18 de octubre de 2016

Esas irresistibles "feiras" portuguesas















Las ferias y mercados portugueses son una tradición muy arraigada en el país vecino. No son como los mercadillos españoles, donde se vende ropa barata, complementos a buen precio y productos alimenticios, sobre todo frutas y verduras. En Portugal, el mercadillo o la “feira”, como prefieren llamarlo, suele ser una ocasión para que los productores, agricultores o artesanos de la zona coincidan con la gente de los alrededores que demanda sus productos. Así, uno vende los quesos que elabora con la leche de sus ovejas, otros las berzas de su huerta y un tercero herramientas y aperos de labranza que construye con sus manos. Se venden incluso animales vivos (gallinas, pavos, conejos…) o las semillas y plantones que demandan los agricultores para su siembra. Es decir, una “feira” es lo que siempre han sido las ferias, una fecha y un lugar convenidos para que compradores y vendedores coincidan y comercien. Por eso, las ferias se hacen siempre en domingo o, actualmente, en fin de semana, cuando no se trabaja.
Más grandes o más pequeñas, así son las ferias rurales en Portugal. Sin embargo, las ferias fronterizas, las que se celebran en pueblos cercanos a España tienen sus peculiaridades.
Si hay algo que derriba fronteras es el comercio, y los portugueses, que en otro tiempo sembraron su frontera con España de fortalezas defensivas en vez de puentes, abren ahora sus puertas de par en par a los compulsivos compradores (casi siempre compradoras) españoles. En estas “feiras”, y hay muchas a lo largo de la línea que delimita los dos países, se sigue vendiendo lo de siempre, artesanía y productos de y para el campo, pero hay un producto estrella: la loza. El café, las toallas y sábanas, las mantelerías, que cargaban los coches españoles cuando volvían de Portugal, pertenecen al pasado, ahora regresan cargados de platos, fuentes, tazas, soperas y mil productos más de una loza de categoría mediana pero precios imbatibles. ¿Quién no se vuelve loca si puede comprar una fuente gigante por poco más de dos euros y media docena de platos a cinco?
Feira da Praia
Desde el domingo al jueves de la semana pasada se celebró la Feira da Praia en Vila Real de Santo Antonio, la “cidade do iluminismo” (ciudad de la ilustración) que ordenó construir el Marqués de Pombal, a mediados del siglo XVIII, para controlar el comercio y el contrabando entre las dos orillas del rio Guadiana. Visto con perspectiva, le salió el tiro por la culata, porque Vila Real se ha convertido en un imán comercial para los españoles que esta semana han invadido la bella ciudad para volver cargados de vajillas, cacharros, toallas y cuantas cosas han encontrada más baratas que aquí. Y no sólo cosas del hogar, también bacalao, quesos, turrones, frutos -secos y secados-, y toda clase de dulces en el mercado paralelo de la hermosa plaza de la República.

Durante el resto del año, los alrededores de esta plaza son un puro zoco al gusto del comprador español, pero estos días se llega al paroxismo hasta el punto de que yo, que me sumé con entusiasmo al evento, preferí apartarme en algún momento agobiada por la multitud.
Ningún problema, si se puede aprovechar para comer una excelente cataplana de pescado en O Infante, por ejemplo, y volver al día siguiente para sumarse a la vorágine tras desayunar una “torrada” de dos pisos, rezumante de mantequilla salada, en alguno de los bares de los alrededores. 

La Feira da Praia, se celebra todos los años en Vila Real entre el 9 y el 13 de octubre, pero hay muchas otras “al gusto español” cerca de la frontera con nuestro país. Las hay en Ëvora, por San Juan; en Elvas, a primeros de octubre o, cada sábado, en Vila Nova de Cerveira, a pocos minutos de Tuy. Ya no hablo de las de Vilar Formoso (frontera por Salamanca los primeros sábados de mes) o la Mítica de Barcelos, todos los jueves.

Imprimir

No hay comentarios: