un plus por su madre, hija del fundador de Angulas Aguinaga.
La historia del establecimiento, contada con detalle, la podéis ver en la extraordinaria página web de Pescaderías Coruñesas, una auténtica enciclopedia, con recetas y fichas completísimas sobre cada pescado. La web ofrece además la posibilidad de comprar on line. Pero yo os animo a que, si tenéis ocasión, lo veáis en directo. Merece la pena.
Pescaderías Coruñesas
Juan Montalvo 14
Madrid
Metro: Guzmán el Bueno
A la salida, cruzando la cercana calle de Los Vascos, me llamó la atención el colorido de la frutería Bego.
Os pongo la foto y ya me diréis si no se os irían los ojos detrás. Es una de esas tiendas de barrio de toda la vida. A juzgar por el cartel, debe ser de la época en que allí al lado estaba el Estadio Metropolitano. Se ve que cuenta con una clientela fiel, y no me extraña, después de comprobar la simpatía y amabilidad de la dueña. Allí compré frutas estupendas, variadas y a buen precio para toda la semana. Y como la mañana estaba espléndida, acabé pasando por las Bodegas Santa Cecilia, un paraiso para los amantes del vino, y descubrí cerca una buena tienda de comida italiana: Mangitalia. Ya os lo contaré otro día.
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