9 de mayo de 2011

Apuntes gourmet en el Barrio de las Letras

Crema Esaú. Pocas veces he visto tanta imaginación y humor en el nombre de un plato: el puré de lentejas. Este fin de semana he preparado uno que ha quedado especialmente rico. Lo hice porque quería probar unas lentejas de las denominadas caviar o beluga, de esas negras, de grano pequeñíto y prácticamente esférico, que parecen, efectivamente, huevas de esturión.
Alimentación Cabello
Las compré en Alimentación Cabello, uno de esas tiendas maravillosas que antes  se llamaban ultramarinos o mantequerías, y que apenas quedan ya en Madrid. Esta es de 1877, nada menos.
La tienda tiene un hermoso escaparate donde se expone, con ese orden casi de formación militar que han tenido siempre estos sitios, un colorido mosaico de conservas, mermeladas, dulces artesanos, vinos, aceites, vinagres y la especialidad de la casa: legumbres. Dentro no defrauda. Se pueden encontrar toda clase de garbanzos, lentejas o alubias, que se venden a granel, y un surtido de gran calidad de cualquier otro producto de los que siempre se han vendió en las mantequerías tradicionales de Madrid. Podríamos decir que es un delicatesen, pero con el encanto de estos establecimientos que se deberían proteger como las especies en vías de extinción. Yo compré además un vinagre dulce de Pedro Ximénez, que estoy deseando probar. Podría ser una alternativa a esos acetos balsámicos de Módena que tan populares se han hecho de un tiempo a esta parte.
Alimentación Cabello está en la Plaza de Matute, 13,  en pleno corazón del barrio de las Letras. Si la hubieran abierto algunos siglos antes, es posible que hubiera tenido como clientes a Cervantes, Lope de Vega o Moratín, que vivieron por allí cerca.
Íbamos al teatro, y como habríamos llegado con mucho tiempo, dimos un paseo por el barrio, aprovechando que todavía estaba tranquilo, sin ese gentío, nacional y guiri, que acude en las noches del fin de semana.
Cerca de Cabello, en la calle de las Huertas con vuelta a Echegaray, se encuentra otra tienda de características similares que se anuncia con un hermoso rótulo: Alimentación Quiroga.
Y en la calle del León, otro clásico: Casa González. Fundada en 1931, era lo que se llamaba una tienda de Coloniales, que ha ido adaptándose a la evolución del barrio hasta convertirse en lo que es hoy,  un sitio muy especial para comprar y degustar buenísimos quesos, embutidos o vinos. Allí de comprado más de una vez riquísimas empanadas gallegas, recién llegadas de Arzúa, de donde les traen también excelentes quesos. La carne de membrillo, con la que se puede acompañar el queso, es también memorable. El surtido no es muy grande, pero sí de gran calidad. En todo caso, lo mejor de Casa González es que todo se puede degustar in situ, regándolo por una cuidada selección de vinos que sirven por copas. Te puedes de sentar en las mesas que han puesto en la trastienda o, si tienes suerte, puedes acomodarte nada menos que en el escaparate. 
Casa González
Casa González está en el número 12 de la calle del León. Un poco más allá, han abierto una de esas panaderías de diseño, Cosmen y Keiless, donde se vuelve a hacer el pan con masa madre. Merece la pena probar alguna de sus elaboraciones, pero no comprar el pan cotidiano, porque los precios son altos.
En esta calle había una gran pescadería, La Astorgana, que ocupaba las tres plantas del número 22. Ya se sabe que, en Madrid, los pescaderos son todos maragatos. Me dio pena verla, cerrada, con la fachada medio cubierta de graffitis y carteles decrépitos. Pero, luego, alguien me dijo que no habían cerrado por falta de negocio, sino todo lo contrario: se les quedó pequeño. Ahora están instalados en un polígono industrial de San Sebastián de los Reyes, desde donde sirven a todo Madrid.
Antigua pescadería La Astorgana
La Astorgana se fundó en 1890 y de esa época pudiera ser la farmacia que hay casi enfrente, la Farmacia del León, con su emblema (el citado león) dibujado en  los azulejos de su fachada.
También vi una zapatería años cuarenta, de esas que, por toda decoración, tienen anaqueles llenos de cajas de zapatos. El nombre no podía ser más explícito: El pie de oro.
Cerca, en la calle Cervantes, puerta con puerta con la casa donde vidió el escritor, hay una tienda italiana que abrió el miércoles santo, según me dijo su simpática dueña. Se llama Pastamascalzone  y tiene un surtido selecto de productos de aquel país. Lo más destacable, la pasta fresca que elaboran a diario, artesanalmente. Enfrente, los mismos dueños tienen un pequeño restaurante, donde, al parecer, dan una pizzas como Dios manda. No es el único restaurante exótico en la zona. En la cercana calle de Lope de Vega están A tasca do Bacalhau Portugués y Dar Moha (Marroquí). Vamos, el Mediterráneo en una manzana. En plan más castizo, no hay que perderse Casa Alberto, (Huertas 18) una referencia imprescindible de las guías Routard, que lleva sirviendo callos y croquetas en la calle de las Huertas, desde 1827.
Luego están los modernos, pero esa es otra historia.
Ah, el teatro muy bien. “Delicadas”, en el Español. Merece la pena.
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1 comentario:

Manaki dijo...

Esa Farmacia que dices es de bastante antes 1700