¿No me digáis que no es un lujo? Llegas a La Mojigata y, según entras, en un mostrador a la derecha, te encuentras toda clase de bollos, bizcochos, magdalenas y croissants recién hechos, casi humeantes aun. No son congelados y horneados después.
Los han elaborado esa misma mañana Natalia y Fernando, que también han hecho pan. Porque, en la Mojigata, todo -la mantequilla, las mermeladas, los zumos…- es casero.
Se trata de un sitio muy especial. Empezando por el horario de apertura: de diez de la mañana a cuatro y media de la tarde y sólo sábados y domingos. Su especialidad son los desayunos, más concretamente “los desayunos tardíos” cuya vigencia prolongan hasta que ya no es posible llamarlos así porque se echa encima la hora de la merienda. Los clientes, lógicamente, son gente joven de la zona, que ha trasnochado y que amanecen a una hora que ya no es la de desayunar pero tampoco la del almuerzo. A esta parroquia le ofrecen fórmulas con nombres como Ayer salí (Desintoxicante) , Fuck Fast Food, Ovolactovegetarianismo, Soy verde, todas a base de productos naturales, bio y ecológicos, que elaboran con auténtico mimo. Por supuesto, se puede alegar “Soy un clásico”, en cuyo caso te sirven pan casero, tomate natural, mantequilla casera, confitura casera, huevos revueltos, queso fresco, pavo fresco, yogur y fresas. Y todo acompañado de café o té y en un local sorprendente, decorado en un simpático Diógenes style en el que hay nubes que sirven para hacer magdalenas o moldes de bizcocho reconvertidos en tulipas de lámparas colgantes. Fernando (casi dos metros de amabilidad con barba) y Natalia (la simpatía trás unas enormes gafas) dan alma a todo esto, con detalles como el de la puerta donde un cuenco con agua da bienvenida a posibles mascotas con un happy hours for dogs.
Creo que Cervantes, que vivió a cuatro pasos de La Mojigata, habría sido un fiel parroquiano e incluso habría requerido sus servicios de “casering” en el improbable caso de que su editor decidiera montar algún acto para presentar sus libros.
Porque la otra cara de La Mojigata es lo que llaman casering, es decir, un catering “sui géneris” en el que los buenos productos mojigatos adquieren sorprendentes formas con la ayuda del estudio de interiorismo Ondo. Con creaciones como las que se pueden ver en las fotos, en poco tiempo han tenido un gran éxito y esa es una de las causas de que tengan un horario tan reducido: no dan para más, porque también ofertan talleres de cocina para pequeños grupos, tanto en el local (Lope de Vega 7, en el barrio de las Letras) como a domicilio.
En ese barrio, el de las Letras, están surgiendo nuevos locales que van cambiando poco a poco la fisonomía de lo que en los años noventa fue el fenómeno “Calle Huertas”.Por ejemplo, si de desayunar se trata, en un radio de menos de 50 metros se puede encontrar un clásico como Casa González, bar y tienda de ultramarinos en un mismo local y con una larga historia a sus espaldas.
O Kosmen & Keiless, una panadería exquisita, que ha habilitado la trastienda con mesas para degustar sus productos mientras se toman un café con leche.
Vamos, que si La Mojigata no está abierta, no tienes por qué irte en ayunas.
Como se trata de un mercado, te lo puedes tomar allí o comprarlo para llevarlo a casa. Si no tienes prisa,las hermanas Maite y Esther,sus animosas compañeras de negocio, te dan charla sin recargo alguno, aunque seguro que logran colocarte alguno de los selectos productos ecológicos de su mostrador.
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