21 de mayo de 2012

El abuelo en el restaurante

Hace poco, en el Rastro, revolviendo en un rimero de papeles antiguos, encontré la carta de un restaurante de los años setenta. No recuerdo el nombre del establecimiento, pero no debía ser un local muy aristocrático. Yo diría de tipo medio, tirando a humilde. Uno de esos restaurantes con manteles a cuadros o, simplemente blancos, cada vez más finos por los continuos lavados. Esos locales iluminados con fluorescentes, con camareros nunca muy jóvenes invariablemente uniformados con una chaquetilla blanca, y corbata negra. (¿Por qué la corbata era siempre negra?).
La carta, como casi todas entonces, tenía una larga lista de platos de los que ni la mitad le sonará a quien tenga menos de 40 años, porque muchos de ellos han desaparecido de las mesas de los restaurantes o de los comedores domésticos.
Para empezar, sopa castellana, servida en cuencos de barro, que, muchas veces, ni siquiera era vidriado. La sopa castellana, que  era el nombre refinado de la racial sopa de ajo, llevaba como pareja a la sopa de picadillo, con sus dados de pan frito.
Podríamos seguir con unas endivias al roquefort, un plato moderno, casi exótico, que estaba comiendo el terreno a la tradicional ensalada de lechuga y tomate. Las endivias, y más con salsa de roquefort o lo que fuera aquello que rellenaba las hojas cóncavas de las achicorias, eran una novedad absoluta, que muchos degustaban casi con los ojos en blanco.
Tampoco faltaba en nuestra carta el cóctel de gambas, o de marisco. Se servía en una copa metálica de boca ancha, como esas copas de champagne que se usaban antiguamente. Sobre un lecho de lechuga cortada en juliana, se ponían las gambas peladas y se regaba todo con salsa rosa. Misteriosamente, se adornaba con una rodaja de limón, cuya utilidad no creo que nadie llegase a saber. No era menos misterioso que, en algunos sitios, se sirvieran en cuencos de cristal, sobre hielo picado.
Como no podía ser menos, en la lista figuraba el melón con jamón. Se le consideraba un plato elegante, por más que ni el jamón fuese de Jabugo, ni el melón de Villaconejos. En el contraste, salado-frío, el menú incluía también los rollitos de jamón de York con huevo hilado. No sé  por qué, se les consideraba un plato de Navidad.
Estaban también los espárragos dos salsas, casi siempre excesivamente delgados, que se servían en el centro del plato, con mayonesa a un lado y vinagreta al otro. Y los huevos a la flamenca, con guisantes y jamón, que llegaban a la mesa en las cazuelitas de barro (¡ojo!, quema)  en las que se habían horneado.
El San Jacobo, era un filete de pollo sobre el que se ponía una loncha de queso y otra de bacon, antes de pasarlo todo por pan rallado y huevo y freírlo a la romana. Podía ser un buen segundo, aunque lo elegante de verdad era pedir Lenguado Meunière, frito a la francesa, con mantequilla y con la salsa restante sobre el pescado y las patatas, siempre cocidas, con que se solía acompañar.
En los postres, aparte de flanes, natillas y arroces con leche, lo llamativo era la profusión de nata, acompañando a cualquier preparación. Así, era muy popular el melocotón en almíbar con nata, con su curioso aspecto de huevo frito. Se podía pedir también, flan con nata, nueces con nata o un “pijama”, que podía llevar melocotón en almíbar, piña, plátano, flan… todo adornado con la inevitable nata.
La alternativa a tanta nata, podía ser una tarta al whisky o, quizá, la contessa, otra vez la nata, entre finas láminas de chocolate.
Parece arqueología culinaria, pero hace poco más de treinta años se podía pedir en cualquier restaurante. Mikel López Iturriaga, en su blog “El Comidista” lo ha definido con mucha gracia. Lo llama comida viejuna. La pregunta es, qué llamaremos comida viejuna dentro de unos años.
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11 comentarios:

Anónimo dijo...

Elena, para nuestra desgracia comida viejuna tendrá que ser toda la que no te vendan en bandejas o en congelados, cortar un filete en la carnicería estará demode, el pescado en bancadas será un vintage. Hablar de una fabada que no sea Litoral será de la prehistoria. Lamentablemente cada día hay menos tiempo para cocinar y encima la cocina se ensucia mucho cuando lo hacemos. Espero que las cosas cambien y que pueda dejar a mis hijos en herencia esas fabulosas recetas que vienen de nuestros antepasados (unos voladores en su tinta, unos callitos, una merluza en salsa verde, una buenas albondigas estofadas etc


por cierto muchos besos os echo mucho de menos
Asunción

elena dijo...

Estoy de acuerdo contigo Asunción, nunca ha estado la cocina tan de moda como actualmente y a la vez se ha guisado menos.
Besos para ti también

Anónimo dijo...

Muy de acuerdo con ambas. Y muy triste también.

Elena, yo la chaquetilla la recuerdo burdeos...

Juanfran

elena dijo...

Se nota que ibas a restaurantes de mejor categoría que yo. ¿O serian de peor?

Diana dijo...

Pues un OLE! por la comida viejuna que mira que está buena y trae magníficos recuerdos...

elena dijo...

Pues OLE

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Jejeje, no, no, no lo creo. ¡Serían dos tendencias!

Juanfran

elena dijo...

Bienvenidas todas las tendencias.

Anónimo dijo...

Tampoco estaba mal la comida viejuna.
Algunas personas todavía la utilizan.
Evidentemente los menus que recomiendas, son mucho mejores.ACS

elena dijo...

Se te ve de buen comer